Los Tres Diablitos Para El Mafioso

Capítulo 2

Barak miró a la mujer frente a él con aparente serenidad. Su corazón se alteró como llevaba años sin hacerlo, su garganta se cerró y su estómago dio un vuelco, tantas sensaciones nuevas para él lo llevó a descomponer el gesto y ponerlo brutalmente serio, intimidante y peligroso.

Incluso algo más que su corazón se estremeció al verla tan preciosa y asustada, su alma. Sigue igual, sus enormes ojos grises llenos de luz a pesar del terror en ellos, su precioso rostro angelical impecable y su cuerpo más voluptuoso que antes.

Verla vestida con ese traje verde ceñido al cuerpo mostrando esas peligrosas curvas que lo enloquecen como la primera vez lo hizo soltar un gruñido que paralizó el corazón alterado de Lianett.

―Fuera, todos. ―Lianett vibró por esa voz gruesa y profunda.

Instintivamente, retrocedió al verlo ponerse en pie, cada rincón de su cuerpo tiembla bajo la mirada gélida del hombre que parece desearla cuál cazador a su presa. Es el mismo, no ha cambiado en nada y quizás por eso su reacción no es otra.

―Le asignaremos a otra persona. ―Se apresuró a salir con los demás, pero el fuerte agarre en su brazo no solo la detuvo en seco, tiró de ella con tanta fuerza que jadeó al chocar con el fuerte cuerpo de su exesposo.

―¿Quieres hacer esto, muñequita? ―Susurró a su oído con un tono tan bajo de voz que Lianett sufrió una descarga por todo su cuerpo debido al pánico. ―Prometo que esta vez seré yo el vencedor.

―Por favor…

―Calla. ―Gruñó sentándola sobre la mesa y colocándose tan cerca como pudo. ―No me tientes, muñequita… fueron seis años. ―La miró a los ojos y para Lianett eso solo significó peligro. ―¿Es en este pueblucho en el que te has ocultado todo este tiempo? ―El toque a su vientre plano la petrificó.

¿Por qué le toca el vientre? ¿Por qué la mira de esa manera que no puede interpretar? ¿Por qué siquiera él está ahí tan cerca detallándola como en busca de algo?

―No tienes derecho. ―Quiso sonar firme, pero tenerlo ahí no solo la pone nerviosa, sino que le quita todo control de sus acciones. ―Estamos divorciados… ¡Mmm! ―Se quejó por la caricia inesperada a su cuello. ―¡No me vuelvas a tocar! ―Trató de empujarlo, pero Barak quien estaba muerto de los celos y la furia no se separó ni un solo centímetro.

―Implórale a los Dioses que no tengas a otro hombre. ―Se llevó los dedos a la nariz y se la rascó un poco, su aroma es el mismo de siempre. Su perfume como siempre natural.

―¿Q-que haces? ―Lianett ya no lo estaba soportado más esa mirada azul recorriéndola de pie a cabeza, no era su intensión agitarse, segundo atrás creyó que el miedo la había paralizado de todas las maneras, pero ahora ya duda de todo, tiembla de pie a cabeza.

―Asesorándome de que nadie más te haya tocado en estos últimos años. ―Su voz baja al contrario de tranquilizar a Lia lo que hizo fue tensarla. ―Es mejor que te hayas dedicado a cuidarte para mí. ¡Siempre serás mía! ―Intentó acariciarle el brazo deseoso por su calidez, pero no logró hacerlo, Lia retrocedió y no se lo permitió.

―Me pediste el divorcio, ¡No tienes derecho sobre mí! ―Barak la miró impresionado, como siempre expresivo cuando se trata de ella. ―Déjame ir. ―Ordenó manteniendo la voz firme a pesar del pánico por esa mirada.

―¿Dejarte ir? ―Río por lo bajo erizando el vello de Lia. ―Te dejé ir por mucho tiempo. Desde ahora mi hijo y tú vienen conmigo. ―Lia lo miró en shock, ¿Cómo sabe que estaba embarazada? ¿Acaso él la había investigado y por eso llegó ahí?

―¿Q-qué? ―Susurró torpemente.

―¡Escapaste con mi hijo! ―Reprochó sacando la furia contenida. ―No me dijiste que estabas embarazada.

―Estás loco. ―Intentó negarse. ―No tengo ni un hijo tuyo, así que no te hagas ideas de nada y…

―¿Quieres seguir mintiendo, Lianett? ―La severidad de sus palabras la dejó sin voz. ―Sé perfectamente que tenemos un hijo. ―Suspiró para calmarse. ―Tienes dos opciones. ―La miró a los ojos.

―¿Opciones? ―Lianett rio a carcajadas. ―¡Me pediste el divorcio y yo me marché como tú lo deseabas! ―Se bajó de la mesa y lo encaró como siempre que la alteraba.

Barak miró a esa mujer de metro cincuenta y tragó grueso. Es la única que lo pone nervioso y lo asusta por el nivel de enojo al que puede llegar. Él retrocedió un pasito pequeñito, pero que no pasó desapercibido para Kenji quien los observaba desde la puerta discretamente para que su jefe no la tomara con él.

―¿Podrías calmarte, muñequita? ―Rugió, pero fue más un susurro.

―¡¿Me estás pidiendo que me calme después de ser un completo tonto conmigo?! ―Barak dejó de respirar. ―No tienes ni un derecho en venir aquí, decir que tenemos un hijo y que nos quieres en tu vida.

―Sabes que tengo todo el derecho, Lianett. ―Su voz tomó más fuerza. ―¡Era tu esposo cuando saliste embaraza! ―Lianett no quería retroceder, pero esa mirada la anunció de algo fuerte. ―Soy el padre del niño y quiero reclamar mi paternidad.

―¿Qué te hace pensar que es tuyo y no de otra persona? ―Se cruzó de brazos sabiendo que eso lo enojaría más.

―No me enojes, Lia, no me tientes, por favor. ―Su respiración se volvió más pesada.

―Entonces no pretendas que tienes derecho cuando tú mismo te negaste. ―Relajó la voz. ―Me heriste, Barak y no hay vuelta atrás.

―Te quiero con mi hijo en la mansión. ―Lianett quien ya le había dado la espalda para dejar el lugar paró en seco. ―O de lo contrario pelearé por mi hijo y sabes que tengo todo a mi alcance para ganar. ―El corazón de Lianett tembló en su pecho dejándola sin aire. ―Dos opciones. ―Susurró lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara bien.

―Estar cerca de ti me hará daño. ―Sus palabras punzaron el corazón de Barak, es justo lo que ella quería. ―Tú me hiciste demasiado daño. ―Intentó tocarle el corazón, pero Barak no estaba dispuesto a ceder.

―Ya tienes tus opciones, ahora elige una.




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