Un mes y dos semanas desde que mi vida ha dado un vuelco sin retorno. Mi amada esposa, el amor de mi vida lucha para tratar de mantener nuestra familia, no soy tan siquiera la sombra de lo que fui antaño.
—Santi, estoy segura de que podremos salir de esto, siempre lo hemos hecho, no tienes que…
—¡Es imposible, estoy arruinado!
Emilia es el nombre de una de las mujeres que más amo de este mundo. Su largo cabello rubio reluce y opaca estos demonios internos que me dominan. Sus ojos esmeraldas relucen como dos joyas hermosas, su piel me cobija en las noches de frío.
Pese a sus cálidas palabras, no puedo dejar de olvidar sus rostros. Todos a quienes consideré como mis hermanos, me dieron la espalda con tal de obtener alguna ganancia de esto.
Jamás había alzado la voz a Emilia, es sencillamente algo que nunca imaginé hacer hacia ella.
Nuestro hogar ahora luce demacrado, tanto en el exterior como interior. Las paredes ralladas con consignas que abogan a la libertad de expresión y respeto hacia el pueblo son las decoraciones del exterior.
Eso fue el inicio de mi caída hasta el interminable abismo.
Anteriormente había soportado esas miradas, siempre imaginaba a mi esposa y mi hija, de esta manera la ira y frustración comenzaban a ser cada vez más tenues. Pese a todo, soy una persona, tengo mi límite.
Ese día algo fracturó la poca esperanza que guardaba dentro de mí. Cuando la puerta de mi hogar se abrió, vi una escena aborrecible, mi pequeña, mi pequeñita había sido atacada. Su ropa, cabellos y rostro estaban manchados con pintura roja. Habían sido ellos.
Raudamente corro hacia ella y la abrazo con lágrimas en mis ojos.
—Hija, hija. —Comienzo a llorar desesperadamente —. Todo es mi culpa, maldición. Eres inocente y aun así sufres esto. —En mi rostro se plasma la ira más pura —. Yo los…
—Papi no, no coloques esa mirada tenebrosa. Mi papi es cariñoso y amable.
Luego de eso Emilia y yo bañamos a nuestra hija, mi pequeñita, alguien le ha hecho esto. Malditos cobardes que se esconden en sus consignas.
Pese a la cólera que surge violentamente dentro de mí, logro controlarla, sé que si la libero sin miramientos, solo empeoraré todo.
Soy una persona, un simple hombre de 32 años quien al igual que los demás, soy un cobarde pese a querer ocultar esa verdad.
No sé cuando dejé de controlarlo, como una medida de mitigar esta rabia absoluta, sucumbí ante el alcohol. En un comienzo era solo una copa y a dormir, luego esa copa fue aumentando en cantidad, ya no me bastaba con una mera copa, necesitaba más. Era tal la cantidad de alcohol que comencé a beber que, sencillamente todo se tornaba oscuro, vacíos en mi memoria de minutos que luego se transformaron en horas. Había caído en lo más bajo.
Como siempre me encontraba refugiándome en la bebida como un desperdicio humano, pero algo ocurrió que me hiso despertar de este ciclo interminable de suicidio lento y tortuoso.
Mi expresión refleja perfectamente lo que siento. Frente a mí se encuentra la mujer que he amado desde mi infancia, la mujer que me aceptó, la mujer que es la madre de mi amada hija. Aquella mujer, se halla en el suelo con su mano cubriéndose la mejilla, la he golpeado.
Dejo caer el vaso que sostenía en mi mano. Caigo de rodillas y comienzo a llorar en silencio, no emito sonido alguno, solo lágrimas caen incesantemente. Emilia me observa, ambos reflejamos la misma expresión en nuestros rostros.
Con una voz fracturada y lamentable, digo entre sollozos.
—… Emilia, vete de nuestra casa junto a Esperanza… ustedes… no se merecen esto… yo… solo las lastimaré. Emilia, salva a nuestra hija de mí.
Emilia estira su mano y trata de acariciar mi mejilla.
—Santi, aún podemos…
—¡No podemos!… no puedo…
Muerde su labio y me observa por última vez, cubre su boca y comienza a llorar con mayor intensidad. Nuestra familia, se ha roto por completo.
Cinco meses han transcurrido desde que ambas lograron salvarse de mi espiral de destrucción.
Vendí el que era mi antiguo refugio de mis días ajetreados, las sonrisas se han esfumado de nuestro hogar, el amor que desprendía ahora es un lúgubre espacio rodeado de paredes maltrechas. El dinero lo destiné ha Emilia, he dejado una carga pesada sobre sus hombros, soy deplorable.
Los ahorros que guardo son más que suficientes como para mantenerlas, sin embargo se perfectamente que mi suegro puede hacerlo sin problemas. Él es un destacado empresario que surgió hace 12 años en el mundo de la minería. Eso era lo único que lograba calmar mi mente, se que tanto Emilia como Esperanza son amadas por mis suegros.
—No te acercarás nunca más a mi hija, tampoco a mi nieta. No volverán a sufrir por tu culpa.
Con esas palabras por parte de mi suegro, es que no he vuelto a mantener contacto con ninguna.
Nuevamente estoy dormido sin saber desde cuándo. Un golpeteo resuena en mi cabeza, me despierto mareado y con una jaqueca horrible que apuñala mi cerebro constantemente. Mi boca apesta a alcohol y vómitos. Con un andar tambaleante abro la puerta y lo observo.
Editado: 20.06.2019