El trayecto de Bubba hacia el sur, se extendía varios kilómetros recorriendo pueblos rurales cobijados por las altas cumbres del Himalaya que ahora se encontraban cubiertas debido al nevazón acaecido hace un par de días. El joven se mantuvo nostálgico durante las primeras semanas pensando en su maestro, Tathagata, Makalu, y especialmente Manjari, a quien la evocaba con profundo cariño cada vez que miraba su medallón dorado. Caminando sin un destino fijo, la incertidumbre aumentaba en el viajero que no parecía creer en todas las promesas vistas en sus sueños al no hallar un real motivo convincente de ser el elegido esperado por todos; solo la ruta indicada por Feng Li le aseguraba que el misterioso encapuchado de blanco lo estaría esperando para su próxima etapa en el largo entrenamiento, sin embargo, Bubba continuaba la travesía luchando contra los demonios de la duda.
Bubba se sentía fuerte después de la dura preparación recibida en el templo, se había hecho más hombre y más seguro de sí mismo donde ya no era el frágil niño que vivía al lado del señor Rashad y la señora Ghoneim, ahora es un ser maduro en búsqueda del destino prometido por la divinidad.
Después de dejar atrás todo paisaje urbano, Bubba se metió en un despoblado donde se sintió vulnerable ante algún ataque enemigo sin que nadie lo socorriese. El día agonizaba para pasar a la noche; no había un lugar para comer por lo que debía arreglárselas con las provisiones que tenía y encontrar un refugio cómodo para descansar. Por fortuna a unos metros de distancia, divisó unos antiguos y enormes dólmenes rodeados de menhires que le servían perfectamente para ocultarse de toda hostilidad, llamándole la atención que encima de las tres construcciones, se vislumbraban tres figuras a media luz.
El instinto le indicaba al joven que se acercara a los dólmenes pese a que no comprendía que era esa luz emanada y si acaso representaba algún peligro; cada paso era una sensación de ansiedad y misterio de lo que podría ocurrir si seguía adelante, pero tanto Xeron como Feng Li le advirtieron que confiara en sí mismo indudablemente, por lo que Bubba avanzó hacia las tres extrañas siluetas a media luz que parecían esperarlo mientras el sol decaía en el horizonte. Cuando pudo divisarlos mejor, comprobó para su sorpresa, que tenían formas humanas sentadas en posición de loto sin revelar sus rostros, porque la capucha blanca que llevaba cada uno, dejaba solo los labios al descubierto. El mayor desconcierto para el amigo de Manjari, fue que la figura sentada al medio de los otros dos, habló con una voz enérgica, profunda y muy majestuosa que hizo temblar de nerviosismo al inseguro Bubba.
—Por fin nos encontramos cara a cara para concretar los hados que nos han sido asignados. Es el momento de que seas más que un simple humano, es hora de que te forjes como el nuevo elegido que ilumine a la Neotierra en su hora más oscura.
—Conozco tu voz, resuena en mi cabeza por las noches apareciéndote en sueños y hablándome de un destino que ansío conocer.
—Ya no soy un sueño ni tampoco una falsa ilusión que viene hacer promesas vanas. Te has preparado adecuadamente en el sagrado templo budista para convertirte en un nuevo líder y representante del cielo.
—¡Revélate de una vez por todas y decidme el camino que debo tomar el resto de mi vida!
Un frío recorrió el cuerpo de Bubba al ver al extraño individuo del centro levantarse para quitarse la túnica revelando su rostro, al igual que los dos restantes. Los ojos del joven se abrieron y su corazón latió acelerado producto de la ansiedad, pero de inmediato quedó encandilado por la enceguecedora luz e irritado por el calor que surgió apenas la ropa se desasió del cuerpo de los tres integrantes.
—La luz es demasiado brillante para mirarlos directamente. ¡Díganme quienes son y qué es lo que desean de mí! —gritó un desesperado Bubba.
Cuando bajaron la intensidad de la luz, se pudo entrever que poseían una forma humana pero acompañado de enormes alas, gran estatura, doradas armaduras pulcramente adornadas, un aura que brotaba de ellos haciendo gala del inconmensurable poder, y en cada una de sus manos, sostenían las legendarias espadas de fuego divinas. Finalmente, se presentaron terminando con la angustiosa zozobra de Bubba.
—Yo soy Miguel Arcángel, líder de los ejércitos de Dios que combatió contra las fuerzas de Lucifer en la Gran Batalla del Cielo. Yo fui quien te habló en sueños enviándote a entrenar con Feng Li en los montes Himalayas - señaló el individuo ubicado en el dolmen central.
—Yo soy Rafael Arcángel —respondió el que estaba a la derecha de Miguel—, uno de los mensajeros de Dios y combatiente de los ejércitos celestiales.
—Yo soy Gabriel Arcángel —dijo el que se situaba a la izquierda de Miguel—, mensajero y combatiente del ejército de Dios. Fui yo quien se apareció ante María revelándole la maternidad de Jesús.
Bubba enmudeció de asombro por lo que estaba mirando y sin creer el momento que presenciaba. Sus lágrimas de emoción brotaron espontáneamente y su cuerpo seguía temblando, hasta que se arrodilló e inclinó la cabeza ante quienes iluminaban gran parte del paisaje con el aura. Miguel habló de nuevo para consolar el ánimo del muchacho que solo atinaba a guardar silencio.
—No es a nosotros a quien debes reverenciar Bubba —advirtió Miguel —, es a tu señor al que mostrarás tus respetos. Hemos venido ayudarte en tu proceso de entrenamiento y señalarte el camino que seguirás de ahora en adelante.
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Editado: 19.03.2024