—Bueno niños— dijo el viejo— Todo héroe necesita un arma, una en la cual le confiara su vida en más de una ocasión— les aseguró— Y cuando era joven construí la mía— dijo antes de seguir con la historia.
Era una mañana tranquila, Nai había hecho un delicioso té de hiervas verdes. En eso decido ir al pueblo para comprar algunas plantas para pociones.
—Voy a salir, Luke, cuida a Nai— dije mientras me alistaba para salir.
—Sí, sí, lo que digas M— dijo el mestizo medio dormido.
—Cuida a Luke, Nai— le susurre al oido y me encaminé al pueblo.
Al llegar, el pueblo estaba lleno de tiendas que me puse a revisar con atención, algunas vendían alimentos, otras pócimas, calderos y demás artículos de brujería.
Al pasar por una taberna leo un aviso que decía:
"CREA TU PROPIA ARMA. Preséntate en la tienda del herrero Zükort y prepárate para un cursó de herrería".
—Esto es lo que necesito, un arma—'dije en voz alta y, gracias a las indicaciones del tabernero, pude llegar a la localización.
"¿Qué arma podría construirme?" Pensaba en el trayecto. "¿Un hacha o una lanza? No, nunca fui muy bueno con armas largas, ¿una masa? No, eso es más de mi hermano" y pensando así, descartando y descartado, llegué a la conclusión de lo mejor sería una espada bastarda.
Al llegar había un gigantesco elfo anciano, de 2 metros aproximadamente, con barba blanca, corta, y una expresión seria. Estaba trabajando en una daga en un yunque.
—Déjame adivinar— dijo con una voz muy grave— Vienes por los conocimientos de la forja.
—Sí, me gustaria hacer una espada— dije lleno de convicción.
—Te felicito— dijo con ironía— ¿Y con esos brazos flacuchos los vas a hacer?
—No me subestime señor— dije medio soberbio por el golpe a mi orgullo.
En media hora me explico cómo hacer una espada y me puse a trabajar.
El calor de la fragua hervía mi sangre, lo primero que hice fue tomar mi material, derretirlo y ponerlo en el molde de espada. Una vez ya tenía la forma basica la meti en la fragua,la cual estaba apagada.
—DARREDAD PAIRO SAT— dije, y encendí la fragua.
—Ah, qué vivo—Dijo el elfo y la apagó— Nada de mágia en mi herrería.
Apenas termino de decirlo encendí la fragua con unas rocas y coloqué la hoja de acero en ella, pasado 1 hora avivando el fuego con carbón, saco la hoja con unas pinzas y las pongo en un balde de agua haciendo que temple.
Apenas se templó mi hoja le di unos golpes en el yunque para que tubiera una buena forma y luego me puse a afilarla, tardé aproximadamente 20 minutos, sucedido esto voy a mostrarle la hoja al elfo aver si podia proseguir con el mango.
—¿Así está bien señor?— pregunte amablemente.
—Veamos... — la examinó y dijo un poco enojado— ¿A USTED LE PARECE QUE ESTA ES UNA HOJA DE ESPADA?— sin siquiera esperar respuesta uso sus gigantescas manos y la rompió de un esfuerzo.
—Abuelo— dijo Alejandro— o tu espada era muuuy mala o el tipo tenía mucha fuerza.
—¡Ambas! JAJAJAJA— se rió el otro anciano.
—¿Puedo continuar?— se enojo un poco Mateo.
Apenas dijo eso empecé otra vez una nueva espada, y... Mismo resultado. Intenté esa espada 5 veces. Me mantuve lleno de determinación, hasta que a la sexta.
—¿Esta vez está bien señor?— pregunté medio agotado—
Una ves inspeccionada dijo— No esta tan mal— al tratar de romperla, no pudo.
—Ponte a hacer un mango con cualquier madera de esas— dijo mientras señalaba unos pequeños troncos.
Tomé uno de abeto y lo tallé de una forma que me fuera facil tanto para una mano como para 2.
Apenas terminé mi espada salí de la tienda despidiéndome de Zükort, y recuerdo sus palabras tan alentadoras:
"Eres el peor estudiante que tuve en mis 400 años de vida, yo que vos me dedico a la magia que como herrero morirás de hambre".
Volviendo a la cueva me encontré con luke borracho etrenando artes marciales con el tronco de un árbol.
—¡Nai! Te dije que lo cuidaras— dije mientras anotaba en mi cuaderno una nueva hoja que hablaba sobre los elfos del norte (la raza de zükort).
—¿Quieres que dibuje uno onii?— preguntó tiernamente la hada.
—Claro— dije mientras trataba de parar al semi-vampiro ebrio.
—Y así chicos construí una espada, la cual me salvo de más de un aprieto— concluyó Mateo.