Los vigilantes de Marte

Capítulo 3: El catador de fiestas número uno en Oregón

 

26 de agosto del 2023.

 

Isaac Rowling.

 

— ¿Quieres apurarte, hombre?, ¡Sin maquillaje te vez preciosa! —grito desde el auto, que se encuentra estacionado frente a la casa de Adam. Ya pasan de las nueve de la noche, y aún falta pasar por los demás.

 

Luego de varias insistencias por mi parte, mis amigos aceptaron venir a la fiesta a acompañarme, y si bien ir a las fiestas solo es muy satisfactorio pues nadie me está jodiendo, siempre me termina haciendo falta su compañía y termino aburriéndome.

 

Joder, ya me parezco a Daniel.

 

Accedí pasar por ellos por dos razones, la primera porque hoy mi padre me ha prestado la camioneta después de muchas insistencias de mi parte, y la segunda razón es que no quería llegar solo a una fiesta.

 

Usualmente vengo a fiestas con pantalones deportivos y sudaderas, pero como esta es una ocasión especial, al ser la primera fiesta del año escolar y de que todos accedieron a venir, opté por usar un pantalón de mezclilla, una camisa blanca, y cuando me sentí demasiado formal me puse una sudadera a la que le saqué el cuello de la camisa por arriba.

 

Cuando salimos todos juntos siempre usamos la camioneta de los padres de Alex, ya que está más grande y cabemos mejor, pero el hermano mayor de Alex está en la universidad en California y se la llevó con él, así que, en estos casos, terminamos usando la camioneta de mi padre, en la que cabemos si nos acomodamos bien.

 

Mi primera parada fue en la casa de Adam, ya que no sabía que iba a tardarse diez minutos más de lo acordado.

 

Cinco minutos más tarde— luego de estar tocando la bocina— finalmente Adam sale de su casa, vestido con una camisa informal color azul, un pantalón de mezclilla, y el cabello peinado hacia atrás.

 

Me percato, en lo que hace el recorrido de la entrada de su casa al coche, de la cara de culo que se carga. Seguramente discutió con su padre, otra vez, o con su madre, otra vez, o con alguna de sus hermanas, otra vez.

 

Digamos que Adam no tiene la mejor relación del mundo con su familia, y parece que ellos se pusieron de acuerdo para odiar a Adam desde que nació. Lo que a Adam le hace falta es una buena borrachera.

 

—Joder, tardas más que las chicas —le digo cuando sube al asiento del copiloto y entonces arranco la camioneta.

 

—Deja de llorar y vámonos, antes de que me arrepienta por aceptar ir —dice con mala cara, es en estos momentos en los que me obligo a tener un poco de responsabilidad afectiva con Adam, después de todo es mi mejor amigo.

 

—¿Todo bien?  —pregunto sin apartar la mirada del camino —. Si pasa algo con tus padr…

 

—No quiero hablar de mis padres, Isaac —me corta de inmediato, sacando el celular y fijando su atención en el —. ¿La terapia viene incluida en la fiesta?

 

—No tienes que contármelo —cedo —. Pero sabes que me lo puedes decir, ¿verdad? — supongo que tiene que saberlo, el solo suspira, sin contestar, cuando veo que no lo hará decido que será mejor cambiar el rumbo de la conversación —. Si vas a estar con cara de culo puedo dejarte aquí y te puedes regresar caminando a tu casa.

 

—No me hagas golpearte, Rowling —dice hastiado, consiguiendo que me salga una sonrisa triunfal.

 

Me gusta demasiado joderle la vida a Adam, me gusta ver cómo va perdiendo el control poco a poco, es demasiado divertido.

 

En ese momento nos adentramos a la última calle del pueblo, en la cual se asoma la gran estructura de la casa de Daniel. Afortunadamente él ya está fuera esperando, va vestido muy similar que Adam, solo que su camisa es roja y no azul y lleva su clásico cabello alborotado.

 

—Estaba a punto de entrar de nuevo a la casa —dice Daniel mientras entra a la parte trasera de la camioneta, de inmediato se asoma entre los dos asientos delanteros para poder vernos.

 

Me he dado cuenta, con el pasar de los años, que lo primero que hace Daniel cuando lo vemos, es observarnos detenidamente, parece que se asegura de que no estemos heridos.

 

—Adam no sabía que vestido ponerse —digo mientras arranco el auto, esta vez en dirección a la casa de Noah. Adam suelta un gruñido y Dan ríe.

 

—A propósito, Adam —habla Dan todavía agachado entre los asientos —. Esas famosas pruebas de béisbol, ¿Cuándo son? —pregunta, frunzo las cejas.

 

—No hay manera en la que puedas tolerar un partido de beisbol, Daniel —le digo —. No queremos que te rompas las uñas.

 

—No lo digo porque quiera entrar, tarado —me responde, sin apartar la vista de Adam —. Solo quería ir a verlas.

 

—La próxima semana, Dan —le responde Adam con tranquilidad —. Y no le hagas caso a este imbécil, puedes participar si quieres.

 

—De ninguna puta manera —responde Dan con una sonrisa, Adam rueda los ojos y vuelve a resoplar.

 

Dan es la persona más infantil que conozco, a tal punto que cualquier palabra que emite hace que me den ganas de golpearlo. No lo hago porque eso me causaría demasiados problemas. Pero cuando se dedica a no ser un grano en el trasero —que son muy pocas veces—, no es tan desagradable como parece, incluso puedo decir que no me desagrada.

 

Entonces Daniel, todavía entre los asientos, y sin pedirme permiso, comienza a oprimir botones de la radio, haciendo que las estaciones cambien, en algunas se escuchan noticias y en otras canciones, pero Daniel no dura ni dos segundos cuando vuelve a cambiarla. Yo aprieto las manos en el volante.

 

Parece un puto niño.

 

Él no parece darse cuenta de que me está acabando los nervios, porque sigue cambiando los botones sin detenerse en una puta estación, yo comienzo a resoplar, Adam, como siempre, parece ignorarlo.



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En el texto hay: youngadult, amisad, young love

Editado: 23.02.2024

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