Siente lo mismo.
Oh, es un alivio saber que siente lo mismo.
Que mirando hacia el cielo en las noches aun piensa en mí; que le duele cada gota que le surca el rostro en los días de lluvia porque me recuerda y también recuerda todos esos días donde la lluvia y la brisa nos unía conjuntamente con el arte colgado en la pared de alguna galería o como el ojo cristalizado o la pupila dilatada de un observador al mirarlo.
Así era, así nos unía la lluvia y así me sentía: aliviada de que le doliera aquello que en su momento nos iluminaba la sonrisa y nos suspiraba el corazón y que ahora, en los recuerdos, nos apuñalaba desde adentro.
Aliviada de que no estaba sola en aquella agonía de la desesperada espera y la incertidumbre. Incertidumbre que me hace sentir viva y que me recuerda que el tiempo nada espera y que sólo a Dios espera el tiempo; que puedo ser un pájaro pintoreteado en acuarelas o un barquito de papel tan frágil como un mismo latido; algún accidente afortunado o el efecto mariposa en la vida de una persona.
Que puedo ser la noche o el día o la tristeza y la agonía…, o en su totalidad, la felicidad y la alegría ensambladas en una misma melodía.
Que yo decido si es la tristeza y la catástrofe las que me dirigen en esos días de incertidumbre, o si es la melodiosa armonía de una casta carcajada tutorada por mis acciones benevolentes.
Que yo decido si ocultarme en mi pequeño rincón de recuerdos o simplemente, sólo simplemente soplar vidas aun cuando sea yo quien necesite de un suspiro.