Los verdaderos hombres no matan coyotes

CAPITULO 25 - TABATHA

CAPÍTULO XXV

 

TABATHA

 

Los siguientes dos días fueron muy extraños. Woody efectivamente no se había presentado a rendir y había cumplido lo que me había dicho. Vimos películas hasta tarde y al día siguiente cocinó unas pastas que tuvimos que tirar porque eran, simplemente, horribles. Luego, fuimos a buscar a Mari al hospital. Hércules, que nos había esperado fuera, estaba feliz de verla.

Mari nos bombardeó a preguntas: que si habíamos comido, que si Hércules comió, que si habíamos limpiado. Y se respondía sola, diciendo insultos al aire en español. Que seguramente Woody había cocinado algo horrible e incomible, que Hércules había comido las sobras de carne y no su alimento, que todo debía estar patas arriba en la casa. Con mi hermano simplemente nos reíamos, Mari efectivamente estaba bien.

Luego de convencerla deque descansase, lo que me costó horrores, recibí a los técnicos de seguridad. Ya por la noche, Ginevra, Tony y Collingwood se instalaron en mi casa. Mi amiga ya los había puesto al corriente de todo por lo que me evité detalles innecesarios que me sabían amargos. Recién era lunes por la noche, por lo que la semana solo había comenzado. Despedirme de Woody me generó más nostalgia que de costumbre.

–Se acercan las vacaciones de Navidad, Coyote. Ya veráscómo pasa rápido el tiempo –anunció Tony.

–Ya. Lo sé –admití–.De repente me pareció como si viviésemos juntos de nuevo. Ya saben, como hace años.

El silencio nos invadió a los cuatro. Había un tema que aún daba vueltas por mi cabeza.

Gin, ¿hoy Theodore fue al gimnasio?

La cara de mi amiga dejó entrever más que sus palabras. Negó con la cabeza y yo leí en su rostro y en su ceño fruncido que estaba bastante disgustada con el tema. Theodore había brillado por su ausencia desde que se retiró de mi casa en medio del despliegue policial. Ni una llamada, ni un mensaje, ni una visita. Simplemente parecía haberse esfumado.

–Ya aparecerá. Quédate tranquila, ¿sí?

Es el turno de Tony, esta vez,de intentar darme ánimo. Mi mejor amigo, en cambio, un poco más escéptico, bufó en respuesta.

–¿Las cosas se alteran un poco y él simplemente desaparece?

Un almohadón del sillón vuela directamente a su rostro.

–Imbécil, si no sumas, pues, no restes –aclaró Ginevra.

–Que tu novio sea su mejor amigo no te hace conocerlo, Ginevra. Estoy diciendo la verdad; él tendría que estar aquí.

Wow, Collingwood sonaba enojado.

Detestaba creer que tenía razón.

–Chicos, creo que… –Tony intentó calmar la tormenta porque, aunque no era muy común, cuando Alec y Gindiscutían se desataba un torbellino de frases malsonantes y verdades crudas.

–Cállate, Tony –dice Ginevra sin mirarlo–. Brooke no es mi novio, estúpido, lo que digo es que no es un comentario que pueda sumar nada ahora. Mari salió hoy del hospital, ayer fue un día de locos. ¿Y tú dónde estabas? No recuerdo haberte visto aquí. Por lo menos “mi novio” –hace el gesto de comillas en el aire– sí estuvo. ¿Crees que estar en el equipo te justifica? ¿Qué eres el único que tiene cosas importantes que hacer? Entérate, el mundo no gira a tu alrededor.

–¿Por qué no te vas un poco a la mierda? Desde que conocieron a esos dos, parece que lo único que importa son ellos y el estúpido gimnasio.

 Para ese entonces desconocía totalmente a mi mejor amigo. Alec se había parado del sillón y Gin lo había imitado. Tony, respetando el espacio de ellos, estaba ahí sentado esperando que la tormenta pasara–. ¿No se dan cuenta que todos los problemas comenzaron cuando ellos llegaron? ¿Eh? Ginevra, ¿piensas que no me doy cuenta de la ansiedad que te causa Brooke? La fachada de chica sin sentimientos se te da de pena. Y a ti, Tabatha, ¿qué te sucede?

Yo simplemente no sabía qué decir. ¿Collingwood pensaba todo eso y yo no me había dado cuenta? ¿En qué momento tantas dudas habían surgido? Parecía que estaba viviendo la escena en primera y tercera persona. Estaba ahí, con la boca semiabierta, intentando defenderme de un ataque que jamás vi venir. Menos de su parte. Y por otro lado veía la escena como si fuese lejana y yo no fuese una de las protagonistas. Vila cara desencajada de mi mejor amigo, producto de la ira que parecía tener acumulada en su interior.

–Parece que has perdido la memoria. Theodore es la viva imagen de Thomas. Yo –con su mano golpeó su pecho para dejar claro su punto– viví toda tu mierda en primera persona. Parece que otra sin memoria eres tú –esta vez vuelve a atacar a Ginevra que ya tenía todo su rostro rojo. La veía luchar con su yo interno: la Ginevra que conocía, la de lengua filosa y comentarios mordaces y la Ginevra que no quería herirlo–, pero te tiene muy embobado ese chico, ¿no? Suficiente como para olvidarte de toda la mierda que vivimos cuando Tabatha fue tan egoísta de pensar solo en ella. Porque sí. No eras la única con problemas y sin embargo fuiste el centro de toda la atención que podías recibir. ¿Ahora qué sucede? –los misiles vuelven a dirigirse a mí–, tus padres no están. Desaparecieron. Ya te ahogaste en esa mierda, ¿te olvidaste o te lo recuerdo? ¿Cómo te teníamos que meter los dedos en la garganta para que vomites? Las veces que tuve que bañarte porque no podías mantenerte en pie de lo drogada que estabas, o cuando intentabas besarme pensando que así ibas a conseguir “eso que te relajaba” –rió irónicamente– y este tipo Theodore es igual o peor que él. ¿Sabes lo que pasó en Chicago, Tabatha? –no entendía de qué estaba hablando ¿Chicago? Como Collingwood sabía de Chicago. Yo nunca le conté nada–. Por tu cara veo que no.   



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En el texto hay: secretos, amor, peligro

Editado: 24.05.2021

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