Los verdaderos hombres no matan coyotes

CAPÍTULO 14 - TABATHA

CAPÍTULO XIV

 

TABATHA

 

Cuando lo miré detenidamente, recordé porqué me gustó tanto. Thomas tiene una sonrisa de niño travieso y unos ojos que transmiten calma. Tormentosos completamente, de un color tan gris que te recordaban esos días de lluvia, de cielo cubierto de nubes, donde te quedas en un sillón, tapada, esperando simplemente que el día pase. Su andar despreocupado, su pelo siempre perfectamente peinado, su caballerosidad y el hecho de quenunca, nunca, pierde los estribos. Thomas me trató como princesa, la chica de sus sueños. Me hizo sentir una reina, la más linda, me hizo sentir poderosa para arrebatarme todo. Me hizo sentir en lo más alto y me dejó caer, porque él tenía ese poder. Y cuando me golpeé contra el piso, era demasiado tarde. Ya estaba completamente a su merced.

Conté las líneas que tiene el piso detenidamente esperando que por fin Thomas se digne a hablarme. Escuché cómo preparaba un trago en la barra: whisky con un trago corto de coca–cola. Detesto decir que lo conozco tanto. Un, dos, tres… veintidós líneas hasta el sillón y vuelvo a contar.

–¿Sabes? Siempre pensé que nuestro reencuentro iba a ser un poco más… épico –sus palabras parecen escupidas, llenas de veneno–.Es irónico pensar que te fuiste de mi lado para terminar con alguien como Theodore. Tanto tiempo invertí en ti…

Sus palabras dejaron de hacer efecto en mí hace mucho tiempo. Mucho había pasado desde que dejé el infierno en el cual él me había hecho ama y señora. Mucho llanto y charlas hasta la madrugada con Ginevra que me hicieron entender que esa no era yo. Que era una simple versión distorsionada de mí. Thomas había sido mi demonio a vencer y eso había quedado atrás. Ya no era más mi jurado, juez y verdugo. Era pasado y no formaba parte de mi presente. Levanté mi vista del piso y mis ojos encontraron los de él. Me asombré al darme cuenta deque no había odio,no vi burla, no vinada de lo que pensé que vería. Y si me ponía a inspeccionar un poco más hasta quizá podía ver un poco de añoranza. Como si estuviese recordando los buenos –los pocos buenos momentos– que tuvimos juntos. Yo era una cría que quería comerse el mundo y el cumplió todos y cada uno de mis deseos. Y lo pagué caro.

–Fuiste un experimento que me salió mal–continuó hablando y yo escuchando.

Quizá era la única forma que tenía de cerrar finalmente uno de los peores momentos de mi vida.

–Quise creer que era una buena persona, Tabatha, yo realmente quería demostrarte que valía la pena estar a mi lado. Mi naturaleza me ganó –se encogió de hombros mientras hacía girar el líquido de su vaso sin quitarme los ojos de encima–.No supe darme cuenta deque todo lo que te daba lo único que hacía era destruirte un poco más. Estabas tan asustada y asqueada del mundo cuando te conocí que creí por un momento que podía salvarte –una risa seca se escapó por su garganta. Una risa cansada, corta, desganada–, cuando nunca salvé a nadie. Cuando nunca dejé que me salvaran…

Thomas se perdía en sus propios pensamientos. Jamás lo había escuchado tan sincero, tan abierto, tan roto.

–Quise protegerte, cuidarte, pero siempre lo que quise lo destruí. Todo lo que conozco es destrucción. Este mundo es destrucción –apuró el trago y dejó el vaso con un ruido sordo en la mesita ratona que había a sus pies y apoyólos codos sobre las rodillas en un acto cansado, como si todo lo que me decía le costase demasiado.

 –Espero realmente que algún día puedas perdonarme, cariño. Lo único de lo que no me arrepiento es la mujer a la que a base de golpes y caídas ayudé a formar. Solo mírate, amor, eres toda una mujer. Decidida y entera. Tienes más pelotas que un hombre, siempre lo supe. Nadie entra en este infierno y sale tan entera como vos.

“Thomas, si supieses por todo lo que pasé luego de dar una vuelta por este infierno”. Me detuve en sus facciones; detrás de su sonrisa absurdamente perfecta, del brillo de sus ojos un poco sádicos, un poco burlones, un poco maliciosos, noté a un chico. Un chico cansado, con una responsabilidad demasiado grande para sus hombros, un chico que no tuvo opción. Que aborrece a su padre tanto como lo respeta. Que llegó a ese lugar por haber nacido en el lugar incorrecto, con un padre más hijo de puta que él en sus peores momentos. En algún momento, otra Tabatha, otra versión de mí, hubiese corrido a abrazarlo, a decirle que todo iba a ir bien, a salvarlo un poco. Pero hoy, me elijo a mí. Thomas era y es una causa perdida. Tiempo tirado a la basura. Porque ya lo sé de sus propios labios, sin ese poder, sin ese control, él no sería nada. Nadie.

–Quiero creer que tú y Theodore son pareja –retomó la conversación.

Si no lo conociese tanto, diría que su comentario fue una simple afirmación, pero no. Un dejo de reproche teñía sus palabras. Decidí ignorarlo y responder su pregunta tácita.

–No lo somos, pero creo que con lo que te di queda saldada su deuda. Estamos en buenos términos, ¿no?

Supe que avanzaba sobre terreno pantanoso. Que con Thomas nunca se está en buenos términos. Quizá aún sentía la adrenalina de lo que había hecho antes. Pero ya no contaba con la seguridad de Ginevra, y ahora me encontraba en un reino desconocido, donde Thomas era el rey y yo una forastera. Por un instante, me sentí muy pequeña.

–Curioso –estaba sentado en su sillón y enfocabala vista en sus uñas perfectamente limadas–, curioso cómo te alejaste de mí para terminar metiéndote con un tipo como Barnett.



#4756 en Joven Adulto
#22759 en Novela romántica

En el texto hay: secretos, amor, peligro

Editado: 24.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.