Oh, mi querido y viejo amigo.
Desde que te has ido tu ausencia ha hecho estragos en mis tardes de verano que junto al estimulante calor del café me hace estallar la memoria con todos aquellos recuerdos que guardé en tu presencia.
Aún estás en cada tarde y puedo verte, verte sentado y taciturno con las piernas cruzadas en el sofá de la sala escuchando alguna rola sombría que te alegrara el corazón; puedo verte, cuando cerrabas tus ojos por inercia al sentir tu piel estremecerse al compás de algún solo musical.
Ahí estás.
Extrovertido y testarudo, utópico y melancólico.
¡Oh, mi querido y viejo amigo!
Mis palabras, mis letras, lloran a tu recuerdo ¡y lo siento! Lo siento por no ir a buscarte. Es sólo que ahora tú perteneces a un lugar de espesa soledad, ahora perteneces a ti mismo y yo sola no encuentro cómo llegar.