Los Tres Imperios Y El Legado De Cai

RUMORES DEL ABISMO

Las ramas crujían bajo sus pasos mientras avanzaban por el bosque, con la luna apenas asomándose entre nubarrones. Cada sombra parecía esconder enemigos. Kael caminaba entre Mael y Yara, sosteniendo la esfera contra su pecho, como si temiera que pudiera escapar.

El aire estaba impregnado de humedad y sal, como si el océano respirase en la distancia. En algún lugar, un búho ululaba, su grito perdiéndose entre los árboles.

Yara se detuvo un instante, girándose hacia él.

—¿Estás bien? —preguntó, su tono más suave de lo habitual.

Kael suspiró.

—No lo sé. Todo esto… Vaelora, Lysandor, el Núcleo… Siento que estoy en el centro de una guerra que no pedí.

Yara bajó la vista.

—Nadie lo pide, Kael. Ni siquiera los héroes.

Se quedaron en silencio un momento. El viento agitó las hojas, y pequeñas luces, como luciérnagas azuladas, parpadearon entre las ramas. Entonces Yara murmuró:

—Tu padre… él sabía que esto podía pasar. Siempre supo que si el Núcleo despertaba, volverían a buscar a los hijos de Cai.

Kael frunció el ceño.

Yara respiró hondo, como si dudara de si debía hablar.

—Él… era uno de los arquitectos del Núcleo. Creyó que destruirlo sería la única forma de salvar Cai. Pero… otros no estuvieron de acuerdo. Lysandor, sobre todo.

Kael se quedó en silencio, mordiéndose el labio.

—Entonces… ¿todo esto empezó por mi familia?

Yara alzó la mirada, sus ojos brillando débilmente en la penumbra.

—Empezó mucho antes. Pero tu familia está en el centro de todo. —Susurró, con un leve temblor en la voz—. El Núcleo no es solo poder, Kael. Es memoria. Es historia. Guarda secretos de los fundadores de Cai… y quizá, de cosas que existían incluso antes de que los Imperios fueran trazados en el mapa.

Kael abrió la boca para preguntar algo más, pero antes de que pudiera hablar, un sonido sibilante surgió entre los árboles. Mael alzó el brazo, interponiéndose.

—Algo viene…

De entre la niebla emergió una criatura como de pesadilla: un cuerpo serpentino, cubierto de escamas azules y espinas lumínicas. Tenía dos pares de patas membranosas, como aletas, y branquias que se abrían y cerraban, exhalando vapor helado. Sus ojos, como cristales líquidos, brillaban con un fuego interno, y su lengua bífida vibraba en el aire, captando el olor del miedo.

Yara desenfundó su espada.

—¡Es un Tyren! ¡Criatura de Vaelora!

Kael dio un paso atrás.

—¿Cómo puede estar aquí algo del mar?

Mael tensó la mandíbula.

—Magia de invocación… o algo peor. —Sus ojos se oscurecieron—. Si Vaelora está mandando bestias hasta aquí… significa que alguien muy poderoso te está buscando, Kael.

La bestia soltó un rugido, y se abalanzó sobre ellos, abriendo unas fauces llenas de dientes curvos y brillantes como nácar. Mael bloqueó el primer golpe con su espada, pero salió despedido contra un árbol. Yara se lanzó sobre el Tyren, cortándole una de las aletas, pero el monstruo rugió, salpicando gotas de agua ardiente que chisporrotearon al tocar la tierra.

Kael, paralizado, sintió cómo la esfera comenzaba a arder en su pecho, susurrándole en idiomas que no entendía. Las runas de su superficie titilaban, como si quisieran romperse y liberar algo contenido.

El Tyren se giró hacia él, con su lengua vibrando como si pudiera sentir la sangre de Cai en sus venas.

Mael se levantó, tambaleante.

—¡Kael, cuidado!

El Tyren lanzó un chorro de agua presurizada, cortando ramas y roca como si fueran mantequilla. Yara gritó:

—¡Haz algo, Kael!

Instintivamente, Kael levantó la mano, y un estallido azul brotó de la esfera, envolviendo al Tyren. La criatura chilló, su cuerpo cristalizándose hasta romperse en miles de fragmentos que se deshicieron en agua. Una nube de vapor subió al cielo nocturno, iluminada brevemente por el resplandor de la luna.

Kael se quedó temblando, mirando sus propias manos. Mael y Yara lo observaban, sin moverse.

Un olor a sal y ozono impregnó el aire. Gotas brillantes, como diminutas perlas, quedaron suspendidas unos segundos antes de caer.

Yara fue la primera en hablar, en voz baja:

—Cada vez es más fuerte… lo que hay en ti. Y no es solo poder. Es como si… algo te estuviera mirando desde dentro.

Mael se acercó, poniendo la mano sobre el hombro de Kael.

—No tienes que temerle, Kael. Yo…

Kael lo miró, con lágrimas contenidas.

Mael bajó la mirada, su voz temblorosa.

—A veces desearía no haberte conocido… porque entonces no dolería tanto.

Kael sintió el corazón retumbarle en el pecho. Mael levantó la mano, rozándole el rostro. Sus dedos se detuvieron en su mejilla, cálidos y protectores.

—Debemos seguir. No es seguro quedarnos aquí. —Su voz sonaba quebrada, aunque trataba de mantenerla firme.

Yara los observaba, en silencio, con un leve destello de celos en sus ojos, pero también con resignación. Finalmente habló, con un suspiro cansado:

—Si siguen así, nos matarán antes de que lleguemos a Vaelora.

Kael parpadeó, rompiendo la tensión, y no pudo evitar una risa temblorosa.

—¿Eso fue… un chiste, Yara?

Yara bufó.

—No lo repitas.

El grupo siguió caminando hasta lo alto de una colina. Allí, el bosque se abría en un claro desde donde podían ver el mar, extendiéndose como un manto de plata bajo la luna. Pequeñas olas rompían en la costa, y bajo la superficie, luces azuladas parpadeaban, como si estrellas hubieran caído al fondo del océano.

Kael se detuvo, maravillado.

—¿Eso es… Vaelora?

Yara se acercó, su voz cargada de nostalgia.

—Las cúpulas de cristal de Vaelora siempre han brillado así. Bajo el mar, las corrientes llevan mensajes… y secretos. Allí abajo, Kael, las mentiras flotan como perlas, y cada sonrisa puede esconder un puñal. No todos los que viven en Vaelora están de acuerdo con los Regentes. Hay facciones… y algunas podrían ayudarnos. O traicionarnos.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 06.08.2025

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