Los Xeronianos Del Universo - Libro I El Guerrero Del Sol

Capítulo V

      En otro lugar recóndito de la Neotierra, donde alguna vez fue un vasto imperio y de cultura politeísta, había más pueblos escondidos que sobrevivieron al cataclismo y a la opresión del Kahn. Entre aquellas familias, existía una compuesta por los dos padres negros, sus cuatro hijos pequeños y uno adoptado que, desde su recepción en el seno del hogar, fue considerado como un miembro más. El padre se dedicaba a la carpintería, la madre era dueña de casa, pero a veces vendía pan amasado para ayudar a los ingresos mientras los cuatro niños pequeños cursaban en las humildes escuelas de las cercanías; el niño adoptado que era mayor al resto de sus hermanos estudiaba también repartiendo su tiempo en ayudar a su padre adoptivo en las labores de la carpintería y pastoreo de ovejas. La familia era de escasos recursos, empero aun así vivían en paz y armonía pese a las vicisitudes del destino. 

     Un día el padre fue a buscar leña junto a sus cuatro hijos más el adoptivo, con felicidad observaba como sus retoños biológicos volvían con trocitos de madera para el hogar, sin embargo, veía con una mirada de comprensión al atisbar al joven adoptado que con dificultad traía la carga; era muy atento con su padre, pero este sabía que le costaba los trabajos hogareños porque tenía un don muy distinto al de sus hermanos... y al resto de la humanidad. 

—Vamos, vamos, querido Bubba —decía con calma el padre adoptivo —, deja esa leña encima y lávate las manos porque vamos a cenar pronto. Gracias por tu ayuda. 

—De nada, pues. Iré a ver a mamá por si me necesita. 

—Está bien, ve con ella. 

     El padre amaba a Bubba como si fuera un hijo biológico, pero a la vez sentía una preocupación porque creía que algún día tomarían caminos distintos por la vida, ya que sabía de cierta manera que el joven no estaba para trabajos en el campo, sino que para algo más debido a su enorme inteligencia y su espíritu evolucionado. Aún evocaba el momento cuando recibieron el bebé junto a su esposa de manos de un misterioso vagabundo hace quince años atrás. 

     Sus padres lo bautizaron como «Bubbarakyu». Cuídenlo mucho con amor, porque yo no puedo hacerlo. 

     Después de eso, el misterioso vagabundo desapareció para nunca más volver. Los padres recibieron al bebé con afecto, pero jamás lo llamaron por su nombre puesto que lo encontraban complicado de recordar, por ello simplemente lo apodaron «Bubba» y le dieron su apellido paternal: «Rashad». 

     Bubba, a diferencia de su familia de piel negroide, era de tez pálida, tenía el cabello un poco largo y liso y de color castaño claro, sus ojos eran marrón, su rostro era fino y físicamente delgado. El niño a medida que fue creciendo, desarrolló un carácter muy sensible, intuitivo y perceptivo, le costaba socializar con los demás niños porque no se adaptaba al estilo de vida de una persona normal. Siempre estaba en constante reflexión; empatizaba con el sufrimiento ajeno a tal punto de caer en profundas depresiones, tenía un corazón puro, su mirada transmitía serenidad y su retórica era sabia y convincente cuando esporádicamente conversaba con alguien. Debido a todo lo anterior, el señor Rashad con paciencia trató de que su adoptado se inmiscuyera en tareas hogareñas para sacarlo de sus absortos pensamientos, objetivo que logró en cierta medida, pero que sabía que tarde o temprano Bubba lo abandonará para siempre. Entrando en la etapa de la adolescencia, el muchacho entabló amistad con algunas personas de los alrededores del pueblo, pero siempre en los adultos sorprendió el hecho de que el joven mostrara una avanzada madurez en su comportamiento habitual y en la forma de como el sin excepción ayudaba a quien más lo necesitaba. Llegó que incluso un día, cierto vecino sufrió un accidente casero mientras trabajaba, fue ahí cuando el joven Rashad acudió en su ayuda porque estaba cooperando con el hombre, y se cuenta que realizó el primer milagro de su vida curando la rodilla izquierda con energía interna después de que el vecino cayera del techo. Ni el propio Bubba sabía de su oculta habilidad, solo lo hizo instintivamente.

     El señor Rashad, volvía de sus pensamientos mientras la señora Ghoneim servía la cena para su familia. El joven Bubba permanecía sereno, pero a la vez absorto en sus cavilaciones. Luego de la oración de agradecimiento, los siete integrantes compartieron el sabroso banquete con la cual terminaban el día. 

     Al día siguiente, el señor Rashad y Bubba, fueron a trabajar en el negocio temprano como todos los sábados, no obstante, fue una jornada intranquila por los crecientes rumores de que el Kahn estaba persiguiendo a los pueblos escondidos en busca de sirvientes para el imperio. El joven nunca dejaba de pensar en el sufrimiento ajeno y sentía que debía de hacer algo al respecto, cuando repentinamente mientras martillaba un mueble, vio como un ladrón asaltaba a mano armada un negocio cercano y los dueños poco podían hacer por temor a ser lastimados. Bubba no sabía cómo actuar, si ser un espectador más o tratar de salvar a los humildes comerciantes que podían hasta morir si el atacante así lo deseaba, fue allí donde el joven abandonó su puesto para encarar al peligroso delincuente que intimidaba a la esposa del locatario para que le entregue el dinero, desobedeciendo las órdenes de su padre adoptivo a que regresara y no arriesgar su vida. Los vecinos miraban sin poder hacer nada temiendo un desenlace fatal, cuando inesperadamente, Bubba se encontró frente a frente con el atacante, y mirándolo fijamente a los ojos, le espetó. 




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