Los verdaderos hombres no matan coyotes

CAPITULO 16 - TABATHA

CAPÍTULO XVI

 

TABATHA

 

Me revolvía entre las sábanas mientras intentaba acomodar mis ideas. La noche anterior fue un cúmulo de sensaciones que me costó acomodar en mi cabeza: el reencuentro con Thomas trajo consigo ciertas sensaciones, sentimientos y recuerdos que tenía guardados y enterrados en un lugar muy recóndito de mi cerebro. Y después, lo vivido con Theodore. Sus manos sobre mi piel, el aroma natural que desprendía su cuerpo y cómo nos aferramos el uno al otro como si fuésemos anclas.

Un olor a nicotina llegó a mis fosas nasales haciéndome arrugar la nariz. Abrí un poco los ojos y ahí estaba Theo, sin camiseta y solo vistiendo su jean, sentado en el ventanal de mi cuarto. Cuando se percatódeque estaba despierta me regaló una sonrisa radiante. Una sonrisa que jamás vi con anterioridad en sus labios.

–¿Dormiste bien? –le pregunté mientras me incorporaba.  En vez de responderme, apagó el cigarro contra el cenicero y se acercó al colchón para gatear hasta mí. En un movimiento rápido, me apresó entre su cuerpo y el colchón. Me reí porque su actitud me tomó completamente desprevenida.

–¿Qué haces, Theo? –me removí un tanto incómoda por la posición mientras él se dedicaba a besar mi cuellodándole leves mordidas.

Intenté poner distancia entre su cuerpo y el mío, pero era imposible. Sentí que el aire no entraba en mis pulmones y a medida que más intentaba poner distancia entre su cuerpo y el mío más me apresaba contra su anatomía.

Theo, por favor… –la voz se me quebró levemente y cerrélos ojos.

Por favor, otra vez no. Mis músculos dejaron de reaccionar de un momento para otro y sentí como laslágrimas se agolpaban detrás de mis párpados. Theodore no cesaba ni daba tregua y sentí una mano entre las sábanas, intentaba gritar con todas mis fuerzas. Él pareció notarlo y se incorporóporque abrí mis ojos y noté que su rostro ya no el suyo. Era Thomas mirándome con su sonrisa enorme. Ahora sí, las lágrimas corrían libremente por mis mejillas.

–¿Qué pasa, Coy? ¿No era lo que querías?

Cuando intenté gritar el nombre de Mari, mi cuerpo reaccionó trayéndome a la realidad otra vez.

Me levanté sobresaltada y agitada cuando sentí unos brazos que me acarician suavemente. Miré a mi alrededor y Theodore estaba a mi lado, con cara de preocupación.

–Tabatha, ¿estás bien? –preguntó mientras yo intentaba regular mi respiración.

Asentí con mi cabeza: había sido solo un sueño, un mal y absurdo sueño. Theodore no era Thomas.

–Solo fue un sueño.

–Uno malo por lo que veo. ¿Qué soñaste?

Un recuerdo se asomó en mi memoria. Cuando era chica y tenía una pesadilla, Woody me decía que debía comer algo de chocolate antes de contarlo o se haría realidad.

–En el cajón hay una barra de chocolate, por favor, dámela.

Me miró extrañado, pero aceptó ante mi extraña petición. Una vez que abrí la tableta y comí un pedazo, dejé caer mi cuerpo sobre el colchón nuevamente, bajo la atenta mirada de Theo. Cubrí mis ojos con mi brazo y respiré unas cuantas veces antes de responder.

–Woody siempre me decía que cuando tenía una pesadilla debía comer un poco de chocolate antes de contarla –corrí mi brazo y observé a Theo que aún seguía mirándome con cara de preocupación.

–Está todo bien, Theo.

–Decías mi nombre.

No puedo descifrar su semblante, pero sí afirmar que estaba levemente disgustado. Negué reiteradas veces con la cabeza para hacerle entender que no era él quien había sido protagonista de mi pesadilla.

–No eras tú… es decir, sí al principio, pero luego tu rostro tomó la misma forma que el de Thomas.

Un alivio fugaz recorre sus ojos. Muy fugaz.

–¿Y qué pasaba?

Reí nerviosamente. ¿Cómo explicarle?

–Él intentaba…

No me consideraba una mujer débil. Ya no. Pero los recuerdos se agolpaban en mi cabeza y lo que fue pesadilla y lo que fue realidad se difuminaron hasta convertirse en una sola. ¿Cuánto tiempo viví en una pesadilla?

Theo me abrazó regalándome su calor y su tranquilidad. La desesperación que había sentido minutos antes en mi cuerpo se había esfumado por completo y ahora solo sentía paz. Una paz abrumadora. Porque era Theodore y no otra persona. Porque yo quería que fuese él y no otra persona la que me abrazara justo en este momento. Y que coincidieran la persona y las ganas eran motivo suficiente para que ese día, por lo menos ese día, me sintiese tranquila conmigo misma.

 

 

Estaba cepillando mi pelo mojado mientras abría la puerta del baño. La imagen que encontréfue suficiente para enternecerme: acostado en el piso con Hércules apoyado sobre su torso estaba Theodore. Me apoyé en el marco contemplando la imagen. Él tenía su antebrazo cruzando su cara y el torso de mi perro subía y bajaba con tranquilidad.



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En el texto hay: secretos, amor, peligro

Editado: 24.05.2021

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