Los Tres Imperios Y El Legado De Cai

SOMBRAS DEL PASADO

El amanecer tiñó el cielo de rosa y dorado mientras Kael y Mael avanzaban entre la espesura del bosque. A pesar del cansancio, Kael se sentía más despierto que nunca. Cada paso junto a Mael era un recordatorio constante de lo que había sucedido la noche anterior... y de lo que había estado a punto de suceder.

Ninguno hablaba. Había un silencio extraño entre ellos, cargado de palabras no dichas. Mael caminaba un poco más adelante, con el rostro serio, evitando encontrarse con los ojos de Kael. De vez en cuando, su mano rozaba la de Kael sin querer, y cada vez el corazón de Kael latía un poco más rápido.

Kael quiso decir algo, pero no encontró las palabras. Se limitó a observar la forma en que la luz del sol iluminaba las hebras plateadas en el cabello oscuro de Mael, y se preguntó qué era exactamente lo que sentía por él.

Después de varias horas, llegaron a una zona donde el bosque se abría en una explanada cubierta de hierba alta. Al fondo se levantaban ruinas antiguas: columnas de piedra agrietada, cubiertas de musgo y enredaderas, como si la selva hubiera decidido tragarse ese lugar siglos atrás.

Mael se detuvo, mirando alrededor con cautela.

—Aquí —dijo en voz baja—. Aquí deberíamos encontrarla.

Kael frunció el ceño.

—¿A quién?

—A Yara.

En ese momento, el estómago de kael rugió tan fuerte que rompió el silencio. mael giró hacia él, levantando una ceja con una sonrisa ligera.

—¿Con todo lo que está pasando… y sigues pensando en comida?

Kael se encogió de hombros, avergonzado.

—No he comido nada desde ayer.

Kael se giró bruscamente. Una mujer emergía de entre las columnas, moviéndose con una gracia felina. Llevaba una túnica de color azul oscuro, ceñida a la cintura, y el cabello le caía en ondas negras salpicadas de mechones blancos. Sus ojos eran de un verde intenso, casi hipnótico, y lo miraban todo con una mezcla de curiosidad y cautela.

—¿Así que este es el héroe del equilibrio… y se nos va a desmayar de hambre? —dijo, y sacó un pequeño envoltorio de hojas de su bolso de cuero. Lo arrojó hacia Kael—. Toma. Carne seca de venado y unas bayas. Es lo único que puedo ofrecerte.

Kael atrapó el paquete al vuelo, un poco sorprendido.

—Gracias… —murmuró, desenvolviendo el alimento. El olor salado y dulce a la vez hizo que se le hiciera agua la boca.

Mael se acercó y le dio un suave golpecito en el brazo.

—Cómete eso antes de que Yara cambie de opinión.

Kael sonrió mientras daba un bocado.

—No está tan mal… —dijo entre dientes.

Yara rodó los ojos.

Kael le dio otro mordisco y apuró el paso tras ellos, sintiendo que pequeños momentos como ese le devolvían la fuerza.

Mael Parecía incómodo, como si estuviera entrando en terreno peligroso.

—Ella... sabe cosas. Cosas que ni siquiera yo entiendo.

Kael lo miró con atención.

—¿La conoces bien?

Mael desvió la mirada.

—Hace tiempo trabajamos juntos.

Kael sintió un nudo inesperado en el estómago. Antes de que pudiera preguntar más —No esperaba volver a verte tan pronto, Mael, dijo yara.

Mael respiró hondo.

—Han pasado años. Creí que habías dejado todo esto atrás.

—No puedo dejarlo —respondió Mael, su voz más áspera de lo habitual.

Kael observó el intercambio, notando algo tenso en el aire. Los ojos de Yara se deslizaron hacia él, y Kael sintió como si lo atravesaran.

—¿Y este? —preguntó ella, con una leve sonrisa, aunque había un filo en su voz.

—Kael —contestó Mael, antes de que Kael pudiera responder—. Es... importante.

Yara arqueó una ceja.

—¿Importante? ¿Para ti... o para Cai?

Mael apartó la vista, incómodo. Kael sintió un leve calor en las mejillas. Yara se acercó un paso más, lo suficientemente cerca para que Kael percibiera el suave aroma de hierbas y tierra húmeda que la rodeaba.

—Kael, ¿verdad? —dijo ella, con una voz tan suave como el viento—. Dime... ¿qué es lo que has traído contigo?

Kael sacó la esfera, todavía envuelta en tela, y la mostró. Yara la observó con una mezcla de asombro y temor.

—Así que es verdad... —susurró—. El Artefacto Olvidado.

Mael habló, con urgencia:

—Necesitamos ayuda, Yara. El Imperio de los Elementos está tras nosotros. Y después vendrán los otros dos. Nadie puede controlar esta esfera... excepto quizá tú.

Yara lo miró, con sus ojos verdes brillando intensos.

—¿Y por qué habría de ayudarte otra vez, Mael? —preguntó, y había algo dolido en su voz—. Después de cómo terminó todo...

Mael apretó la mandíbula.

—No es el momento para hablar de eso.

Kael se sintió como si estuviera observando algo demasiado íntimo. Había una tensión eléctrica entre ellos. Yara se volvió hacia Kael.

—¿Él sabe quién eres realmente? —preguntó.

Mael no respondió. Kael abrió la boca.

—Yo... no entiendo nada. Solo quiero respuestas. Quiero saber por qué todos me buscan. Qué es esto... —alzó la esfera— y por qué siento que me está cambiando.

Yara lo miró largo rato, luego suspiró.

—Eres más valiente de lo que pareces. Ven.

Se giró y caminó hacia lo profundo de las ruinas. Mael vaciló antes de seguirla. Kael fue tras ellos, sintiendo el hielo del miedo mezclado con una extraña punzada que no sabía cómo manejar.

Bajaron una escalinata cubierta de musgo, hasta una cámara subterránea iluminada por cristales incrustados en las paredes. La estancia estaba llena de pergaminos antiguos y frascos con líquidos de colores. En el centro había una mesa de piedra, sobre la que Yara hizo colocar la esfera.

—Mírenla bien —dijo Yara—. Esta esfera no es solo un artefacto. Es un fragmento del Núcleo de Cai. Contiene memoria viva. Y poder suficiente para alterar el equilibrio de los tres imperios.

Kael sintió vértigo.

—¿Y por qué yo? —preguntó, con la voz quebrada.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 06.08.2025

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