Los Tres Diablitos Para El Mafioso

Prefacio

La foto sujeta con fuerza se arrugó entre los poderosos dedos de Barak Poretti. Su mujer, su reina y la única en poder hacerlo sentir algo ahora le estaba demostrando que es una traidora.

La imagen clara de un hombre entrando a la habitación de su esposa lo enfurecía y por primera vez lo hizo sentir dolor.

Él le obsequió ese piso para que tuviera espacio lejos de sus hombres, pero ahora lo estaba usando para traicionarlo.

Justo en ese momento la puerta abriéndose captó su atención.

―Aquí está el divorcio. —Barak colocó los papeles sobre el escritorio dejando a su esposa atónita y con el corazón furioso y sus ojos llenos de desconcierto. —Ya no tenemos que seguir con esta farsa, tu padre está muerto. —Lianett quien mira los papeles apretando los dientes, sintió un agujero abrirse en su pecho y toda la emoción que tenía su corazón se esfumó con rapidez.

Se había casado con Barak por petición de su padre en el lecho de su muerte. Él se la confió con su último suspiró y le hizo prometer que la cuidaría y estaría ahí para ella, todo fue un pacto; sin embargo, ella se había enamorado locamente de él desde que tiene memoria y el dolor que siente al ver los papeles sobre ese escritorio donde muchas veces la hizo suya es indescriptible.
Se suponía que ella le diría una noticia que quizás cambiaría las cosas para bien. Ella le daría un heredero y estaba emocionada por contárselo todo, pero ahora, todo se ha derrumbado sobre su cabeza y no puede hacer más que mirar esos malditos papeles con el corazón en la garganta, las náuseas incrementando y los ojos empañados por las lágrimas.
―¿Por qué lo haces? ―Por primera vez lo cuestionó y su voz quebrada no hizo más que enfurecer al hombre que se estaba conteniendo para no desaparecerla de su vista por traicionarlo.
―No te debe importar eso, solo firma los jodidos papeles y desaparece de mi vista.
―¿Siempre me viste como un trato? ―Lo miró a los ojos con firmeza, manteniendo a raya el dolor y las ganas de derrumbarse. ―¿Siempre fui para ti una perra más?
―Te cuidé el culo, te di todo lo que necesitabas y cumplí la promesa que le hice a tu padre. ―La miró con desprecio. ―Ahora nadie te hará daño, no es necesario que sigas a mi lado.
―¿Alguna vez sentiste algo por mí?
―Los sentimientos son debilidad. ―Dijo fríamente destruyendo el corazón de la mujer frente a él. ―Es solo excusa para los tontos. Ahora firma, te daré una suma de dinero y…
―¿Debilidad? ¿Excusa? ―Río muerta de dolor. ―¡Yo sí te amo a ti, Barak!
―¡¿Me amas?! ―La tomó de los brazos con fuerza, el movimiento fue tan rápido que Lianett no lo vio venir. ―¡Agradece que no te arranco la columna con mis manos aquí y ahora! ―La miró a los ojos con tanta rabia que ella se sintió más pequeña de lo que es. ―Una mujer que no tiene principios ni lealtad no puede amar a nadie.
―Sabes que yo…
―Te doy tres minutos. ―No la dejó hablar. ―Firma esta mierda y lárgate de mi vista. ―Las lágrimas finalmente ganaron la batalla y rodaron por las mejillas de Lianett.
¿Debía negarse? Se cuestionó por un segundo, pero el dolor punzante en su cuello por el agarre le advirtió que no podía hacerlo. Barak no es paciente con nadie y quizás si le dice sobre su hijo él se encargaría de que jamás viera el mundo.
―Adiós, Barak. ―Susurró entre sollozos al firmar el contrato, ella buscó la mirada del hombre que ama con locura, pero él no fue capaz de mirarla una última vez.
―¡Mierda! ―Golpeó con fuerza el escritorio. ―¿Por qué se siente tan asfixiante? ―Susurró cerrando los ojos y sintiendo algo más que furia.
―Señor. ―Kenji entró con un acompañante. ―Es este. ―Barak miró al hombre arrodillado en el suelo y le pareció patético.
―¿Con este pedazo de mierda es con el que me estaba engañando? ―Se sintió como el ser más lamentable del planeta. ―¿Cuánto tiempo te has estado acostando con ella? ―El hombre quien ya estaba bastante golpeado lo miró.

―No sé de lo que habla, yo… ―El puñetazo lo hizo escupir sangre.
―¡¿Ahora te haces el ignorante?! ¡¿Cuánto tiempo te llevaste a mi esposa a la cama?! ―Le dio otro puñetazo, ahora en el estómago haciéndolo vomitar. ―¿Por qué Lianett me fue desleal con una mierda como tú?
―Soy doctor. ―Susurró tirado en el piso, dejando inmóvil a Barak. ―Soy ginecólogo obstetra, ella solo se reunió dos veces conmigo. ―Tocio por el dolor. ―Está embarazada…
―Búsquenla, que no salga de la mansión, ¡Eviten que se escape! ―Gritó las órdenes.
―Quiero que custodien a la señora. ―Kenji se puso el móvil al oído. ―No la dejen salir de la mansión…
―La señora se marchó hace una hora. ―Barak escuchó eso y su corazón cayó a los pies.
―¡Quiero que la encuentren!

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