Odette resoplo pesadamente en tan solo escuchar las quejas de unas de las autoridades de la escuela, y también del castigo que le iban a dar.
—¿Me entendió, señorita Laerty?—la miró desinteresada en sus palabras. —¡Señorita Laerty! —exclamó con molestia.
—Si, Si ya. —dijo sin darle poca importancia.
—Era todo. Puede retirarse—la joven pelirroja se levanta con una sonrisa torcida. —No comprendo, ¿Que tanto los otros administrativos ven futuro en esa niña?—dijo mirándola con fastidio, el director sabía totalmente que la bermeja no es una estudiante promedio pero se mantenía para lograr pasar al otro curso. —Ni crea que la aceptaré mediocres en mi institución. —añadió el hombre calvo.
—Que tontería. —Odette se sentía irritada que no soportaba mas esta escuela. La joven de cabellos rojos ya no quiere esperar en graduarse, para no saber más de los estudiantes, docentes y administrativos.
—¡Odette!—una voz interrumpe sus pensamientos para acercarse lentamente a ella. —¿Como te fue a ti con el viejo?—era Lida quién la cuestionaba.
—Lo de siempre. —afirma con fastidio.
—¿También?—asintió la joven pelirroja. —Que pesadez, ahora tendremos que regresar—estira sus ambas manos con acidia.
Odette no responde y seguía caminando directo a la salida del instituto, no volver por un buen tiempo.
—Oye, ¿vamos a ese lugar de siempre?—preguntó impaciente. la joven pelirroja se puso conforme que eso serviría para la distracción que anhelaban.
—Bueno.
la sonrisa complacida de la joven gordita se hizo presente, se va junto con su buena amiga de cabellos rojos, a un bar que se encaminaba a tres cuadras de aquí por la ciudad New York.Llegando al sitio que estaba rodeado de personas muy adulta para las dos jóvenes. Una de ellas se sentía conmovida por el olor de alcohol era un poco obsesionada del sabor de la cerveza.
—¡Ody, Lida! —una voz chillona se hace en presencia de ambas chicas y era el afeminado de Alex Perez llevaba consigo unas bebidas en sus dos manos. —Que bueno de verlas.—sonrió entusiasta para abrazarlas.
—Deja de cariñitos, Alex. —otra voz se acercaba a las adolescentes pero, con tono más frío. Era Jean, el dueño de la taberna. la silueta masculina llamada se aparta de ambas jóvenes con decepción y siguió con su trabajo. —Otra vez ustedes aquí, ¿no deberían estar en la escuela?—las interroga mirando el uniforme que llevaban puesto.
—Nos suspendieron. —aclaró Lida nerviosa.
—¿Ah si?—dijo el pelinegro no muy convencido y mira atentamente a la bermeja que tiene una cara tranquila.
—No por nada estamos aquí. —dijo fastidiada con los interrogatorios de su vecino. Así es, Jean y Alex viven cerca de la casa de la pelirroja, se conocen en las fiestas aburridas de su tía, ya que a Odette jamás se familiariza con ese tipo eventos pero, esas ocasiones fueron una excepción porque era obligada a ir por Sandra, su Tía. —Así que sirve lo de siempre. —dijo la joven tomando asiento.
—Tan impertinente como siempre. —susurra molesto accediendo a la orden de la pelirroja.
—¿por que realmente tengo encargarme de esa niña humana?—se cuestiona el arcángel llegando a la taberna con su apariencia humana.
—Odette, lo controlas muy bien al guapo de Jean.—murmuraba pícara ya con su vaso enorme de cerveza. ella le fulmina con la mirada. —Si es la verdad—agregó divertida encogiendo los hombros.
—Por cierto, olvidé leer ese bendito sobre que me dió Kimbi. —recordó la bermeja sacando de su falda una pequeña carta en sus manos.
—¿Carta?
—Si. —asiente Odette confundida.
—¿De que es?—interrogó la joven de físico grueso, de tal forma, su amiga rajaba el sobre para ver su contenido.
—querida Odette...supongo que me conoces, soy yo Jair. —leyó la bermeja con parpadeos. Ella reconocía esa letra perfectamente, era ese hombre que azotaba a cierta rubia de ojos castaños.—Si te escribo esto, porque necesito de tu ayuda. —descifraba esas ultimas partes de la carta.
—¿Que necesita ese maldito de ti?—indagó Lida furiosa.
—No lo sé—mencionaba Odette compleja. —Supongo que tiene que ver algo con Kimbi.—deduce con poca importancia.
—¡Odette, mira! —exclamó observando que había otro papel dentro del sobre.
—¿Es una clase acertijo?—la miró extraña y Lida encoge los hombros.—Odette lo ultimo que te voy a decir no es un juego, porque el ha vuelto mas bien, el hermano de mi querida Kimbi. —emite el texto del segundo sobre muy sorprendida. —¡Ridículo! —exclamaba molesta arrugando las hojas de ambas cartas para tirarla a la basura.
—pero...¿Que haces?—dijo con exaltación, toma del brazo a su amiga bermeja impidiendo su acción rebelde.
—Esto son unos de los chantajes de Fabricio para vuelva a las andazas.
—¿Como dices?, supuestamente le devolviste el dinero que tanto le debías —menciona Lida perpleja. —Aquí hay algo más que se comunique mediante con Jair —pestañea el ceño desconcertada y intenta de encontrar una razón posible para que el hombre que introdujo a la rojizo al narcótico, conocido más como estupefaciente.
Odette se sacudía en tan solo experimentar en hacer memoria de dos años, todo había ocurrido meses después de la partida de sus dos hermanos mayores. En la actualidad se atribulaba por la elección que había tomado.
—¡Odette!—la joven pelirroja reacciona violentamente. —¿seguimos?—Lida le concede un vaso grande de alcohol con respecto al tema del regreso de Fabricio Reyes se olvide por un rato.
—De acuerdo—sonrió Odette tomando el recipiente de licor y ingerir cierta bebida en su boca.
—¡Me encanta el sabor de esta cerveza! —dijo por séptima vez la misma oración, después de beber tanto. —Esto si es un gran castigo que nos estamos ofreciendo nosotras, ¿no?—su mirada se dirigía a su amiga que había perdido el sentido de si misma, la bermeja no paraba de reírse a carcajadas.