¡Aposté a él a que no lo haría!
Me animé a escribir de su adorable forma de ser, de su valentía y galantería.
Me animé a salir del tormento diario de mi mente en silencio; dejé de juzgarme cuando me descubría hablando más de lo normal de su encanto con mi Padre y a mi mejor amigo.
Dejé de señalarme cuando descubrí que me ponía nerviosa en su presencia y que más de una vez con sus palabras hizo verano en mis mejillas.
Pensé que no saldría de la situación en la que me encontraba, pero cuando lo vi llegar fue como cuando deja de llover de repente; en medio de la lluvia helada pude sentir nuevamente el calor del sol que advertía su llegada.
Hoy lo recuerdo, espero él también pueda hacerlo alguna vez.
Se supone que debería estar acostumbrada a lo efímero, pero de algo suelo estar segura, y es que cada persona a la cual intento acceder mostrándole la esencia de mi ser, se lleva algo consigo misma.
A veces no sé qué pueden llevarse, otras veces se llevan la esencia misma, dejándome agotada y cansada, haciéndome más tenue cada vez que llegan y pasan, porque llegará el día en el que ya no será alguien efímero el que surque mis días.
Llegará el día en el que no tenga que hacer que se quede porque habrá llegado para quedarse sin que pueda pedírselo, pero mi luz querrá apagarse del temor y cansancio que ha dejado la espera de su llegada, y me hará alejarlo como se han alejado los que quise que su estancia fuese en mi vida.
Solo digo que fue el mayor de los gustos haber conocido a alguien como tú, pero aún no sé si llamarte efímero o estancia.