Los Tres Diablitos Para El Mafioso

Capítulo 9

Para Barak no había nada que hacer, su muñequita sabía de donde agarrarlo y no podía arriesgarse a que sus hijos se descontentaran con él, así que dar su brazo a torcer fue la mejor decisión, aunque él solo pensaba en su ego y en como no podía tener el control de la situación.

Los últimos días habían sido difíciles, si bien sus hijos se habían acercado un poco a él, lo seguían viendo como un desconocido y eso lo frustraba demasiado. Lianett por su parte ha estado de lo más feliz trabajando y cada vez la ve más emocionada y radiante lo que lo pone loco de los celos.

―Estoy harta de estar soportando a ese tipejo. ―Julieta quien había estado en una habitación la miró. ―Aplastaré a ese tal Kenji, ¡Es un bruto!

―¿Puedes callarte? ―Lianett miró a su alrededor y no verlo la alivió. ―Justo por eso te castigó, ¡Lo corregiste e insultaste frente a sus hombres!

―¡Bien merecido se lo tenía el asiático tonto ese! ―Endureció más el gesto. ―¿Se puede saber porque tu marido insiste en que viva aquí si sabe que no diré nada? ―Lianett alzó las cejas.

―Quien dio la idea fue Kenji, no Barak y no es mi marido. ―La corrigió amargada.

―Por supuesto que lo soy. ―Barak se paró tras de ella. ―Veo que Kenji no se ha deshecho de su juguetito nuevo.

―¡Este juguete le sacará los ojos rasgados que tiene! ―Julieta se desconoció en ese instante. ―¡No soy su juguete y lo dejaré sin lengua por estar diciendo que lo soy! ―Barak alzó las cejas. ¿Acaso todas las mujeres que se le acercan están locas? Es igual de arrebatada que su mujer.

―¡Estamos listos! ―Los trillizos se acercaron listos para ir al colegio.

―Nos vemos en el trabajo. ―Lia miró a su mejor amiga. ―Debo presentar a Barak para que le den el permiso de retirar a los niños y agregarlo como contacto de emergencia. ―Susurró amargamente.

―Nos vemos, niños. ―Julieta besó a los tres y se adelantó, no quiere encontrarse con ese japonés tatuado que no soporta.

El viaje estaba siendo incómodo, frente a sus hijos Lianett no era un completo desagrado como lo era cuando estaba a solas con Barak. Sus hijos suelen hacer muchos escándalos y sus jugueteos siempre son los que captan la atención por lo que ella no debe lidiar con Barak, ya que él se centra en ganarse a sus hijos.

―Señora Vitto. ―La directora le sonrió. ―No la hemos llamado esta vez. ―La miró confundida. ―¿O viene por la ausencia de los niños? Le dijimos que estaba bien. ―Estaba confundida y más por el grandullón a sus espaldas.

―Tranquila, he venido para presentarle al padre de mis hijos. ―Sonrió para ocultar el recelo en su voz. Aceptó presentarlo porque ciertamente Barak estaba haciendo de niñera y eso le venía bien.

―Oh, perfecto. ―La mujer agrandó la sonrisa. ―¿Tienen los documentos del señor? ―Barak miró a Lia con seriedad, él jamás dice su identidad.

―Te dije que no sería fácil. ―Susurró burlona, él insistió y ella solo está haciendo lo que él pidió.

―Me he dejado los documentos en casa. ―Dijo con su voz gruesa. ―¿Puedo venir más tarde a hacerlo todo? ―Miró a la mujer a los ojos. ―Ya sabe quién soy. ―La mujer miró a Lia bastante intimidada. No le gustó la mirada de Barak.

―E-está bien. ―Aceptó torpemente. ―Lo espero. ―Lianett se despidió de la mujer con una enorme sonrisa y salió del despacho mucho antes que Barak.

―Sabías que debía traer documentos. ―La tomó del brazo antes de que se fuera más lejos. ―¡Sabes perfectamente que todavía no tengo mi identidad falsa! ¿Por qué no me dijiste nada? ―Lianett rio.

―Usted era el que estaba apurado, señor Poretti. —No le importó llamarlo por su verdadero apellido. —No es mi culpa. ―Miró su reloj. ―Ahora con permiso, debo ir a trabajar y a mi jefe no le gusta que llegue tarde.

―¡Me voy a desconocer donde sigas! ―Gruñó todavía sin soltarla. ―Estás jugando con fuego, Lianett y cuando te estés quemando no habrá peros que valgan. ―La miró a los ojos a punto de explotar. ―Me estás enojando como nunca.

―Ese es su problema. ―Se soltó con fuerza quedando seria ―Te he dejado bien en claro que a mí jamás me tendrás. Puedes luchar por ganarte a mis hijos, pero a mí jamás. Escúchame bien, Barak, ¡Nunca podrás tenerme de vuelta porque todo lo que tenías de mí lo recuperé! ―Sin esperar respuesta paró un taxi y se marchó dejando al hombre de ojos azules inyectados de sangre por la furia.

Los deseos de seguirla y finalmente conocer a ese jefe con el que tanto amor le habla a sus hijos lo estaban dominando, pero inmediatamente recordó lo que pasó cuando intentó vigilarla. Sus hijos por poco lo aborrecen por poner triste a su madre y no se arriesgará de nuevo.

―Qué día tan pesado. ―Julieta respiró con cansancio. ―Últimamente, ha habido más trabajo y no me quejo, pero Dios. ―Cerró los ojos.

―Lianett, ven a mi despacho. ―Julieta inmediatamente miró a su amiga con travesura.

―Gretel puede tener a todos los clientes, pero tú tienes al jefe de jefes. ―La miró orgullosa. ―Por lo que veo hoy me tocará volver a esa jaula de oro sola. ¡Te odio! ―Fue hipócrita, le encanta darse la buena vida en esa mansión.

―¡Cállate! ―Chilló con voz baja. ―Y deja de mirarme así, todos lo notarán. ―Julieta rio divertida, es la única que sabe del interés del jefe por su amiga. Los demás ni siquiera lo sospechan. ―Señor Petit. ―Saludó entrando al despacho.

―Me enteré de que cerraste una buena venta. ―Le dio una mirada cautivadora. ―Eso hay que celebrarlo, después del trabajo usted y yo iremos a cenar y después de eso amablemente me ofreceré a llevarla a su casa y tomarme una copa. ―Lia sonrió con coquetería.

―Parece muy bueno el plan, lo acepto. ―Se miraron en complicidad.

Clément Petit, dueño de los bienes y raíces más popular de la ciudad, se fijó en Lianett desde que la conoció. La relación no había sido formalizada, ya que ella se negaba, pero los avanzases que le estaba dando le había dado una nueva confianza a Clément.

―De acuerdo, nos vemos en un momento. ―Tomándole la mano le besó el dorso y después la miró con deseos. Antes ni siquiera se dejaba tocar por él.




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