Los verdaderos monstruos: ellos vienen.

Capítulo 2: Reclutamiento

Martin se despertó mucho antes de que el sol saliera. Su cuerpo rogó por más descanso, pero sabía que debido a que no informó con anterioridad a su equipo, debería de hacerlo ahora si quería que se reunieran y salieran antes de amanecer. Se levantó mientras sus huesos crujían, sopesó la posibilidad de darse una ducha helada para terminar de despertarse antes de comenzar su misión de juntar a todos; olfateó su ropa, con un pútrido aroma de la sangre del grismut aún impregnado y terminó optando por hacerlo. No era lo mejor meterse en el baño que sí tenía ducha funcional en la casa evitando hacer sonido para despertar a los demás, en especial porque estaba en el centro de la casa y el silencio que reinaba hacía que cualquier sonido retumbara, pero era suficiente. El baño no pudo durar más de diez minutos, cuando su piel quemaba de lo helada que estaba, fue cuando decidió que era suficiente. Se vistió con ropa nueva, idéntica a la anterior y se dirigió hacia el cuarto de Laura. No golpeó, ingresó sin más y parándose en los pies de la cama, lo suficientemente lejos para evitar ser atacado, soltó un suave:


 

— Laura.


 

La mujer se levantó de golpe, con cuchillo en mano y lista para el ataque. No era anormal, la gente vivía constantemente la guardia en alto y solo los criados dentro de estas paredes desconocían el temor de que cualquier cosa pueda atacarte en medio de la noche. Parpadeó un par de veces, enfocándose en el muchacho y siseó bajo una maldición.


 

— Maldición Mar, ¿qué sucede?


 

— Otra misión, hay que preparar al equipo. Nos vamos al menos un día, hay que mirar las tiendas restantes.


 

— Oh, bien —, comenzó ella, pasando su mano por su cansado rostro e intentando despertarse; su voz pesada por el sueño no pudo evitar arrastrar levemente la última palabra. Un bostezo escapó antes de que pudiera evitarlo y soltó un suspiro casi nasal entre frustrada y divertida. Negó con su rostro y volvió a centrarse en el muchacho—, iré por las mochilas, tú avisa al resto.


 

Martin dio por terminada la charla, asintiendo y retirándose; para nada ofendido de que ella diera la orden y no él, al final de cuentas, había aprendido a no discutir con ciertas personas y menos con cierto género. Cuando la puerta se cerró con un suave clic, se dejó repasar adormilado lo visto y negó con su rostro; notó que Laura se había cambiado de ropa desde la última vez que la vio dormida, lo que implicó que se despertó en algún momento y eso explicaba su cansancio. Bueno, sus vidas explicaban susodicho, pero eso era otro tema. Al menos ella no durmió con el hedor de la sangre de los mutantes. Suspiró ante este último pensamiento, dudando si podría recuperar su ropa o debería de quemarla; ya sería algo que de a su vuelta. Pellizcando el puente de la nariz, decidió ir por el siguiente miembro más cercano: David, lo que no era particularmente agradable. 


 


 

.

.


 


 

A veces le preocupaba lo fácil que era colarse en los hogares de los demás miembros sin que ninguno se diera por aludido, era simplemente doloroso saber que podrían ser masacrados con facilidad debido a esto. El pensamiento, sin poder evitarse, cruzó produciendo un estremecimiento en el joven mientras cerraba la puerta principal de hogar de David –y cuatro personas más-. Al pasar por la sala principal notó que uno de los miembros, Alan, descansaba descuidadamente en el sofá desgastado de la sala. Parpadeó un par de veces al verlo, puesto que la imagen del hombre degollado superpuso por unos instantes la real; sintió ese apretón en la boca del estómago que conocía bien y el miedo persistente de perder todo. Parpadeó e intentó borrar toda fantasía cruel que su cerebro cansado quiso administrarle y tragando en seco se dirigió escaleras arriba. Contó las puertas, sabiendo que el rubio se encontraba en la tercera a la izquierda y notó que esta era la última de la hilera. Dudó unos momentos, mientras abría la puerta del dormitorio y observaba si era la deseada. Lo era, era difícil no notarlo cuando las botas de combate y gran parte de su ropa estaba hecha una pila justo frente a la apertura.


 

Ingresó al cuarto cerrando la puerta tras suyo sin hacer ruido, se movió en silencio hasta el pie de la cama y alzó su ceja sin saber si sentirse divertido o preocupado. David descansaba boca abajo en posición de estrella; su arma estaba en los pies de la cama, demasiado lejos para ser útil, y roncaba de forma ruidosa. Parecía despreocupado, como siempre, y eso generaba cierta rabia creciente en el líder de grupo; ¿cómo alguien que ha vivido en carne propia los males fuera de las murallas podía descansar tan plácidamente?, envidiaba, no había duda, aquello y por ende lo detestaba. Sin medir realmente su acción golpeó la pierna que flotaba fuera del lugar y ocasionó un gran revuelo. David cayó de la cama, con un ruido sordo, mientras mascullaba palabras sin terminar e intentaba enfocarse donde estaba. Su cuerpo, por mero instinto, intentó pararse y adoptar una posición de resguardo; falló en esto. Tropezando con su propia ropa dispersa en el suelo, se golpeó con uno de los viejos muebles que rescataron hace años y las cosas sobre esta, recuerdos que este coleccionaba, cayeron en un efecto dominó. En dos minutos tenía a tres personas precipitarse por la puerta con sus armas en mano. Casi, casi, se sintió mal por ello.



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En el texto hay: apocalipsis, monstruos, drama

Editado: 21.06.2021

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