Capítulo 6: Aliados incómodos: Rebeldes y espías.
AVEN
¿Quiénes son estos idiotas imprudentes?
Aven observaba al grupo con una mezcla de escepticismo y curiosidad. No todos los días se topaba con tres personas lo suficientemente imprudentes como para meterse en una instalación de la Llama Negra sin un plan claro. O eran espías, o simplemente idiotas. Aven no estaba seguro de qué opción era peor.
—Así que, ¿qué hacen tres almas perdidas como ustedes merodeando por un lugar como este? —preguntó Aven, cruzando los brazos y apoyándose contra una pared llena de grafitis rebeldes.
—Buscando respuestas —respondió Davian si recuerda bien Aven, con esa mirada intensa que ya empezaba a reconocer como futuros problemas. El chico tenía algo, una determinación que no encajaba con su apariencia de perdido.
—Respuestas, ¿eh? — exclama, arqueando una ceja—. Bueno, si quieren respuestas, podrían haber empezado por no meterse en las antiguas instalaciones de los guardias mejorados genéticamente. Pero supongo que eso sería pedir demasiado. ¿Qué habrían hecho si se encontraran con algunos guardias?
Loan, el rubio de ojos dorados, soltó una risa nerviosa.
—Eh, ¿qué puede salir mal? Además, nos fue bien, ¿no? —dijo, con una sonrisa que Aven ya identificaba como la de alguien que causaba problemas sin querer.
Ese dúo le traería muchos problemas a Aven en un futuro cercano.
—Sí, claro. Por poco no nos matan, solo confirmamos que no había nadie antes de entrar —murmuró Medora, la mujer de cabello castaño que parecía ser la única con algo de sentido común en el grupo.
Aven no pudo evitar esbozar una sonrisa. Este grupo era un desastre, pero había algo en ellos que le recordaba a sí mismo cuando empezó. Inexperto, imprudente, pero con un fuego que no se apagaba fácilmente.
—Bueno, si quieren respuestas, vengan conmigo —dijo Aven, señalando hacia la salida—. Pero si intentan algo estúpido, no duden en que los dejaré atrás.
—No somos espías, si es eso lo que piensas —dijo Davian.
—Eso es exactamente lo que diría un espía —respondió Aven, con una sonrisa burlona—. Pero por ahora, les daré el beneficio de la duda. Vamos, no tenemos todo el día.
DAVIAN
¿Por qué me encuentro con puro loco?
Davian no estaba seguro de qué pensar de Aven. El hombre era frío, calculador, y parecía disfrutar de hacer comentarios sarcásticos. Pero también era evidente que sabía lo que hacía. Sus rebeldes lo respetaban, y eso decía mucho.
Mientras caminaban hacia el campamento de los rebelde, Davian no podía evitar sentir que estaban siendo observados. Cada sombra parecía esconder un peligro, cada ruido lo hacía tensarse. Loan, por su parte, parecía estar disfrutando del paseo, como si no tuviera preocupaciones en el mundo.
—Oye, Aven, ¿siempre eres tan... alegre? —preguntó Loan, con una sonrisa traviesa.
—Solo cuando tengo que lidiar con idiotas —respondió Aven, sin mirarlo—. Y tú, rubio, estás ganando puntos rápidamente.
Loan se rio, pero Davian no podía relajarse. Cada paso que daban lo acercaba más a la verdad sobre su pasado, pero también al peligro. Las marcas en sus brazos ardían, como si supieran que estaban cerca de algo importante.
El campamento de Aven estaba escondido en las profundidades de las Ruinas de Ayer, un lugar que el Consorcio había abandonado hacía años cuando derrotaron al antiguo rey. Entraron a través de una entrada de las catacumbas al norte de la ciudad. La ciudad era un laberinto de estructuras derrumbadas y túneles secretos, pero detrás del esqueleto de los edificios antiguos existía un refugio para aquellos que querían luchar.
Al llegar, Davian se sorprendió al ver la cantidad de gente que había. Rebeldes de todas las edades y procedencias, trabajando juntos para prepararse para lo que fuera que viniera. Era un lugar caótico, pero lleno de vida.
—Bienvenidos al Refugio del Ayer —dijo Aven, con un gesto amplio—. No es el Ritz, pero es lo que tenemos.
—Es... impresionante —lo que alcanzaba a ver mientras eran conducidos era como una miniciudad preparada para un golpe de estado. Se veían personas entrenando, otros cultivaban a algunas verduras en lo que parecía un invernadero propio, algunos hombres mayores estaban forjando armas, espadas, dagas y uno que otro artefacto que no alcanzaba a identificar. Algunos rebeldes eran instruidos por una mujer mayor en curación. —Pensé que serian pocas personas quienes querían enfrentarse al Consorcio ¿Qué no debería de haber menos hombres? —interroga paran a lado de un edificio de dos plantas hecho de madera.
—Eso era posiblemente cuando recién el Consorcio empezó a gobernar, pero su error fue dejar a los hijos de esos hombres y mujeres vivos. Ellos crecieron, tuvieron hijos y luego también los mataron cuando intentaron rebelarse, ahora la mayoría de sus hijos son mayores de edad y quieren justicia —responde una voz cerca de ellos. Saliendo del edificio estaba un hombre de cabello gris, alto que se paro a lado de Aven.