El Renacimiento
El resurgimiento de la Atlántida más el gran cataclismo, hizo remover hasta los cimientos más recónditos de la Neotierra y ello provocó que el pasado olvidado y enterrado volviera a renacer para quedarse en el nuevo planeta ahora reinventado. En lugares míticos como las pirámides de Egipto, las ruinas de Machu Picchu, las ruinas de Sumeria-Babilonia, en Escandinavia, Chichén Itzá, en la Acrópolis y en el Monte Olimpo, las ánforas sagradas que permanecían ocultas en las ruinas de las culturas antes mencionadas que custodiaban las almas de los antiguos dioses pertenecientes a los remotos pueblos, se dañaran de tal manera que las energías allí contenidas salieran a flote y se dispersaran a lo largo del orbe buscando cuerpos en donde encarnarse.
Avanzados los años de la Neotierra, la humanidad se reprodujo rápidamente como antaño otorgando un renacer al planeta. No obstante, hubo algunos seres que fueron tocados por la gracia divina, encarnando aquellas energías que se liberaron producto del gran cataclismo que sufrió el planeta, que no son más que las almas de los dioses antiguos que ahora han decidido regresar. Pronto, esos humanos divinizados, crecieron desde distintas partes del mundo y desarrollaron la gracia por la cual fueron destinados; sin embargo, sus cuerpos no eran más que instrumentos para que los guiaran a las ruinas de cada pueblo antiguo con un claro y único objetivo: encontrar los cuerpos verdaderos de los dioses enterrados en las catacumbas que poseía cada remota civilización. De todas formas, progresivamente los dioses fueron abandonando su forma humana para despertar de su largo sueño y reconstruir el imperio que alguna vez obtuvo gran predominancia en los tiempos antiguos.
Durante la primera edad de la Neotierra, los dioses permanecieron en la clandestinidad de todos, pero ya entrando en la segunda edad, extrañas situaciones comenzaron a surgir en el planeta, manifestándose a través de fenómenos naturales e insólitos acontecimientos en las ruinas de las antiguas civilizaciones: los océanos se sacudían con más violencia anunciando el retorno del gran rey Poseidón; el sol brillaba más fuerte cuando Amón-Ra e Inti renacían de su largo descanso; el cielo retumbaba más potente con sus amenazantes truenos y relámpagos al anunciar que Zeus y Thor iniciaban su retorno; el inframundo se agitaba cuando Hades, Anubis, Wakon, Nergal reclamaban su reinado; la tierra temblaba de emoción al reaparecer Pachamama y Gaia; Ares y su hermana Atenea emergían desde su largo letargo; Asgard se levantaba desde las profundidades; el Olimpo emergía con imponencia; las pirámides de Egipto cobraban vida desde su interior; Sumeria-Babilonia resucitaba; el Machu Picchu y Chichén Itzá renacían como poderosas ciudades incluso más esplendorosa que en la antigüedad. En resumen, el pasado volvía en el futuro, pero era una enorme amenaza para la humanidad que lentamente se ponía de pie después de sufrir el severo castigo del gran cataclismo, porque los dioses comenzarían una larga y terrible Gran Guerra Divina.
La Gran Guerra Divina
Llegado el año 4.526 D. C. de N.T., todos los dioses emergieron definitivamente desde las culturas remotas y se mostraron ante la humanidad, quienes por largos milenos creyeron tener a un único dios , de modo que, con sus inconmensurables poderes, reconstruyeron cada uno de los imperios de la antigüedad olvidada y que ahora eran una inexpugnable fortaleza donde una soberbia civilización renacía en varios continentes, incluida la Atlántida. Los pueblos donde alguna vez adoraron a estos dioses desde los tiempos ancestrales lo volvían hacer porque sentían que su cultura resurgía a ellos con más gloria y esplendor que nunca. Algunos países dejaron de existir, para convertirse en esos reinos que solo eran recordados por libros y viejas leyendas.
Pero, el capricho de los dioses seguía tan intacto como antes, porque pronto la oscura sombra de la guerra se expandía por toda la Neotierra y la humanidad nuevamente estaba siendo amenazada por la locura, esta vez no impulsada por la ambición del hombre, sino por la hegemonía entre los propios dioses. Por el contrario, había otras deidades más razonables que no deseaban que esa temible contienda se desatara, pero la mayoría no descansó hasta que la guerra por el poder se levantara no importando cuanta muerte y destrucción acarreara con ello, y como no había nadie quién controlara los conflictos entre países (la ONU había desaparecido) las batallas comenzaron. Fue así como los ejércitos de cada dios se prepararon para marchar, y a esto se suma el hecho de que no solo los dioses resucitaron, sino que también todos aquellos seres mitológicos de la antigüedad como los enanos, elfos, centauros, arpías, gorgonas, grifos, gigantes, etc. eran parte de la Neotierra.
Los roces entre los dioses eran cada vez más intensos, hasta que finalmente en el año 4.530 D. C. de N.T., la Gran Guerra Comenzó cuando Asgard invadió el Olimpo mediante el ejército de Loki quien contestó un reto del dios Ares. Por otro lado, la supremacía del inframundo era algo que estaba en disputa por muchos dioses, pero que esta debía resolverse mediante las armas, y así fue que la legión de guerreros de Anubis atacó a los ejércitos de Hades, apoyado por el incaico dios Wakon; no obstante, otra fuerza de la antigüedad deseaba luchar por los dominios del infierno: el dios sumerio Nergal, quien, con sus huestes, se alió temporalmente con Hades para enfrentar la amenaza y reclamar su parte. Como consecuencia, el planeta fue sacudido nuevamente por la catástrofe y la humanidad no tenía una protección que los defendiera de la ambición de aquellos malignos dioses.
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Editado: 19.03.2024