CAPÍTULO I
COYOTE
NARRADOR
Transcurría octubre y el tiempo era agradable en Los Ángeles. Una pelirroja bajó de un auto mientras acomodaba sus lentes de sol sobre su cabeza. Puso su mano como visera y leyó el cartel enorme: “Coyote GYM”.
–Un buen día para que Darien nos dé una paliza, ¿no?
–Vamos, no puede ser peor que otras veces, Ginevra –una risa seca salió de lo más profundo de la garganta de su compañera.
La chica de cabello oscuro cerró el auto con seguro mientras se acomodaba el bolso en el hombro.
A lo lejos, ambas vieron a su compañero que fumaba recostado sobre un paredón.Cuando las observó, tiró el cigarro para posteriormente apagarlo con la zapatilla, recogió el bolso del piso y se dirigió hacia ellas.
–Un buen día para que Darien nos dé una paliza, ¿no? –bromeó el chico de cabello y piel morena.
–Cállate, Tony–bramó Ginevra poniendo en blanco los ojos, Tony rió mientras pasaba su brazo alrededor de su pequeño cuello.
Tony, Ginevra y la muchacha de pelo negro entraron por la gran puerta del gimnasio. Ya estaban acostumbrados al olor peculiar del gimnasio y a la música electro del interior que resonaba por todo el ambiente.
El gimnasio Coyote se destacaba por su discreción. Nadie se mete en los asuntos de nadie, exceptuando que sea consensuado. Chicos corriendo en cintas, otros tantos levantando pesas, en el centro un ring de boxeo. La casa, lo apodaban todos los que alguna vez lo pisaron. Los tres amigos se dirigieron a los vestuarios de hombres, las duchas de mujeres nunca funcionaban.
–Tabs, ¿qué nos depara este fin de semana? –Ginevra le preguntó a su amiga mientras se acomodaba el pelo en una coleta alta. Tabatha, que enfundaba sus manos en unas telas corroídas y de color marrón, que se notaban gastadas por el uso, se encogió de hombros.
–Darien me dijo que habrá una pelea, pero poco sé. El Bar de Rumi siempre es una buena opción.
Tony ya se encontraba listo, levantó la cabeza.
–¿Algo nuevo para ver?
–Estimo que lo de siempre –una sonrisa medio lobuna se asomó por los labios de la chica de pelo negro–.Habrá que venir para conocer si hay nuevo material.
Las peleas, no del todo clandestinas,eran los fines de semana en Coyote. Luego, se solía dar una fiesta que continuaba en el bar de al lado, también llamado Coyote o El Templo.
Listos los tres salieron del vestuario. El reloj marcaba las 6.30 y Darien ya los estaría esperando para entrenar. Efectivamente un chico se encontraba con el hombro recargado en una pared marcando su reloj de pulsera con un dedo. Chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza.
–Minutos tardes, Macfly–Darien era y se veía imponente. Con su metro ochenta y sus innumerables tatuajes llamaba la atención en cualquier lugar que asistiese. Su pelo castaño siempre desordenado y una sonrisa de mil watts adornaba su rostro. Siempre. Darien siempre estaba sonriendo. Es sarcástico y tiene un humor completa y totalmente negro. Según Tabatha, esa era su marca registrada.
–Pobrecito, ¿esperándome como siempre? –Tabatha no era tan alta como él, pero con su metro setenta y cinco se amoldaba perfectamente al cuerpo de Darien cuando éste le daba un abrazo.
–Siempre cariño –una risa melodiosa se escapó de sus labios. Darien le dio un corto abrazo. Luego de separarse se acercó a Ginevra para darle un típico beso en la mano y un apretón de manos a Tony.
–Arranquemos con media hora de trote. Yo estoy con algunos…imprevistos–Darien intentó disimular una sonrisa torcida. Tabatha lo miró con el ceño fruncido. “Imprevistos” nunca suele ser una palabra que traiga buenos augurios. El chico castaño le guiñó el ojo. Nada tranquilizador, pensó Tabatha, resoplando.
Activó el reloj para comenzar el trote. Media hora. Los tres se dirigieron a la puerta cuando Tabatha volteó a ver a Darien que estaba con dos chicos que se le habían acercado. Nunca los había visto por ahí y teniendo en cuenta que ese era su gimnasio y que pasaba ahí demasiado tiempo, supuso que eran chicos nuevos. De Druzina, pensó.
El trote fue tranquilo, un par de vueltas por el barrio y eso fue todo. Al regreso comenzaron a moverse un poco. El entrenamiento consistía en ejercicios de destreza y defensa personal para las chicas y boxeo principalmente para Tony. Deporte que, por cierto, lo mantenía bastante en forma.
A lo lejos, Darien le daba instrucciones a los nuevos mientras Tabatha se dedicó a observarlos. Ambos son altos, bastante bien formados y con cara de pocos amigos. Uno de ellos tiene el pelo negro, desordenado, y los brazos y parte de las piernas tatuadas, el otro, en cambio, tiene el pelo más corto, de un castaño tirando a rubio y casi ningún tatuaje, por lo menos a la vista.
–¿Nos olvidamos cómo disimular en casa? –Ginevra le golpeó el hombro levemente riendo.
–Cállate, no los había visto. Quiero saber quiénes son–sonrió y negó con la cabeza.