Los trillizos de mi Sugar daddy

La primera vez

Narra Boran
—Hazlo.

Esa invitación me resultó totalmente atractiva, y estuve a punto de destruir mi serenidad. Verla así, pidiéndome lo que yo tanto anhelaba darle, sin ningún tipo de vergüenza, era para mí un afrodisíaco absoluto.

Nos besamos con una pasión desenfrenada. Sus brazos se enredaron en mi cuello atrayéndome hacia ella, y sus labios tentadores lograron incendiar rápidamente toda sensación dormida entre mis piernas.

—Enola… —murmuré jadeando cuando su mano acarició, por encima de mis pantalones, mi falo endurecido que se remarcaba torpemente bajo la tela.

—Me siento como una mujer inmoral —confesó contra mis labios y luego sonrió mientras la miraba—. Soy una, tal vez por eso me siento de ese modo... Tiene sentido, ¿no?

Ese tono era ácido; lo pude notar cuando su sonrisa empezó a disminuir y una mirada triste invadió sus ojos.

—Yo no te veo así —volví a besarla superficialmente—. No puedo verte como una mujer inmoral.

—¿Lo dices porque soy virgen? —inquirió sin parecer estar a la defensiva—. ¿No dirás lo mismo cuando deje de serlo, Boran?

—Enola, solo quiero tu compañía... No quiero juzgarte, solo quiero hablar contigo, que estés a mi lado.

—¿Estás seguro? ¿Por cuánto tiempo? Dijiste que querías estar conmigo por todo un año, ¿no te parece que es demasiado? Pueden ocurrir muchas cosas en un año.

—¿Cómo cuáles?

—Olvídalo, es una tontería.

—Pero quiero saber todo lo que tengas que decir. Puedes decírmelo.

—Esto va a sonar poco ético y también algo estúpido… —La miré con atención, curioso por lo que diría—. ¿Y si nos enamoramos, Boran? ¿Crees que eso no puede suceder?

No había pensado en ello. Y es que jamás me pasó por la cabeza. Me encontraba tan ensimismado en aquella mujer que no repasé esa posibilidad en mi mente. Sin embargo, dudaba mucho de que eso pasara; y si acontecía, entonces no había nada que pudiera hacer, porque Amira era mi esposa y jamás podría dejarla.

Estaba consciente de que eso no podía ser posible porque yo, como hombre, entendía la magnitud de mi compromiso con Amira, pero había un detalle que Enola no sabía. Enola no sabía que yo estaba casado y era demasiado tarde, porque ya le había mentido.

—No creo que eso pase —me aparté de ella un poco nervioso—. Solo te estoy tratando bien, Enola. ¿Quieres que te trate con indiferencia?

Se tensó.

—No. Digo que, si vamos a hacer esto, seamos profesionales, Boran... No me digas palabras bonitas, no hables de hacer el amor y no me trates como si estuviéramos enamorados, porque me voy a terminar confundiendo.

—No quiero cohibirme, Enola, no quiero —susurré, sintiendo el peso de la desilusión en mi pecho—. Me gusta ser espontáneo, expresivo; no me gusta ser frío. Quiero eso contigo, preciosa.

Le pedí que viniera conmigo y aceptó. Ella se levantó cuando tomó mi mano y, con delicadeza, salió de la tina, completamente mojada y desnuda. Era el cuerpo más precioso que jamás había visto. Era delgada y pequeña, como una muñequita de porcelana. Lo que más me gustaba de ella eran sus caderas pronunciadas. Se ruborizó cuando empecé a mirarla lentamente, apreciando cada detalle de aquel cuerpo perfecto, justamente como me gustaba.

—Eres muy hermosa, Enola —le dije como si no se lo hubiera repetido bastante, aturdido y hechizado por el efecto de su cuerpo semejante al de una sirena.

—¿Tú crees? —murmuró con inseguridad y timidez—. ¿Crees que lo soy? —Chasqueó la lengua—. Por favor, no te burles de mí, Boran.

—Sí, lo eres. ¿Quién te dijo que no?

Vaciló antes de responder, tal vez pensando si era una buena idea mostrarse tan humana.

—Mi madre... me dijo que no era hermosa —respondió intentando no llorar—. Dijo que mi cabello era horrible y que, si hubiera tenido su cuerpo y su cabello, sería más hermosa.

¿Cómo una madre podría decirle eso a su hija? No lo comprendía. ¿Qué demonios le pasaba por la cabeza a esa mujer?

—Pues para mí, lo eres...

La abracé contra mi pecho y pude sentir su cuerpo estremecerse en mis brazos.

—Me gusta cómo me siento cuando estoy contigo... Es tranquilizador, siento mucha paz —se separó levemente de mí para mirarme—. Bésame, tócame, hazme sentir que soy una mujer deseada.

Entonces le cumplí aquella petición y la devoré entera. La tomé en brazos, la dejé caer con delicadeza encima del lavabo y me aferré a ella, demostrándole que estaba excitado tan solo por su presencia.

Gimió contra mis labios cuando, con decisión, empecé a acariciar esa pequeña figura redondeada que se encontraba alojada entre aquellos suaves y delicados labios menores.

—Te necesito —pronunció—. Quiero saber cómo se siente... Cómo se siente que estés dentro de mí.

Me estaba tentando y yo estaba cayendo en su hechizo; estaba a punto de caer.

—Enola, mi Enola... No quiero que sea una experiencia desagradable. Quiero que la disfrutes al igual que yo, y para eso necesitamos tiempo.

—Estoy preparada. ¿Qué no entiendes que me estoy quemando por ti? —susurró con desesperación—. ¿Que te deseo? Nunca me había sentido así, nunca. Ningún hombre me había motivado tanto.

Empezó a desabrochar mi camisa blanca y, con mi ayuda, se deslizó por mi cuerpo. Sus manos juguetonas se escaparon hacia el broche de mi pantalón. Mordió su labio mientras me dedicaba una mirada traviesa.

Mi pantalón se deslizó por mis piernas y luego mis bóxers. Mi miembro duro como una maldita piedra cosquilleaba insoportablemente; quería embestirla, pero si no me controlaba, preso de aquella lujuria, la iba a lastimar mucho y yo no quería que sufriera.

Volví a besarla conforme ella acariciaba mi miembro con movimientos torpes basados en su inexperiencia, pero no me importaba; mientras fueran sus manos las que estuvieran tocándome, se sentía como si estuviera en el cielo.

Quise jadear, maldecir contra sus deliciosos labios e introducirme en ella de una estocada profunda, pero justo cuando iba a hacerlo, me detuve por un momento y mi pene quedó estancado justo alrededor de sus labios menores. Era tan caliente y tan húmedo. Empecé a moverme, a deslizarlo por toda el área.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.