Los verdaderos hombres no matan coyotes

CAPITULO 26 - THEODORE

CAPÍTULO XXVI

 

THEODORE

 

 

Me desperté sobresaltado. Estaba en una habitación que reconocía levemente: la habitación de Tabatha. Giré mi rostro para encontrarsu pequeño cuerpo cubierto por la sábana. Su respiración era pausada y tranquila y su pelo negro caía como en cascada sobre su espalda nívea. Cerré los ojos y me permití un segundo para pensar que luego de ese momento no había vuelta atrás.

Tabatha era todo lo que yo no quería, pero sí necesitaba. Era tierna e independiente, absurda en muchos momentos y siempre tenía algo para decir. Fuera bueno o malo, era justo lo indicado para ese momento. Era caos en el caos y lluvia en la tormenta. Contradictorio, sí, pero absolutamente cierto. No quería salvarme como en aquellos cuentos donde la niña bien se enamora del chico mal ni dónde sacrifica su felicidad para ayudar a la gente, no. No era ingenua, ni una niña estúpida. Sabía bien quién era yo, por lo menos se lo imaginaba. Sabía que era más días nublados que soleados, que era más caos que calma. Lo sabía y me aceptaba. Porque me consideraba un igual. Su historia no está llena de flores, ni de príncipes azules, más bien está llena de sapos con complejos.

Tabatha conocía de primera mano lo que era odiarse a sí mismo. No quería salvar ni que la salvaran. Solo quería comprender y que la comprendieran. Entender una simple pregunta: por qué. Era curiosa pero no metida. Tabatha era un desastre, sí, pero uno perfecto.

Y entendiendo eso, entendiendo que ella era lo que necesitaba en ese momento fue que me arrepentí de lo que pasó. Porque necesitabaestar con alguien menos destructivo que ella y yo no era esa persona. No lo soy ahora y no lo seré nunca.

Porque yo no podía estar bien y menos a costa de ella. Aunque esas no fuesen las intenciones, no podía permitirme arrastrar a Tabatha a un mundo que desconoce en lo absoluto. Soy el príncipe que se convierte en sapo, el chico que se portó mal y hoy paga las consecuencias. Nunca viví por nadie más que por mí y Brooke y todo lo que tengo lo destruyo sin querer y ella ya conoció la destrucción y el autoflagelo como para estar conmigo.

Despacio intenté salir de la cama. Necesitaba acomodar el desastre que era mi cabeza en ese momento y no había nadie que me entendiera más que Brooke.

 Me cambié la ropa deseando que no despertara, pero no lo consigo y cuando estoy por irme escuché cómo se removía en el colchón y me miró de forma adormilada. Me pareció preciosa en ese momento y tuve que contener mis impulsos de dejar mi poca moral de lado para acostarme al lado de ella. Me quedé una fracción de segundo de más porque ella se incorporó lo suficiente como para verme ir y me sentí la peor persona del mundo.

–Te vas.

No era una pregunta ni esa afirmación estaba teñida de ningún reproche. Simplemente estaba anunciando un hecho. Asentí mientras me ponía la campera. Y ella sonrió, solo un poco. Una sonrisa un poco rota, un poco desganada. Pero sincera.

Me incomodó, pero hacía lo correcto.

–Tienes que mejorar la seguridad de este cuarto. Y cierra la ventana. Mantenla cerrada siempre –le aconsejé antes de marcharme.

–De esa forma no podrás entrar más.

No hice ningún gesto porque cualquier cosa delataría lo que realmente sentíaen este momento.

Cerré la puerta cuando me fui con cuidado y una vez fuera de su casa, me subía la moto y conduje. Al principio pensé en alejarme de la ciudad, ir a algún parador solo iluminado por la noche, pero lo que realmente necesitaba era un golpe de realidad que solo Brooke podía darme.

Llegué al pequeño departamento y abrí la puerta. No me sorprendió encontrarme del otro lado a Brooke leyendo un libro en la pequeña sala de estar que compartíamos. Cuando notó mi presencia, dejó a un lado el libro y apoyó sus codos sobre sus rodillas.

–¿Cómo está ella?

Esperó que yo diera el primer golpe. Él siempre espera, paciente, a que yo ordene mis ideas caóticas para luego escupírselas en la cara.

–Tengo que alejarme de Tabatha –sentencié.

Mi amigo se pasó las manos por la cabeza y su rostro reflejaba cansancio.

–¿Por qué alejas a todos los que quieren ayudarte, hermano? Ella es una buena chica. Lo del accidente de Mari… no sé. Te estás apresurando, Theo.

–No te alejé a ti –le recuerdo.

Buscaba excusas absurdas para no afrontar la realidad.

–¿Esa es tu mejor excusa?

–Ella no se merece nada de esto. No puedo cuidarla, Brooke. Y no quiero arruinarla más de lo que ya está.

Vi a Brooke levantarse e ir hasta la cocina, lo escuché abrir la heladera y cerrarla. Cuando volvió a mi lado me extendió una botella de cerveza. Abrí la botella y le di un trago largo.

–Es muy egoísta pensar por la otra persona, Theo.

Penséen el último acontecimiento. La llegada de ella, que nuestros mundos tan parecidos colisionaran. Recordé haber escuchado todo lo que dijo y que una sensación de ira corrió por mi cuerpo, emoción que volvió cuando me contó lo que pasó y vivió con Thomas. Quería agarrarlo, golpearle tanto que pidiese perdón. Que le pidiese perdón por todo. Me sorprendí al pensar en eso. Salvo por Brooke, nunca recuerdo haberme preocupado por nadie ni por nada.



#4736 en Joven Adulto
#22647 en Novela romántica

En el texto hay: secretos, amor, peligro

Editado: 24.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.