Eliza:
Miré a mis niños durmiendo plácidamente, sabía perfectamente que esta situación estaba siendo difícil para ellos, que los primeros días en esta casa puede que fueran un infierno, pero era estrictamente necesario pasar por esto. Acaricié el cabello de ellos uno a uno y besé su frente derramando algunas lágrimas, recordando algunos de los momentos difíciles que habíamos pasado juntos y pensando en qué sería de mis pequeños cuando yo ya no estuviera. No le temía a la muerte, salvo por una cosa: mis hijos, mis pequeños niños. ¿Quién cuidaría de ellos, quién vigilaría por su bienestar y felicidad el día que yo no estuviera? Es por eso que debía lograr que Artur los quisiera, los protegiera. Me senté en el suelo de la habitación, mirando a mis pequeños recostada a la puerta y derramé más lágrimas. Cubrí mi rostro, preguntándome en qué momento surgió ese Artur, capaz de dejarme sola porque había salido embarazada de él. Recuerdos dolorosos venían a mi mente:
—¿Quieres casarte conmigo? —preguntó y mi rostro se iluminó. Era el momento perfecto para darle la noticia, para contarle que cargaba en mi vientre el fruto de nuestro amor.
—Sí—respondí feliz mientras me colocó el anillo y me besó.
—Te amo Eliza, solo quiero que seamos tú y yo para siempre, solo nosotros dos.
—Nosotros tres—dije feliz, él me observó extrañado, en ese momento no sabía que cargaba más de un bebé en mi vientre—estoy embarazada, tendremos un bebé—dije entusiasmada.
—¡No puede ser! —me miró horrorizado y su actitud gentil cambió completamente—.¿Estás embarazada? —preguntó dando un paso hacia atrás alejándose de mí.
—Sí amor, mi sueño es ser madre y nos amamos
—Debes terminar con ese embarazo¡hoy mismo! —exclamó.
—Artur qué dices. —había acabado de proponerme matrimonio no sé qué problema veía en que estuviera embarazada.
—Te lo dije claro desde el primer momento ¡No quiero tener hijos!
—¿Y qué hay de lo que yo quiero? ¿Alguna vez me preguntaste si quería tener hijos o no? Mi sueño es ser madre, tener una familia numerosa.
—Eliza—suspiró—terminemos, es lo mejor para los dos, es obvio que queremos cosas distintas —habló sin pensarlo mucho como si yo nunca le hubiera importado realmente y algunas lágrimas salieron de mi rostro. Él sacó un cheque y escribió un número y lo puso sobre la mesa —deshazte de ese problema—exclamó marchándose de allí y dejándome hecha un mar de lágrimas.
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Artur:
—Artur esa mujer y esos niños no se pueden quedar aquí, arruinarán nuestra vida perfecta. ¿Lo entiendes, verdad? —exclamó Clara, mi mente estaba en otro lugar—. ¡Artur! —gritó histérica y la miré.
—¡Me vuelves loco! —exclamé ya perdiendo la paciencia, eran demasiadas cosas para mí en un solo día—. Estoy intentando asimilar lo que está pasando con mi vida en este momento y no haces más que reclamos sin sentido. ¿Qué te hace pensar que yo quería esto? Tres niños, tengo tres niños de cinco años a los cuales ni siquiera sé diferenciar porque son idénticos. Su madre me odia, quiere acabar conmigo, con mi carrera. No quería ser padre, no me gusta estar cerca de los niños y me ponen nervioso, solo tener niños cerca me inquieta, me hace sentir que algo malo va a pasarles o que sé yo. Ahora voy a tener que vivir con ellos y en vez de apoyarme solo me estresas más.
—Disculpa amor—se sentó en mis piernas y me besó, mi semblante estaba serio aún. —Pensé, hay la verdad, he pensado miles de cosas Artur.¿ Por lo menos no puedes hacer que se queden en otro lugar. ?
—¡No! Se quedarán aquí. Después de todo son mis hijos—esa palabra sonaba rara en mi vocabulario—¿crees que soy un desalmado?
—No piensas en mí ni un segundo. No puedo vivir con esa mujer, con tu ex... Con tres niños que no conozco, tú tampoco los conoces.
—Esos niños que no conoces son mis hijos, ¿lo entiendes, verdad? No se van a ir. Sé que para ti eso tampoco es fácil pero tenemos que adaptarnos —ella suspiró.
—No quieres que tengamos hijos, pero aceptas que venga esa mujer con tres niños e invadan nuestra vida y nuestra casa —exclamó. Yo la quité de encima de mí y me puse de pie.
—No quería tener hijos, ni contigo, ni con Eliza, ni con nadie. Pero si te das cuenta esos niños ya existen y son mis hijos, no voy a dejarlos desamparados. Tampoco puedo vivir como si no existieran, ellos no tienen la culpa de nada.
—Yo tampoco tengo la culpa—se cruzó de brazos.
—Te va a tocar adaptarte—la miré de forma regañadienta. Su actitud me hacía replantearme muchas cosas, por lo general ella nunca interfería en mis decisiones.
—¿Qué si no lo hago? —se atrevió a prrguntar.
—Si te das cuenta esos niños seguirán siendo mis hijos hoy, mañana,dentro de dirz años y mientras esté vivo y no hay forma de cambiar eso. Si no te adaptas, te tendrás que ir de aquí—dije alejándome y ella apretó su puño con rabia.
—Esa mujer y esos niños se van a ir de aquí a las buenas o a las malas—murmuró enojada.
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Editado: 19.11.2024