Los Xeronianos Del Universo - Libro I El Guerrero Del Sol

Prefacio IV

 

De Xeron 

     La guerra entre los dioses estaba en su punto más álgido y cada ejército desplegado era más poderoso y sanguinario que el anterior, por lo que cuando se enfrentaban a las huestes adversarias, la Neotierra se sacudía brutalmente dejando consigo un desolador paisaje de muerte y de destrucción. 

     No obstante, en un lugar paralelo a toda esa maquinaria de odio divino, el niño hijo de unos padres bendecidos por la gracia divina, crecía felizmente con su familia y desarrollándose como una persona normal; sin embargo, su espíritu y su mentalidad era muy sobresaliente y sabio para la edad que tenía, y pronto sus progenitores se percataron que realmente su retoño había llegado al mundo para realizar proezas que iban más allá del entendimiento humano. Paulatinamente, su madurez crecía en conjunto con los poderes divinos que le han sido otorgados por el creador en el momento de nacer. Al llegar a la adolescencia, su comportamiento no era la de un humano cualquiera: había sido un niño índigo y era capaz de tener habilidades como leer la mente y la telepatía, además de una evolucionada forma de pensar y una profundidad sobresaliente para comprender las cosas de la vida y el destino. 

     Avanzados los años, y a medida que el joven Xeron se transformaba en adulto, su razonamiento de la vida era tal que poco a poco se fue aislando del contacto social porque no era un ser ordinario y tenía una visión muy distinta del resto, lo que lo obligó a seguir su propio camino hasta llegar a la fase de evolución suprema; no sin antes de haber cuidado hasta el fin y con sumo esmero a sus padres, quienes fallecieron a muy avanzada edad y después de padecer muchas veces el exilio y el sufrimiento a causa de la furia que reinaba en la Neotierra producto de la guerra entre los dioses. Xeron, al dejar atrás su hogar, emprendió un viaje que lo llevó a conocer lugares y seres místicos que lo enriquecieron en su evolución espiritual, por lo que pronto su nivel avanzado del ser le permitió realizar la hazaña más grande que haya hecho un ser humano. 

     Durante sus años de entrenamiento, Xeron aún cuestionaba su destino y el propósito de su vida, había visitado y conocido a varios maestros quienes le enseñaron mucha sabiduría solo otorgada a los elegidos, pero no fue hasta que en un atardecer mientras caminaba sin rumbo hacia un horizonte desconocido, un ser encapuchado de negro que lo miró desde uno de los cerros aledaños lo salvó del ataque de unos berserkers de Loki. 

—Tanto conocimiento no sirve de nada si no se aprende el arte de la guerra —hablaba el encapuchado mientras Xeron se levantaba del ataque. 

—Te agradezco que me hayas salvado, pero, ¿quién eres tú?, ¿y cómo pudiste derrotar tu solo a ese grupo de berserkers? 

—Soy Metatrón, un ser que ha rechazado al creador para evitar la catástrofe más grande de todos los tiempos, por ello heme aquí como un errabundo evitando aquel trágico destino. Una vez el hijo del hombre me pidió que, si algún día me encontrase con el nuevo enviado del cielo, lo entrenara para la salvación de la Neotierra —decía mientras limpiaba su guadaña de la sangre de sus enemigos—. Ahora sígueme porque voy a mostrarte el camino que necesitas para tu misión en este planeta. 

     Desde ese encuentro, Xeron comenzó un arduo entrenamiento por largos años tanto físico, mental y espiritual de la mano del legendario guerrero solitario Metatrón que renegó del cielo; aprendió a desarrollar sus poderes sobrehumanos, a manejar la energía interna, a mover objetos con la mente, a pelear todo tipo de artes marciales y a cómo enfrentar su destino. Cuando llegó el momento de partir después de que el maestro ya no tuviera nada más que enseñar al joven índigo, este recibió las últimas indicaciones antes de emprender su nuevo viaje. 

—Ya sabes todo lo necesario para detener la guerra de los dioses, y ahora, antes de que te vayas, debes hacer lo siguiente: buscarás discípulos que expandan y hereden tu conocimiento, porque ellos serán el futuro de este planeta y la salvación de los opresores. Además, tendrás que alcanzar la evolución final de tu espíritu, solo así podrás frenar la sangrienta ambición de estos dioses. 

—Pero, ¿Cómo podré batallar yo solo contra enemigos de esa magnitud? —preguntaba Xeron. 

—No necesitas pelear para cumplir tu objetivo, lo que te he enseñado en artes marciales es para que tengas confianza en ti mismo. El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar. 

     Posterior a estas últimas palabras, ambos se despidieron esperanzados en que algún día se iban a reencontrar, porque así lo había determinado el destino. 

—Hasta el final de los días, Xeron, y éxito en tu misión. Y recuerda estas palabras para que transmitas a tus discípulos, porque representará la extinción de toda existencia debido al decisivo enfrentamiento de los representantes del bien y el mal ya previsto por el Reino del Cielo. 

—¿Es algo metafórico o literal lo que sucederá? 

—Ambas cosas, pues serán encarnados por dos seres de una misma sangre heridos por un sangriento pasado, y su enfrentamiento será la muerte y renacer de un nuevo mundo. 

—Lo tendré siempre presente, muchas gracias por todo y adiós, maestro Metatrón. 




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