Los Zapatos De Cassandra

3. Un Diez, Un Siete Y Un Vaso De Agua

Mi estómago se contraia del puro nerviosismo. Era jueves, ya había pasado una semana en Gravity Humiliation y hoy se grabaría el primer episodio eliminatorio. Normalmente, según las reglas, los retos eran revelados al momento, así que no tenía idea de lo que podría pasar o si podría cumplir con lo pedido.

Me vestí lo más sencillo que podía. Llevaba una camiseta blanca, unos jeans azules y los tacones café que no me había quitado desde que había llegado aquí, me gustaban más de lo que alguna vez me había gustado algo. Eran bastante cómodos y no llamaban tanto la atención, además de que me daban una altura considerable contra los demás.

Salí de mi apartamento y camine hasta el elevador, que según los botoncitos rojos, estaba por llegar del piso de arriba. Las puertas se abrieron, y me encontré, poco sorprendida con Charles y Regina.

Bueno, ese par era de lo peor. Regina tenía la falda mal acomodada, y su cabello rubio todo alborotado, su labial rojo estaba corrido por toda su mejilla derecha.

Charles, por el contrario, tenía su ropa bien acomodada, a excepción de la camiseta negra de botones a la que ahora le faltaba uno. Su cabello rubio cenizo, y rizado, estaba como siempre. Su cara estaba ligeramente manchada de colorete.

Entre al ascensor, algo incómoda ante la situación. Saque un par de Kleneex de mi bolsillo trasero y se los ofrecí.

Lo aceptaron de mala gana.

(...)

Entre al comedor, donde la mayoría de mis compañeros ya estaban desayunando. Me senté junto a Zoé y Jordan, ellas eran bastante más agradables que la mayoría, aunque también se destacaban Michael y Tyler.

—Esa si que es un perra—. Murmuró Zoé

—¿Eh?

—Regina— Dijo Jordan—. No hemos estado aquí más de una semana y dicen que ya se acostó con la mitad del Staff y los productores

—Como el señor Straus, un viejo como de sesenta y además todo calvo—. Se rió Zoé.

Sonreí, nunca me había gustado hablar mal de la gente, pero Regina no era precisamente mi amiga y trataba muy mal a todo mundo. Así que no me importaba mucho su opinión. Tome jugo de naranja del centro de la mesa.

—¿Straus? Creo que me suena

—Debe de— Asintió Jordan—. Es un hombre importante, después del señor Reed y de Donovan, él llevaría la televisora en sus manos. Su hija, Lara Straus, es bastante conocida, se dedica al modelaje.

Lara Straus. ¿Sería la misma Lara Straus de la que Rebeca hablaba?

Tome de los Waffles con sirope de chocolate que Zoé me ofrecía.

—Hola, chicas, ¿Qué creen que tengamos que hacer?—. Preguntó Tyler, llegando para sentarse frente a nosotras.

Tyler era menudito, tan bajito como yo con los tacones puestos. Tenía el ligero rastro de una barba, su cabello castaño estaba bien recortado siempre. Llevaba unos lentes cuadrados de montura verde. Sus ropas, por lo que había visto hasta ahora, variaban mucho entre colores que nunca combinaban, como hoy que iba de rojo granate y pantalones verde lima.

—¿A qué te refieres?

—Sobre el reto, Cass, ¿qué iremos a hacer?

—En realidad llevo bastante pensando en eso— Dijo Jordan—. Podría ser cualquier cosa, desde una clase de Tae-Kwon-Do hasta recitar todos los diálogos de la Guerra De Las Galaxias

—¿Por qué esos diálogos?—. Le preguntó Zoé

—¡Por que son geniales!

No estaba tan de acuerdo, nunca me había gustado mucho la ciencia ficción en películas. Prefería leer sobre ella.

Bebí otro sorbo de jugo de naranja. Aunque no me lo podía pasar con total facilidad, estaba completamente revuelta del estómago.

(...)

Estábamos sentados nuevamente en la media luna de sofás, tras nosotros había una pantalla gigante que se levantaria para revelarnos nuestro reto. Como las cataficcias del programa infantil de Chabelo.

—¡Comenzamos en 3... 2... 1!

Jimmy Rogers entró trotando por el lado derecho del escenario.

—¡Hola, California!

La audiencia pre-grabada aplaudió con entusiasmo.

—¡Esta noche presentamos el primer reto oficial de Gravity Humiliation!

Entonces, la pantalla se levantó. Todos nosotros dimos media vuelta para ver lo que se escondía detrás.

Había diez mesas, junto a diez estufas. Un gran mueble de metal que albergaba montones de comestibles.

Creo que ya se a donde va todo esto.

—Está noche, damas y caballeros— Jimmy sonrió, petulante, algo terrible de ver en un hombre de cincuenta años—. El primer reto exige una carrera contra... ¡la cocina y el tiempo!

No tenía ganas de cocinar. ¡Por todos los cielos, que ni siquiera podía cocinar bien! El arroz se me quemaba, los vegetales siempre me quedaban duros, las pastas no tenían sabor.

Pero había algo que podía cocinar, por más vergüenza que me diera admitirlo, sabía cocinar unos perfectos macarrones y pechuga con salsa de chipotle. Una cortesía de la raíces mexicanas de Rebeca, ella si que sabía cocinar.




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