Los pescadores del puerto de Arkania se lanzaron desesperadamente al mar apenas conocieron la noticia de que la Pincoya anunciara la abundancia para el ser humano. Todos los barcos varados, echaron andar motores con el objeto de llenar las redes de los esquivos peces y mariscos que por largo tiempo escaseaban en la ciudad. Era tanto el afán por salir a navegar, que el descontrol en el puerto se hizo insostenible dejando de lado la obligación de verificar el itinerario de las embarcaciones, por lo que no prestaron atención a la llegada del barco mercante que traía a los viajeros sobrevivientes del titánico enfrentamiento entre Tenten-Vilú y Caicai-Vilú.
—¡Vaya, esto es una locura! —dijo Sokaku desde la cabina del barco—, al parecer el rumor del fin de la escasez llegó tan rápido como los primeros rayos del sol.
—Aquí en todo el sur de Chile, el alimento se hizo tan oneroso trayendo pobreza en los pueblos aumentando el mercado negro. Me alegra saber que todo haya vuelto a la normalidad —explicó el capitán.
—No sé si estaré equivocado, pero desde acá veo algunos comerciantes bastante acomodados pese a los tiempos de pobreza —señaló Homter.
—Eso tiene una explicación muy lógica en estas zonas meridionales — contestó el capitán con un semblante de misterio—. Se cuenta que cuando un comerciante se enriquece rápidamente, es porque hizo un trato con los oscuros brujos de la embarcación más legendaria de los mares australes: El Caleuche.
—He oído de ese barco desde que era niño —agregó Demian mientras acariciaba a Nico—; sin embargo, tengo entendido de que es sólo un mito.
—¡No, por ningún motivo! —afirmó el capitán—. El Caleuche ha navegado en estas aguas desde tiempos inmemorables, no pudiendo siquiera mirarlo, ya que puede deformar tu cuerpo. Hay que cuidarse cuando haya niebla, pues en las noches suele aparecer acompañado de un gran festín en su tripulación.
—¿Entonces quiere decir que esos comerciantes opulentos que vemos ahí hicieron pacto con los brujos pese a la escasez? —preguntó Demian.
—Es muy probable, desde que asumió su tirano gobernante, muchas cosas turbias ocurren diariamente en una ciudad que es grande y bella compuesta por gente de esfuerzo, pero que también se ha corrompido por culpa de quienes gobiernan, debido a oscuros tratos con los brujos del Caleuche y el maligno Daemon Kahn.
—¿A qué lío nos estás metiendo al visitar Arkania? —inquirió Kenji a Sokaku.
—Esta ciudad sufre de una convulsión social por lo que no sé si sea buena idea estar aquí —agregó Akira.
—Nuestra visita es un mal necesario —contestó mientras limpiaba su Non-La –requerimos respuestas, provisiones, y armas para continuar este viaje hacia Cyrania. Es la ciudad más grande de este lado del mundo por lo que no tenemos más alternativa.
—¿Armas? —interfirió Mick—, los xeronianos tenemos las propias y no necesitamos más.
—Creo que no entendiste el objetivo de Sokaku —respondió Arien—, hay alguien que sí los necesita y está justamente ahora sosteniendo a su perro.
El barco atracó en el puerto de Arkania tratando de esquivar las ansiosas naves que se lanzaron al mar para buscar el alimento largamente esperado. Cuando el capitán encontró el espacio y fue autorizado para desembarcar, los xeronianos divisaron la locura desatada en la bahía por lo que pensaron que su presencia pasaría desapercibida, pero no contaron con que tres inspectores estaban atentos una vez que estos descendieron.
—¿Ustedes tienen autorización para el ingreso de esta nave al puerto? —averiguó el inspector—. ¿Quién capitanea la embarcación? No pueden atracar sin previo permiso y sin la debida revisión de la carga que traen.
—Yo soy el que está a cargo de este barco —dijo el capitán—, y bueno venimos de ...
—La verdad es que no importa de dónde venimos —interrumpió Sokaku— estamos en esta bella ciudad porque queremos hacer lindos negocios. —Se acercó entremedio de los tres inspectores mostrándoles un fajo de billetes—, digamos que La Pincoya les envió unos dineros en compensación por su largo tiempo de escasez alimenticia.
Los inspectores se incomodaron mirándose unos a los otros, pero entendiendo que la economía de la ciudad estaba por los suelos, no pudieron rechazar la oferta del hombre, quien los miraba con una sardónica sonrisa intensificando su acto de soborno dividiendo el fajo en tres montos para terminar de convencerlos.
—Está bien, no diremos de su ingreso, pero este barco no puede quedarse por mucho tiempo, ya que el protocolo dice que hay que revisar su cargamento.
—No tiene cargamento y además este barco lo tomamos para transportarnos y quedarnos aquí. Dejen que el capitán se vaya porque ya no precisamos de sus servicios. Nunca hubo conversación entre nosotros ¿Estamos claros?
Los inspectores procedieron autorizar a los demás operadores para que el barco se retirara de Arkania mientras Sokaku regresaba triunfante junto al resto de los viajeros.
—Bien, estimado capitán, el barco queda para usted tal como se lo prometimos —dijo Sokaku—, fue un viaje inolvidable, gracias por traernos hasta Arkania y relatarnos sus historias.
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Editado: 19.03.2024