Los Tres Imperios Y El Legado De Cai

MAREAS EN SOMBRAS

El viento salado azotaba la costa mientras Kael, Mael y Yara avanzaban por un estrecho sendero entre acantilados. Las olas rompían abajo con un rugido constante, levantando espuma que parecía humo plateado bajo la luz de la luna.

Kael caminaba en silencio, el Núcleo vibrando apenas contra su pecho, como un latido sordo que se negaba a calmarse.

Mael iba a su lado, observando cada sombra con la mano siempre cerca de la empuñadura de su espada. Yara cerraba la marcha, el rostro endurecido y alerta.

—Está demasiado tranquilo —murmuró Yara, con la vista fija en el mar—. No me gusta.

Kael se giró hacia ella.

—¿Qué esperas que pase?

Yara le lanzó una mirada cargada de dureza.

—Que Vaelora no deja entrar a nadie sin vigilarlos. Si Lysandor está allí, es probable que sepa que venimos.

Mael entrecerró los ojos, el viento agitando sus cabellos oscuros.

—Lysandor… —repitió en voz baja—. Siempre un paso adelante.

Kael lo miró.

—¿Tú lo conociste?

Mael tragó saliva.

—No personalmente. —Sus labios se curvaron en una línea amarga—. Pero escuché historias. Incluso después de la caída de Cai, su nombre seguía corriendo entre espías y soldados. Decían que era carismático. Brillante. Podía convencer a cualquiera de cualquier cosa. Incluso… de que la guerra era la única solución.

Kael bajó la mirada al suelo de roca húmeda.

—¿Crees que mi padre… luchó contra él?

Yara se detuvo de pronto, girándose hacia Kael.

—Kael… no sabes lo complicada que fue aquella guerra. Hubo un tiempo en que muchos creyeron que Lysandor sería el salvador de Cai. Incluso tu padre…

Kael abrió los ojos con sorpresa.

—¿Mi padre… confiaba en él?

Yara se pasó una mano por el cabello, nerviosa.

—Durante un tiempo, sí. Hasta que vio lo que Lysandor realmente quería. —Sus ojos verdes se oscurecieron—. Poder absoluto. Y lo peor… es que todavía hay quien cree que él tenía razón.

Mael añadió en voz baja:

—Si tu padre está vivo… no es solo para ocultarse. Quizá esté buscando la misma cosa que Lysandor.

Kael sintió un escalofrío que le recorrió la columna.

—¿Y si mi padre es como él…?

Mael lo agarró del brazo, deteniéndolo.

—No lo digas. Tu padre fue uno de los pocos hombres buenos que he oído nombrar. Aunque haya secretos… no lo pongas en la misma sombra que Lysandor.

Kael apartó la vista, mordiéndose el labio.

Siguieron avanzando, descendiendo una senda estrecha. A lo lejos, Vaelora centelleaba bajo las olas como un firmamento sumergido. Cada tanto, la superficie del agua se agitaba, y sombras enormes pasaban bajo ellos, casi como ballenas… o algo mucho más antiguo.

En un recodo del camino, se detuvieron para descansar. Yara sacó una pequeña caja de metal con inscripciones luminosas. Al abrirla, brotó un débil fuego azulado, cálido y sin humo.

Se sentaron en círculo, la luz azul iluminando sus rostros cansados.

—¿Qué es eso? —preguntó Kael.

—Fuego de salmuera —respondió Yara—. No produce humo. Útil para no ser vistos… si es que no es demasiado tarde para eso.

Mael soltó una risa baja.

—Aquí nada pasa desapercibido. Los peces en Vaelora llevan secretos en las escamas.

Kael miró la llama titilante.

—¿Creen que mi padre está… prisionero?

Yara intercambió una mirada con Mael. Finalmente suspiró.

—No lo sabemos. —Bajó la voz—. Pero si esa figura que viste en la costa fue real… podría ser él. O alguien que quiere que lo creas.

Kael sintió que la desesperación le apretaba el pecho.

—¿Y si todo esto es una trampa?

Mael tomó aire, con la voz tensa:

—Si es una trampa… iremos igual.

Kael levantó la vista, con lágrimas brillando en sus ojos.

—¿Por qué?

Mael se quedó en silencio, bajando apenas la mirada.

—Porque… te lo debo. —Su voz fue apenas un susurro.

Yara lo interrumpió bruscamente.

—Basta. Tenemos que pensar con la cabeza fría. Vaelora no es un lugar… es una jaula de espejos. Lo que ves nunca es lo que es.

Kael apretó el puño sobre el Núcleo.

—Pues es hora de descubrir la verdad.

Mael lo miró, con orgullo y miedo mezclados en su mirada.

—Así se habla, Kael de Cai.

Mientras tanto, en el horizonte, luces verdosas comenzaron a encenderse sobre la superficie del mar, formando un extraño patrón circular. Yara se tensó.

—Esos no son barcos. Son sondas de Vaelora. Ya saben que estamos aquí.

Kael tragó saliva.

—¿Y ahora qué hacemos?

Yara se levantó lentamente.

—Ahora… buscamos nuestra propia entrada. Antes de que decidan salir a buscarnos ellos.

Mael puso la mano en el hombro de Kael.

—No te sueltes de mí, pase lo que pase.

Kael asintió, aunque su respiración seguía agitada. Mientras recogían sus cosas, un grito surgió del cielo. Levantaron la vista, y vieron un grupo de aves marinas negras, con plumaje húmedo y ojos plateados, revoloteando en círculos sobre sus cabezas.

—Vigías de Vaelora —susurró Yara—. Lo ven todo… y lo cuentan todo.

Kael sintió cómo la presión del Núcleo vibraba aún más fuerte, como si reaccionara a cada espía que los acechaba.

—Ya no hay vuelta atrás, ¿verdad? —preguntó.

Mael negó con la cabeza, con el ceño fruncido.

—No. Pero si tu padre está ahí… no podemos dejarlo en manos de Lysandor.

Yara se aproximó a Kael y bajó la voz.

—Cuando entremos, no confíes en nada ni en nadie. Ni siquiera en los recuerdos que pueda mostrarte el Núcleo. Vaelora… sabe disfrazar las verdades más dolorosas.

Kael respiró hondo, sintiendo el sabor salado del viento. Volvió a mirar el mar, allá donde luces lejanas parpadeaban como estrellas sumergidas.

—Entonces, vamos. Quiero saber si lo que vi… era mi padre.

Mael lo miró con una leve sonrisa cargada de tristeza.

—Sea lo que sea… lo enfrentaremos juntos.

Yara se apartó de ellos, señalando hacia un tramo de rocas.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 26.08.2025

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