Lianett no podía respirar, ¿Tan decidido estaba Barak en fastidiarla que se está arriesgando a reconocer a sus hijos en un país donde no tiene influencias?
―A-a ver, niños. ―Miró a sus hijos desconcertada. ―¿Cómo está eso? ―No lo podía entender. ―Creí que querían a Clément y…
―Y es así, mami. ―Yusaf agrandó su sonrisa. ―Lo queremos, pero también queremos a papá. ―Lo tomó de la mano.
―Además, hicimos un trato con papá. ―Artem puso esa cara de maloso que enorgullece a Barak. ―Él trataba bien a Clément y nosotros como agradecimiento nos pondríamos el apellido.
―¡Sí! No lo puso a morder el suelo. ―Río Lesath sin saber lo que había dicho.
―¿Qué? ―Lia miró a su hija horrorizada.
―Sí, papi dijo así: ¡No lo pongo a morder el suelo porque los amo demasiado y no quiero herirlos! ―Puso un gesto feo tratando de imitar el de su padre.
Julieta se mató de la risa y Barak trató de no sonreír, mientras tanto, Lianett se quería morir. ¿Cómo la podía estar fastidiando tanto? Sabía que tarde o temprano tendría que suceder, pero no estaba lista para eso, no lo pensó.
―Papá es un hombre de palabra y nosotros somos como él. ―Asintió varias veces Yusaf. ―Papá nos ha demostrado que nos quiere mucho y nosotros ya lo amamos muchísimo. ―La mirada de Lianett recayó en Barak quien le dio una mirada de triunfo.
―Si no puedes con el enemigo, únetele. ―Susurró guiñándole un ojo antes de centrarse en sus hijos.
―¿Quién quiere desayunar en la sala viendo TV?
―¡Yo! ―Los niños corrieron por delante de Barak quien lleva los platos de los niños.
―Eso te lo dijo a ti. ―Julieta miró a su amiga. ―No comprendo porque tan en shock. ―Resopló. ―Te dije que una vez salieras de esa mansión le sería más fácil ganarse a los niños. ―Negó. ―Lianett, ¿No crees que estás actuando como una cabezota? ―Lia miró a su amiga ofendida. ―Oye, ama a sus hijos, los protege, siempre que ellos lo llaman está ahí para ellos. ―Le sonrió. ―Lesath se enfermó y se puso tan histérico que la llevó a urgencias por un simple resfriado. ―Río divertida. ―¿No crees que deberías dejar de ofenderte y tomar todo lo que él hace como un ataque directo a ti?
―No sabes nada, Julieta. ―Se puso en pie enfurecida. ―¡No puedo estar feliz cuando él me echó de su vida!
―Sí. ―Julieta se puso en pie. ―A ti, no a sus hijos.
―Pero…
―No le dijiste la verdad. ―La cortó. ―Y lo sé, me contaste tu miedo y lo comprendo, pero ¿Tan malo era?
―No lo conoces, Julieta. ―Lianett se sintió herida y atacada ahora por su mejor amiga. ―¡Me amenazó! ¿Crees tú que podía arriesgarme a contarle que estaba embarazada?
―Respóndeme algo. ―Julieta se cruzó de brazos. ―¿Te trató igual a como trataba a los demás en todo lo que estuviste casada con él? ―Lia abrió y cerró la boca, pero las palabras no le salían. ―¿Fue un completo tonto contigo? Digo, ¿Más allá de lo que normalmente es con cualquiera?
―Bueno, le hizo una promesa a mi padre. ―Balbuceó como tonta. ―Su palabra es lo más valioso que tiene, así que la cumple, pero…
―Estás cegada por el dolor y lo comprendo. ―Asintió. ―Y estoy de acuerdo en que debes hacerlo parir, atragantarse con su bilis, enloquecerlo de celos hasta que ya no pueda más, pero deberías parar con lo demás.
―¿A qué te refieres?
―A los niños. ―Contestó en el acto. ―Aunque te duela y ni siquiera lo parezca, el bruto es un buen padre y ese crédito no se lo quitará ni Clément. ―Le fue brutalmente sincera.
―Sabes que ni siquiera les hablaba mal a los niños de él. ―Distorsionó el gesto por el enojo.
―Pero los usaste para hacerlo sufrir. ―Suspiró. ―Eso no está bien. ―Le acarició el brazo. ―Sé feliz por tus hijos, Lia. ―Le sonrió con cariño. ―Ellos, aunque Clément estaba presente, deseaban a su padre y ahora que lo tienen resultó ser mejor que cualquiera.
―¿Ahora resulta que debo estar fingiendo felicidad y jugar a la casita feliz con ese animal? ―Julieta carcajeó.
―No, solo digo que seas feliz por tus hijos. ―Le guiñó. ―Sin embargo, puedes enloquecerlo de otras mil maneras más. Eso sí ―Alzó el dedo índice. ―Ten mucho cuidado, puedes quemarte con ese fuego. ―El jugueteo en su cara hizo resoplar a Lia.
―Estoy con Clément porque verdaderamente quiero darme la oportunidad. ―Le aclaró. ―Es un buen hombre y lo ha demostrado este último mes.
―Sí, para saber que estabas con el padre de tus hijos mientras él imploraba que le dieras una oportunidad y aun así perdonarte. ―Asintió. ―Es bastante bueno, o cortito de mente. Lo que prefieras.
―¡Julieta! ―Protestó mirando a su amiga indignada por lo que acababa de decir.
Julieta empezó a comer y se quedó para ella que la única ciega en todo el panorama era su querida amiga que solo estaba poniendo al pobre hombre en bandeja de oro para la bestia que está desayunando con los diablitos en la sala.
―Por fin tendremos el apellido de papá. ―Artem estaba muy emocionado. ―Todos nuestros compañeros tenían el apellido de sus padres y nosotros éramos los únicos en tener el de mamá. ―Barak miró a sus hijos y sintió resentimiento por Lianett. ¿Cómo fue capaz de hacer pasar a sus hijos, por tanto?
―Sí, ya quiero que me llamen así: Yusaf Poretti. ―Carcajeó sin poder contener la alegría.
―Sí, me gusta el apellido de papi. ―Lesath lo miró con ojitos dulces.
Barak miró a su hija por el retrovisor y su duro corazón latió levemente. Su niña lo es todo para él, ¿Tendrá una debilidad al fin de cuentas? Tras también mirar a sus dos hijos suspiró, por supuesto que la tiene.
―No corran, niños. ―Lianett suspiró, sus hijos son un torbellino. ―Yusaf, Artem, les estoy diciendo que no corran.
―Háganle caso a su madre. ―La voz gruesa de Barak los hizo frenar en el acto. ―Después se le hincha la vena de la frente y todos estaremos en problemas. ―Los niños dibujaron una sonrisa en los labios, pero el gesto de su madre se las borró en el acto.
―Muy gracioso, Barak. ―Lo miró mal.