Unos años después de que la familia Valle calmara al Guardián del Sueño, algo inesperado ocurrió: la familia creció con la llegada de un nuevo miembro. Se trataba de Hugo, un bebé que Clara y Andrés adoptaron de un lejano pueblo que también vivía cerca del bosque, pero mucho más al sur. Hugo tenía una energía especial desde que llegó a la casa, y todos notaron que el bosque parecía estar más vivo desde su llegada.
Valentina, que ya era una joven adolescente, sentía que Hugo tenía algo diferente. Aunque aún era un bebé, los árboles parecían susurrar con más entusiasmo cuando él estaba cerca, y las criaturas del bosque se acercaban a la casa con más frecuencia que nunca. A medida que Hugo crecía, la familia comenzó a notar que él también tenía un don especial, pero diferente a los demás. A dondequiera que iba, Hugo podía sentir el latido del bosque y controlar el flujo del agua. Aunque aún era pequeño, a veces las hojas de los árboles se inclinaban hacia él, como si lo reconocieran como un ser antiguo y conectado a la naturaleza.
Un día, mientras jugaban cerca del arroyo que corría por el borde del bosque, Hugo, Valentina y Tomás notaron que el agua comenzaba a retroceder de forma extraña. El arroyo, que siempre había sido fuerte y fluido, se detuvo abruptamente. Al seguir el cauce, los hermanos encontraron algo alarmante: una gran grieta se había abierto en la tierra, y de ella fluía un vapor oscuro que parecía corromper el agua y las plantas cercanas.
Valentina puso su mano sobre un árbol cercano, buscando respuestas, pero los árboles estaban asustados y no podían hablar con claridad. Tomás usó el viento para intentar despejar el vapor, pero este volvía una y otra vez, como si viniera de lo más profundo de la tierra.
Fue entonces cuando Hugo, con solo cuatro años, se acercó a la grieta con curiosidad. Colocó sus pequeñas manos sobre la tierra y, de repente, el agua que había retrocedido comenzó a moverse de nuevo, pero esta vez en dirección a la grieta. El agua se arremolinó alrededor del vapor oscuro, envolviéndolo y empujándolo de vuelta hacia la grieta, cerrándola lentamente.
Valentina y Tomás miraron a Hugo con asombro. ¿Cómo había podido hacer algo tan poderoso? Pero antes de que pudieran preguntar, el agua se detuvo, la grieta se cerró, y todo volvió a la calma.
Esa noche, Valentina decidió hablar con el Abuelo Árbol para entender mejor lo que había sucedido. El árbol, con su sabiduría milenaria, le dijo en voz baja:
—Hugo es un niño de agua, un elegido por los espíritus del bosque para mantener el flujo de la vida. Él es la conexión entre la tierra y el agua, un guardián de ambos mundos. Cuando el equilibrio se rompe, él es quien puede restaurarlo.
Valentina regresó a casa con la certeza de que Hugo tenía un papel crucial en el futuro de la familia y del bosque.
Pasaron unos meses desde el incidente, y la familia comenzó a notar más señales de que el equilibrio de la naturaleza estaba cambiando de nuevo. Los ríos fluían de manera errática, a veces con más fuerza de lo normal y otras veces secándose de repente. La tierra crujía bajo sus pies, como si algo más profundo en el corazón del bosque estuviera despertando.
Una tarde, mientras Clara y Andrés trabajaban en el jardín, Hugo, que jugaba cerca, se detuvo de repente. Se quedó quieto, mirando hacia el horizonte, donde una nube oscura comenzó a formarse sobre las montañas. Andrés se acercó al pequeño, preocupado, pero antes de que pudiera preguntarle algo, Hugo susurró:
—El agua está en peligro.
El bosque entero pareció responder a esas palabras. Valentina, Tomás y Clara se reunieron rápidamente, sabiendo que si Hugo sentía un peligro, debía ser algo muy grave.
Decidieron seguir el rastro de las aguas turbulentas hasta el corazón de las montañas, donde descubrieron un antiguo lago que parecía estar hirviendo. Hugo, con sus pequeñas manos, tocó la superficie del agua y susurró palabras que ninguno de los otros pudo entender. Entonces, el agua comenzó a calmarse, pero algo oscuro emergió de sus profundidades: una antigua criatura acuática, olvidada durante siglos, que ahora buscaba dominar el bosque, perturbando el flujo de los ríos y las tierras.
La criatura era inmensa, hecha de agua y sombras, y sus ojos brillaban con una furia milenaria. Pero antes de que pudiera hacer algún daño, Hugo, con una calma sorprendente, levantó sus brazos hacia la criatura. El agua del lago y los ríos cercanos comenzaron a rodearla, formando una burbuja que la atrapó. Hugo, con un pequeño movimiento de sus dedos, comenzó a hablar con la criatura en un lenguaje que solo él parecía comprender.
La familia observaba en silencio. Valentina sentía que Hugo estaba hablando con el espíritu del agua, negociando una paz que solo él podía lograr.
Después de lo que pareció una eternidad, la criatura se calmó y regresó a las profundidades del lago. Hugo, agotado pero sereno, dejó que el agua volviera a fluir con normalidad. Había restaurado el equilibrio una vez más.
Desde ese día, la familia Valle supo que Hugo no era solo un miembro más, sino un guardián fundamental del bosque y sus aguas. Juntos, los Valle comprendieron que, con sus dones y el nuevo poder de Hugo, podrían enfrentar cualquier desafío que la naturaleza les presentara.
Así, la familia continuó protegiendo el bosque, con un nuevo miembro que los hacía más fuertes y unidos que nunca. Y aunque sabían que nuevos peligros podrían surgir, también sabían que, juntos, podían restaurar cualquier desequilibrio que amenazara su hogar y su mundo.
Editado: 22.09.2024