Era un amanecer extraño en aquel pueblo de refugiados, porque un ambiente denso se propagó por todo el sector y una niebla cubría gran parte de ella. Así también lo sintió Demian, quien, al levantarse para ir a la escuela, percibió unos gritos que se escuchaban desde lejos pero que se acercaban paulatinamente. Miró por la ventana para ver qué es lo que ocurría y pudo vislumbrar que un incipiente incendio comenzaba a expandirse por los alrededores. El temor y la incertidumbre se apoderaron del muchacho quien estaba siendo testigo de un posible ataque del Kahn.
—¡Tío Ren, Tía Annie! —llamaba nerviosamente Demian—, despierten ahora, algo está pasando y mi instinto me dice que no es nada bueno.
—Sí, algo sentí —respondió el Tío Ren— debemos movernos en seguida si nos están invadiendo.
—Ten cuidado Ren —decía la Tía Annie—. Dios quiera que no sea otra vez una invasión. Debo ir a levantar a Carmen. Por favor ayúdame, Demian.
Los tres se prepararon con rapidez, mientras la Tía Annie y Demian fueron a ver a Carmen quien yacía en su cama sobresaltada y sin saber qué es lo que sucedía. El Tío Ren miraba por la ventana para comprobar los hechos, cuando sus oídos escucharon lo que menos deseaba.
—¡Nos están atacando! —gritaba un vecino cercano—. ¡El ejército de Daemon Kahn está arrasando con todo y secuestrando a los jóvenes!
—¡Dios mío! —decía el Tío Ren a los suyos—. Debemos abandonar esta casa de inmediato.
La tensión, miedo y nerviosismo se apoderó prestamente de los cuatro, quienes no sabían cómo sobrevivir ahora ante un ataque tan furioso como el que estaba perpetrando el maligno emperador. Los rumores fueron ciertos y solo les quedaba rezar. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que escaparon de una emboscada del enemigo; en este instante ignoraban si el destino iba a ser tan clemente con ellos o no. El pueblo trataba de huir con desesperación del ataque del ejército invasor, quien tomaba prisioneros a los más jóvenes y destruía al resto para no dejar nada a su paso. El fuego aumentaba cada vez más y la posibilidad de subsistir era escasa. En ese instante, un soberbio secuaz del Kahn de una larga cabellera clara sobre un rostro oculto en una máscara tenebrosa, alto y fornido, aparece en medio del pueblo atacado impartiendo órdenes y recibiendo noticias de un subordinado.
—Hemos capturado a varios para enviárselos al Kahn como esclavos o futuros guerreros, a los otros los aniquilamos —decía el soldado.
—Muy bien —respondió el enmascarado—. ¿Han encontrado a ese individuo? El Kahn lo quiere muerto sí o sí.
—Aún no, mi señor. Varios batallones están frenéticamente buscándolo.
—¡Pues entonces apresúrense! No quiero excusas y tendrás que traerme su cabeza para presentársela al Kahn.
—¡Sí, señor! Así será tal como lo ordene.
Demian, mientras tanto, se ocupaba lleno de tensión en ayudar a preparar a Carmen y escapar pronto junto a sus padres adoptivos ante la inminente destrucción de su hogar. Los gritos aumentaban y el caos producido mermaba la moral de todos. En ese instante, el Tío Ren tomó su escopeta recién cargada y ordenó salir de la casa.
—¡Huyamos por el patio de atrás ahora! Si escapamos por el frente, los enemigos nos encontrarán de inmediato.
—Dios mío, protégenos por favor —decía la Tía Annie desesperada entre lágrimas—, sálvanos a todos te lo suplico.
—Dios nos va a proteger viejita no te preocupes —decía el Tío Ren—, larguémonos de aquí.
Y prontamente, los cuatro juntos y el perrito Nico abandonaron el hogar con dificultad debido a la enfermedad de Carmen. A primera instancia lograron evadir el ataque provenido desde el frente de la casa, pero luego se dieron cuenta que más batallones de asalto surgían desde los alrededores del pueblo, por lo que se internaron con celeridad dentro del bosque cercano.
Las tropas de asalto del Kahn avanzaban inexorablemente dentro del pueblo que se destruía y que no contaba con una defensa apropiada. Cuando el enmascarado secuaz del Kahn inspeccionaba todos los sectores, revisó con cuidado de que todos los hogares hayan sido saqueados, y si encontraba alguna pequeña resistencia, era despiadado y se deshacía de sus víctimas sin compasión alguna, por ello al momento de descubrir que el bosque situado atrás de la aldea de refugiados permitía el escape hacia otras localidades, no perdió ni un segundo en ordenar a sus hombres en perseguir y rodear a todo aquel que intentase huir. Al llegar al otro extremo de la floresta, el enmascarado atisbó de entre varias personas a los cuatro pobladores que se fugaban con una mascota desesperadamente.
—Captura a ese chico y tráelo vivo. Del resto, deshazte —decía el enmascarado a su subordinado.
—Será un placer.
No tardaron mucho en alcanzar a Demian y a los demás quienes ya no podían seguir huyendo al verse rodeados por todas partes y contemplar con pánico como los invasores aniquilaban a sus vecinos y secuestraban a quienes podían servir de utilidad al emperador.
—¡Aléjense de nosotros! —gritaba el Tío Ren quien con su escopeta alcanzó a dar muerte a algunos atacantes, más no tuvo éxito cuando quiso hacer lo mismo con el fornido enmascarado.
#6883 en Fantasía
#1211 en Ciencia ficción
cienciaficcion, mitología demonios monstruos, fantasia con accion y ciencia ficcion
Editado: 19.03.2024