Los Tres Imperios Y El Legado De Cai

Fuego en la Noche

Kael tragó saliva mientras seguía a Yara hacia una cámara más profunda de las ruinas. La humedad del lugar impregnaba cada piedra, y el aire parecía cargado de electricidad. Cristales incrustados en las paredes lanzaban destellos azules y violetas que iluminaban el rostro de Yara, endureciendo aún más sus rasgos.

Mael los seguía unos pasos detrás, silencioso, aunque Kael sentía su mirada clavada en su espalda, intensa y ardiente.

Finalmente llegaron a un círculo de piedra, marcado con antiguos símbolos que Kael no lograba descifrar. En el centro, Yara se detuvo y se giró hacia él.

—Coloca la esfera aquí —ordenó, señalando el centro del círculo.

Kael obedeció, aunque sus manos temblaban. En cuanto la esfera tocó la piedra, un anillo de luz se encendió a su alrededor. Runas antiguas comenzaron a girar lentamente, flotando en el aire. Kael se quedó boquiabierto.

—¿Qué... es esto?

—Es una matriz de contención —respondió Yara, con su voz fría—. Para que lo que está dentro de la esfera no nos arrase a todos mientras intento enseñarte algo.

Kael miró a Mael, buscando apoyo. Mael dio un paso al frente, pero Yara le lanzó una mirada afilada.

—Tú. Fuera del círculo. Esto es entre él y la esfera.

—No pienso dejarlo solo —replicó Mael, con la voz baja y amenazante.

—No me importa lo que pienses —dijo Yara, con frialdad—. Si él no aprende a enfrentarse solo a esto, no durará ni un día más.

Kael inspiró hondo. Aunque el miedo lo devoraba por dentro, levantó una mano para detener a Mael.

—Está bien. Déjame intentar.

Mael lo miró con preocupación. Sus ojos brillaban con una mezcla de furia contenida y algo más... algo casi vulnerable.

—Si algo sale mal, entro a sacarte —le advirtió Mael.

Kael asintió. Yara extendió las manos sobre la esfera. Un pulso de luz los envolvió, y Kael sintió un golpe de aire helado que lo empujó hacia atrás. El suelo desapareció bajo sus pies.

Cuando abrió los ojos, Kael ya no estaba en la cámara. Se hallaba de pie en un lugar irreal, bañado en una luz plateada. A su alrededor flotaban islas de roca, suspendidas en un vacío interminable. Fragmentos de memoria —rostros, voces, imágenes desconocidas— danzaban a su alrededor como mariposas de cristal.

Una figura emergió entre las luces: una versión de sí mismo, pero más pálido, con ojos negros como la noche.

—Tú no estás hecho para esto —susurró la figura, con una voz idéntica a la suya—. Te quebrarás. Matarás a quienes amas. Traerás la ruina a los tres imperios.

Kael retrocedió, el corazón en un puño.

—¡No! Yo... no quiero hacer daño a nadie...

La figura sonrió, cruel.

Kael sintió el golpe de esas palabras como un puñal. El vacío a su alrededor pareció cerrarse sobre él.

—¡Cállate! —gritó, pero su propia voz se quebró.

La figura se acercó más.

Kael se cubrió los oídos. Una energía oscura comenzó a girar a su alrededor. Sentía la esfera quemándole el pecho incluso en ese mundo ilusorio.

De pronto, una voz distinta atravesó el vacío:

—¡Kael! ¡Escúchame!

Era Mael. Su voz llegó como un faro, rompiendo la oscuridad.

Kael alzó la vista y vio, a través de una grieta en ese espacio etéreo, los ojos azules de Mael, fijos en él, llenos de miedo... y de algo más profundo.

—¡Tú decides quién eres, no la esfera! —gritó Mael.

La figura oscura siseó.

—Él solo te usará. Como usó a Yara. Como usa a todos...

Kael, temblando, recordó las palabras de Mael. Respiró hondo.

—¡No! —exclamó, con renovada fuerza—. ¡No soy solo esto!

La figura chilló como si se quebrara en mil fragmentos de vidrio. La luz del lugar se intensificó hasta volverse cegadora.

Kael se desplomó sobre la piedra fría de la cámara subterránea, sudoroso y pálido. Mael se lanzó a su lado, tomándolo en brazos.

—¡Kael! ¡Mírame! —le decía, con la voz temblorosa.

Kael parpadeó, buscando aire. Cuando sus ojos encontraron los de Mael, su corazón se disparó. Mael tenía las manos en su rostro, casi sosteniéndolo como si temiera soltarlo jamás. Había una intensidad en su mirada que casi lo devoró.

—No vuelvas a asustarme así... —susurró Mael.

Kael abrió la boca para responder, pero antes de poder hablar, Yara se acercó y los separó bruscamente.

—¡Basta! —dijo, dura como el acero—. No es momento para sus... distracciones.

Kael se apartó, aturdido, mientras Mael la fulminaba con la mirada. Yara se cruzó de brazos.

—Si quieres seguir vivo, tendrás que aprender a controlar esa parte oscura que has visto, Kael. O el próximo encuentro dentro de la esfera te consumirá... y a todos los que amas.

Kael respiró hondo, aún débil. Miró a Yara, que lo observaba como una maestra exigente... pero también, en lo profundo, con una chispa de respeto.

—Enséñame —dijo Kael con voz ronca—. No pienso rendirme.

Yara lo miró un segundo más... y asintió.

—Entonces empezamos mañana al amanecer.

Durante los siguientes cinco días, permanecieron ocultos en las ruinas de yara. el tiempo pasó entre sesiones exigentes en las que yara trataba de enseñarle a kael a canalizar la energía de la esfera. cada día, kael se paraba en el círculo de piedra, mientras yara le gritaba órdenes y mael lo observaba, tenso.

Pero, por más que lo intentó, kael no lograba dominar el poder. cada vez que intentaba canalizar la luz, sus manos temblaban y un calor abrasador le subía por los brazos, hasta que yara tenía que detener el ejercicio para evitar que se hiciera daño.

Yara, irritada, terminó por apartarse de él al quinto día.

—Esto no sirve —gruñó—. es como intentar enseñar a un pez a escalar un árbol.

Mael se acercó a kael y le pasó sufriendo una mano por el cabello.

—Tranquilo. no es tu culpa.

Kael lo miró, frustrado y avergonzado.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 06.08.2025

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