Los Tres Diablitos Para El Mafioso

Capítulo 11

―No debió dejarla ir, señor. ―Kenji miró a su jefe. ―Ahora la señora tiene más libertad para verse con ese mequetrefe. ―Barak lo sabía, estaba furioso por eso, pero no podía tentar contra la mujer que ama, así que no tuvo más opción que dejarla ganar.

Para él se convirtió en un juego en el cual se mide la destreza, el ingenio e inteligencia. Su mujer quería jugar y él le dará la oportunidad, aunque sabe cómo terminará todo. Desapariciones por daño colateral, su mujer sintiendo culpa y él como el vencedor y malo de la historia.

―Es un riesgo que debía tomar. ―Soltó tan calculador como siempre. ―Ella puede estar viviendo en otro lugar, pero nada puede prohibirme visitarla siempre que quiero para ver a mis hijos. ―Ladeó la sonrisa.

―¿Qué tal y ese tipejo la ayuda a escapar? ―Barak lo miró a los ojos.

―No es tan tonta como para hacer tremenda insensatez. ―Se puso en pie. ―Debo ir a verla. ―Sacó un largo suspiro. ―Hoy le tengo una sorpresa. ―Ladeó la sonrisa. ―Es ahora cuando se dará cuenta del grave error que fue ponerles a mis hijos como padre a otro hombre.

―Señor. ―Kenji lo detuvo antes de que abriera la puerta. ―Sé que me pidió encargarme de todo desde aquí, pero necesito consultarle algo. ―Barak lo miró. ―Hay una negociación importante, ¿Quiere que viaje a Italia para hacerme cargo? ―Barak lo pensó por un momento y tras analizarlo todo negó.

―Deja que se encarguen los demás, no podemos arriesgarnos. ―Kenji asintió. ―Esta ubicación debe ser secreta, no pondré en riesgo a mi familia.

―Comprendido, jefe. ―Kenji lo miró salir y se apresuró a mover las fichas para que la negociación saliera perfecta como cada trabajo que hacen ellos.

Lianett miró a su amiga y la escuchó despotricar de Kenji, quejarse de ella y blasfemar en todo lo que se le viniera a la mente. No la interrumpió, la dejó que se desahogara todo lo que pudiera y solo permaneció ahí en silencio sin quitarle la mirada de encima a su mejor amiga.

―Estaba furiosa. ―Explicó Lianett en cuanto su amiga se calló la boca. ―Le dije a Barak que la única manera de retenerme era haciendo lo que mejor sabía hacer. ―Julieta la miró atónita. ―¿Crees tú que podía quedarme a pelear también por tu libertad? ―Río sin diversión alguna. ―Barak no es un hombre con el que se pueda bromear, Julieta. Lo reté y no quería quedarme a ver lo que pasaba después. ―Dejó salir un suspiro. ―Yo tuve que agarrar a mis hijos y salir de esa mansión antes de que la serpiente se diera cuenta.

―Vale, lo entiendo. ―Aceptó finalmente Julieta. ―Pero pudiste gritarme que te ibas y yo habría conseguido venir contigo. ―Endureció el gesto. ―Odio a esa ratita que me cree su juguete. ¿Qué le pasa en tenerme bajo su yogo? ―Estaba molesta.

―¿Cómo es que estás molesta y no asustada? ―Lia no lo comprendía.

―Dormir con él resulta ser muy bueno. ―Se encogió de hombros. ―Pero es un animal que pareciera no tiene sentimientos y es un bruto a potencia. ―Gruñó. ―Yakuza tonto. ―Lianett carcajeó, no sabía exactamente porque lo hacía, pero rio hasta quedar sin aire.

―Lo siento. ―Susurró recuperando la compostura. ―Es solo que me parece tan increíble toda la situación. ―Julieta frunció el ceño, no entendía el comportamiento de su amiga. ―Los miserables son unos insufribles que no deberían existir en este mundo, pero aun así logran que las mujeres queden derretidas por ellos. ―Negó una y otra vez.

―Vale, creo que esto te está afectando. ―Decidió cambiar el tema. ―¿De verdad le has dado la oportunidad a Clément? ―Lia quedó seria. ―Lia, siento que lo haces por despecho, ¿No es mejor dejarlo fuera de todo esto?

―No. ―Se negó. ―Verdaderamente me interesa Clément. ―Suspiró. ―Los niños lo aman y ciertamente tardé mucho en darle la oportunidad por miedo.

―¡Mami! ―Los niños entraron corriendo. ―¡Ha venido papá! ―Lianett quedó fría.

Se había marchado de la mansión, pero Barak estaba muy presente en sus vidas y por alguna razón sus hijos lo estaban queriendo verdaderamente. Un mes había estado en su casa y al parecer la relación de sus hijos con ese animal se estaba fortaleciendo bastante y no podía decir nada porque él no cumplió lo que dijo. No le ha quitado a sus hijos.

―Hoy no les toca terapia a los niños. ―Gruñó con desagrado. ―¿Qué haces en mi casa? ―Barak miró a esa pelirroja desde su altura y no se inmutó por su humor.

―¿Acaso no puedo pasar tiempo con mis hijos? ―Enarcó una ceja. ―Es viernes y todavía deben ir al colegio. ―Se encogió de hombros. ―Ayer les prometí que los llevaría al colegio después de desayunar juntos. ―Tomó a su hija en brazos. ―Además de eso, tres diablitos tienen una sorpresa para ti. Vamos al comedor, muero de hambre. ―Lia miró a sus hijos con curiosidad y Julieta no se quedó atrás. Tirando de su amiga siguieron a Barak y a los niños hasta el comedor. Quiere escuchar el chisme completo.

Barak no estaba apresurado por decir la sorpresa, en cambio, Lia estaba que no sabía cómo reaccionar, ella lo miró con desconfianza y ver como sus hijos se llevaban tan bien con él le dio rabia. Sin soportarlo más se aclaró la garganta y fijó la mirada en sus tesoros.

―¿Niños? ―Estaba nerviosa. ―¿Cuál es la sorpresa? ―Trató de dibujar una sonrisa. Barak hizo una buena jugada al llevar a los niños a terapia, de esa manera ellos están manejando mucho mejor su nueva realidad y él se ha aprovechado de toda la situación porque ella es incapaz de envenenar a sus hijos y crearle traumas solo por su odio. Barak se dio cuenta de su estrategia y que ella verdaderamente solo se hacía la víctima frente a sus bebés, pero no les hablaba mal de él, desde entonces tiene toda ventaja sobre ella porque sus hijos ya lo quieren igual a Clément o un poco más.

―Como sabes. ―Yusaf fue el primero en hablar. ―Papá trata bien a Clément y el último mes nos ha demostrado que es muy bueno. ―Sonrió.

―Eso lo agradecemos mucho, papá siempre está con nosotros y sabemos que no nos dejará solos nunca. ―Artem miró a su madre. ―Así que hemos decidido algo. ―Lianett dejó de respirar, no sabía que esperar, pero por alguna razón sentía bastante pánico. ¿Se irán con él? ¿Barak los convenció de volver a la mansión? El solo pensar la enloqueció.




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