Más de diez mil doscientas millas náuticas de distancia y varios meses de navegación fue lo que duró la enorme odisea que significó viajar desde Asia con destino al fin del mundo en un barco que fue preparado especialmente para Bubba por los tres arcángeles antes de regresar al Reino del Cielo. Estaba completamente provisto de dinero, alimentación y suministros de primera necesidad que le permitieron sobrevivir a los largos meses de travesía en la más absoluta soledad. La angustia y la ansiedad por enfrentar la situación sumando el hecho de marchar hacia un lugar desconocido para él, hizo que por algunas semanas cayera en un estado depresivo, pero el recuerdo de quienes amaba y el constante apoyo de Eolo, produjo que concentrara sus sentimientos en el objetivo que debía cumplir para devolver esperanza a la Neotierra.
Después de alejarse del territorio asiático y superar sus males internos propios del confinamiento, durante los siguientes meses se dirigió hacia Oceanía para hacer escala en Australia y Nueva Zelanda antes de entrar de lleno en el Pacífico Sur. Una vez retomada la expedición, el barco navegó empujado por los vientos proporcionados del dios Eolo quien consintió al favor solicitado de los arcángeles en guiar al joven a través los mares hasta llegar al fin del mundo, ya que Bubba no sabía cómo manejar una embarcación y sólo era posible arribar a otros países por vía marítima después de la desaparición de las aerolíneas producto del gran cataclismo que semidestruyó el planeta.
Todo iba bien mientras Bubba se adentraba en el continente americano, pero llegó un momento en que Eolo empezó a tener dificultades para mantener la nave a flote, ya que a escasos kilómetros cerca del punto de destino, dos enormes serpientes libraban una colosal batalla remeciendo todos las aguas de la Neotierra, por lo que el dios griego empleó todo su poder para acelerar los vientos y salvar al viajero de un seguro naufragio cambiando la ruta hacia uno de los lugares más legendarios que han sobrevivido al paso del tiempo: La Patagonia.
Cuando, por fin, luego de varios meses de interminable travesía el barco llegó a territorio chileno, Bubba quedó estupefacto producto del hermoso paisaje patagónico esperanzado de poder cumplir con su destino en este nuevo mundo para él. El frío viento austral hizo que el joven se entumeciera a medida que se internaba por el seno Última Esperanza en el cual se podía ingresar más directamente después de los cambios físicos que sufrió el planeta hace miles de años atrás. Las quietas aguas del fiordo calmaron la ansiedad que tanto arrastraba Bubba durante el largo viaje disfrutando de los enormes cerros que circundaban, precedidos de hermosas nubes que decoraban el cielo matutino entremezclándose con los variados relieves. La ruta siguió por Puerto Natales hacia el sur pasando por varios golfos, hasta que finalmente los vientos de Eolo llevaron al joven a la ciudad de Punta Arenas después de un largo rodeo hacia el este por el Estrecho de Magallanes.
El corazón de Bubba se hinchó de alegría cuando el barco atracó en el puerto de Punta Arenas a mediodía. El joven al poner sus pies en la Patagonia contempló la ciudad situada al fin del mundo sintiendo ese viento austral que penetraba los huesos por su intenso frío. Una vez ya abandonado la nave, Bubba se despidió amablemente de Eolo quien fue su única compañía en el azaroso viaje desde Asia, por lo que el dios de los vientos dijo sus últimas palabras antes de partir.
—Muchas aventuras te esperan en el fin del mundo antes de que cumplas tu proeza, pero los dioses estarán contigo para que traigas luz a la Neotierra. Hasta pronto Bubba, mis vientos te empujarán siempre hacia tu destino. Invócame si la necesidad lo requiere.
—Hasta pronto, gran dios Eolo, bendito seas por todo lo que me has brindado y ayudado en esta épica aventura. Que tus vientos soplen hasta el rincón más extremo del mundo.
Luego de despedirse, Eolo suspiró por última ocasión y desapareció para volver a los cielos, mientras Bubba contemplaba la ciudad diciéndose a sí mismo.
—Bueno, ya estoy en el fin del mundo... ¿y ahora qué hago?
En la Patagonia también sufrieron los embates del gran cataclismo y el resurgimiento de los dioses antiguos, porque las extintas razas como los Selk'nam, los Yaganes, los Kawéskar y los Tehuelches, resucitaron desde las profundidades del olvido por el poder de las divinidades como Kóoch, el dios creador Tehuelche, quién además hizo renacer a los monstruos mitológicos patagones desaparecidos al menguar la era del mito. Los pueblos primigenios no se relacionaban con el hombre moderno debido a la cruda persecución y matanza que padecieron en la antigüedad cuando los pioneros colonizaron las vírgenes tierras australes, viviendo ahora aislados en los rincones más extremos del continente donde son protegidos por la mano de su dios. Sin embargo, existen algunos seres mitológicos que conviven domesticados por el hombre, pero otros suelen amedrentar a las ciudades de los alrededores llevando a que la gente se resguarde y formen grupos de defensa para oponerse a monstruos atacantes. En Punta Arenas, Puerto Natales, Tierra del Fuego, y en toda la Patagonia, el mito ha vuelto para quedarse, cohesionando la leyenda del pasado con las costumbres del presente.
Bubba se internó en la ciudad de Punta Arenas abrigándose del frío acosador que envolvía su cuerpo. No tenía muy claro adónde ir ni tampoco el próximo paso a seguir, por lo que decidió avanzar por la plaza de armas de la antigua ciudad quedándose pensativo ante el monumento a Hernando de Magallanes quien se alzaba por sobre tres aborígenes, donde uno de ellos se destacaba por su pie derecho colgando.
—La tradición dice que, si besa el pie de ese indio, usted volverá a esta ciudad —decía una anciana que se acercó a un embelesado Bubba.
#6882 en Fantasía
#1211 en Ciencia ficción
cienciaficcion, mitología demonios monstruos, fantasia con accion y ciencia ficcion
Editado: 19.03.2024