Los Tres Diablitos Para El Mafioso

Capítulo 4

Lianett dio un paso atrás dejando ver todas sus emociones a través de su gesto. Barak supo de inmediato que sus hombres habían acertado el golpe. Es la persona a la que ella le confió a sus tesoros. Es eso lo que decía el mensaje que pudieron recuperar.

―Barak…

―Le confiaste a tus tesoros, ¿Cierto? ―Se acercó a ella y para su desgracia cerró de un portazo que la hizo saltar. ―¿Cuántos son? ―Se acercó lentamente a ella. ―Dime, Lianett. ―Su nombre viniendo de esa boca y con ese tono la redujo a una cosita diminuta ante él. ―¿Cuántos hijos tengo? ―Lia retrocedió todo lo que pudo, pero al chocar con la cama quedó sentada. ―¿Acaso te casaste con otro? ¿Le diste hijos a otro hombre? ―Ladeó la sonrisa y lejos de ser un gesto conciliador, fue terrorífico. ―¿Te confieso algo? ―Acarició su cuello hasta llegar a su nuca y sujetarla para que alzara bien la cara. ―Jamás te librarás de mí y a pesar de lo que ha pasado sigues siendo mía, sigues perteneciéndome. ―Su perfecta dentadura quedó a la vista en un gesto para nada conciliador. ―El hombre con el que te veías a escondidas y el cual no terminó bien por verse con mi esposa a mi espalda, me dijo que estabas embarazada y que accedieras a venir para ver cómo me desarrollaba como persona me lo confirmó, así que sé con certeza que tengo un hijo. ―Acercó un poco más la cara a ella. ―Así que dime el nombre de mi hijo o traigo a todos aquí.

―¡Eres desagradable!

―Algo que sabes a la perfección. ―No se ofendió. ―¿Cooperarás o lo hago a mi manera? ―Lia sollozó, ¿Cómo puede estar entre la espada y la pared? ¿Cómo es que ella misma se llevó a quedar en esa posición? ¿Por qué no le habló de los niños en cuanto tubo oportunidad? Recordando lo mal que lo pasó se negó a culparse de algo.

―No tienes derecho, Barak, me pediste el divorcio, ¿Por qué no me dejas en paz? ¡Me abandonaste!

―¡Porque creí que me eras desleal! ―Gritó alejándose de ella. ―¡Intenté buscarte y no apareciste! ―Blasfemó en un grito. ―Ahora estoy aquí, así que quiero a mi hijo o hijos a mi lado.

―Ni siquiera sabrían quién eres. ―Se puso en pie. ―Tú no los conoces ni ellos a ti, ¿Por qué no nos dejas vivir en paz como lo estábamos haciendo?

―Porque su lugar es conmigo. ―La abrazó posesivamente. ―Porque solo yo puedo estar al lado de ustedes, ¿No lo entiendes?

―Solo eres un controlador y… ―El beso la calló, Barak ya no quería escucharla, no sabía ni siquiera como disculparse con ella por ser tan tonto y echarla de su vida. No sabe cómo es el arrepentimiento, pero cree que es lo que siente.

―Iré por mis hijos y traeré a la mujer, ella me dará la información que necesito.

―No, Barak, ¡Espera! ―Corrió tras de él, pero la puerta se cerró antes de que ella pudiera poner un pie afuera. ¿No podía llevarla con él por lo menos? Se preguntó frustrada.

―Cuiden de ella y denle todo lo que pida para que esté cómoda. ―Dio la orden dejando en claro que ella sigue siendo su reina y se marchó.

Era hora de recuperar a sus hijos y la vida que se había estado perdiendo los últimos años. Si ella tiene hijos de otro hombre, los criará como suyos por mera burla al inútil que la embarazó.

***

Las risotadas de los niños resonaron en la pequeña casa, Julieta yacía en el piso gracias al jabón regado sobre la baldosa. Al mirar a esos tres remolinos supo que debía corretearlos para hacerlos pagar por su estrepitosa caída.

―¡No se saldrán con la suya! ―Gritó en medio de una carcajada. ―Vengan aquí, demonios.

―¡Corran! ―Los niños salieron despavoridos resbalando y tratando de huir como tres loquitos. ―No, tía Julieta, ¡No! ―Lesath fue la primera en caer.

―¡Te tengo! ―Chilló Julieta emocionada por finalmente haber capturado a uno. ―Tengo a su princesa. ―Dijo con una sonrisa malvada en los labios. ―Ahora caerán ustedes. ―Tiró un globo con agua dándole a Yusaf. ―¡Soy imparable! ―Carcajeó como una bruja malvada.

―¡No ante mí! ―Artem le calló la boca con un globo justo en su cara. ―Suelta a nuestra princesa o no respondemos. ―Ambos chiquillos sonrieron con malicia, notando la ventaja que tienen.

―Niños, vengan aquí. ―El cambio repentino de actitud de Julieta los confundió. ―Caminen con cuidado y vengan aquí. ―Los niños rápidamente se desplazaron por el resbaladizo piso y se colocaron al lado de su tía. ―Hay que entrar. ―Julieta corrió con sus niños al interior de la pequeña casa.

Barak al ver la escena consideró a Julieta bastante tonta al creer que podía escapar con sus hijos. Con paciencia bajó de la camioneta junto a los tres hombres que lo acompañaban además de Kenji.

―No quiero que asusten a mis hijos. ―Por alguna razón, sabía que los tres eran de él, solo la pelirroja se ve más pequeña que los pelinegros, pero su muñequita es pelirroja y quizás la niña salió igual a ella. Pelirroja y pequeñita.

―Vamos. ―Kenji se adelantó con los tres hombres dispuestos a llevar a cabo la misión que su jefe les puso. ―¡Rayos! ―Se quejó al caer de espaldas. ―¡Cuidado! ―No pudo advertir a tiempo, los tres hombres cayeron uno sobre otros. ―¡Dios! ―Estaba furioso, ¿Quién deja un piso liso enjabonado?

―Dejen de jugar y apúrense. ―Gruñó Barak mirando la bobería de sus hombres.

―Entraré yo primero. ―Jimmy, uno de los hombres empujó la puerta la cual abrió al instante. ―¡Aaarrrggg! ―Gruñó por el golpe en su cabeza.

―¡Largo de aquí! ―Gritó Julieta sin dejar de usar la sartén, no tenían escapatoria, habían llamado a la policía, pero tardaría y lo único que les quedaba era defenderse. ―¡No los quiero en mi propiedad!

―¡Suéltame, loca! ―Jimmy corrió lejos de ella para librarse de sus ataques.

―Chicos malos, miren hacia aquí. ―Yusaf sonrió como el malvado que es y manejando un dron a control remoto los golpeó haciendo que las hélices los lastimara a los tres.

―¡Brillantinas, sí! ―Lesath tomó el tarro de brillantinas y las esparció por el aire con ayuda del abanico de mano que tenía Artem.




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