Los verdaderos hombres no matan coyotes

CAPÍTULO 17 - THEODORE

CAPÍTULO XVII

 

THEODORE

 

–Canta para mí, Coyote –dije.

No sabía si me había escuchado hasta que su voz inunda mis oídos.

 

Ese cielo de Arizona
Ardiendo en tus ojos
Me miras a mí, amor, quiero incendiarme
Está enterrado en mi alma
Como el oro en California
Encontraste en mí a la luz que no pude hallar

Cuando comenzó a cantar, casi por instinto, Hércules se separó de mí irguiéndose. Yo lo imitéy la miré completamente embelesado. Tenía el pelo negro completamente húmedo que caía por sus costados. Su voz era hipnótica pero no tanto como ella en sí. Escucharla cantar era lo más parecido que conocí a la tranquilidad. Era como si el mundo de pronto se detuviese y fuese solo ella cantando y nada ni nadie más. Me dediqué a mirarla, siendo el único espectador de este show dedicado solo para mí.

Así que cuando me asfixie y no pueda encontrar las palabras
Cada vez que nos despedimos, amor, me duele
Cuando el Sol baje
Y la banda deje de tocar
Siempre nos recordaré así

Amantes en la noche
Poetas tratando de escribir
No sabemos cómo rimar, pero sí que lo intentamos
Pero todo lo que realmente sé
Estás a dónde yo quiero ir
La parte de mí que es tú nunca morirá

Así que cuando me asfixie y no pueda encontrar las palabras
Cada vez que nos despedimos, amor, me duele
Cuando el Sol baje
Y la banda deje de tocar
Siempre nos recordaré así

Así que cuando me asfixie y no pueda encontrar las palabras
Cada vez que nos despedimos, amor, me duele
Cuando el Sol baje
Y la banda deje de tocar
Siempre nos recordaré así
Así, sí

Cuando me mires
Y el mundo entero se desvanezca
Siempre nos recordaré así

 

Escucharla cantar esa canción me produjo ciertas emociones intensas dentro. Se arremolinaban, se agolpaban unas dentro de otras. Eran nuevas, demasiado nuevas, en comparación a lo vivido prácticamente toda mi vida. Si Tabatha fuese un recuerdo, sería las tardes que pasaba en el boulevard con los papás de Brooke en verano. El único recuerdo feliz que tengo. Luego, fue todo destrucción. Si pudiese comparar, mi vida es una ciudad quemada, con el incendio aún latente y las cenizas flotando y Tabatha es el arcoíris después de la tormenta.  O no. O quizá Tabatha era la tormenta. Y el arcoíris. Todo al mismo tiempo.

Me quedé mirando y fue en ese efímero momento, previo al ladrido de festejo de Hércules, que sentí que éramos uno solo los dos.

–¿Y?¿Qué te pareció?

–Que nunca escuché nada tan bonito en toda mi vida.

De a poco las paredes que nos separaban se derrumbaban una a una y yo simplemente no podía evitarlo. Desnudos de alma, nuestros demonios se reconocieron como iguales y eso desató una guerra en mi cabeza. La razón versus el corazón. Tabatha me gustaba. Me gustaba su simpleza a la hora de ver las cosas y su lado lleno de aventura, su amor por lo incierto y sus batallas por las causas perdidas. Ella estaba peleando por mí e hizo más en ese escaso tiempo de lo que alguien hizo por mí en toda mi vida, excluyendo a mi hermano Brooke. Le hice señas para que viniera a sentarse conmigo y ella obedeció. Hércules no quiso quedarse atrás y se abalanzó encima de ella que entre risas intentó que se quedara quieto.

–¿En qué piensas?

Cuando logramos encontrar una posición en el piso cómoda para los tres, mirando el techo pensé en esas emociones que minutos atrás me habíaninvadido, pensé en los papás de Brooke, en el orfanato, en mi adolescencia conflictiva y en ella,la chica de cabello negro que no paraba de rondar por mi cabeza. La familia rota que encontré en Druzina.

–En todo. Cuando éramos chicos, los padres de Brooke nos llevaban a un parque que tenía un boulevard y nos pasábamos horas jugando mientras ellos simplemente estaban ahí. Pasando el rato. Es, quizá, el recuerdo más feliz que tengo.

El silencio nos invadió luego. Uno tranquilo que invitaba a perderse. Aún tengo la voz de mi madre adoptiva tarareando mientras cocinaba, su recuerdo dulce invadió mi mente. Tabatha cantando era lo más parecido a Elena.

–¿Adónde vas cuando ya no queda nadie, Theo?

Si me hubiesen hecho esta pregunta años atrás, hubiese dicho que a alguna pelea para luego quedar en cama por un par de días, otras tantas hubiese dicho que iría con el auto a perderme por la ciudad o en busca de alguna chica lo suficientemente linda. Pero en ese momento, luego de haberla conocido a ella, de haber conocido su historia y su lucha consigo misma, la respuesta era fácil: iría donde ella esté. No importa dónde fuese, y aunque estuviese a mil kilómetros, ella sería mi lugar. Un lugar de tormenta, con lluvia azotando mi rostro y al final, bien al final, un arcoíris lleno de colores.

–Estoy seguro deque iría a buscarte a donde estés.

 

 

Fuimos por un helado luego de almorzar algo bajo la atenta mirada de Mari. La mujer latina no paró de observarme durante toda la comida. Me miraba fugazmente y aunque casi no omití palabra ella ya parecía conocerme en mi totalidad. Lo que me asombró, fueron los detalles, porque, aunque me miraba a mí, no dejaba de transmitir devoción por Tabatha. Cada cosa que ella contabaera festejada por Mari. El colegio, el gimnasio, su hermano, fueron alguno de los temas que tocamos. Mari y Tabatha eran familia.



#4736 en Joven Adulto
#22651 en Novela romántica

En el texto hay: secretos, amor, peligro

Editado: 24.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.