Lost Memory

Capítulo 3: Lo que error causo

“Ten cuidado con lo que haces o dices, a veces tus actos pueden causar algo no muy agradable a otra persona.”

Cuando la policía llego, se llevaron a Carina junto a William, quien se encontraba aún inconsciente.

Una vez William recobrara la conciencia, observo a su alrededor, se encontraba acostado en una camilla de hospital.

—¿D—Dónde estoy? —Se preguntó a sí mismo.

—Despertaste —Una enferma hablo, llamando su atención—. Llevas unas horas inconsciente ¿Cómo te sientes? —Pregunto cortésmente.

—B—Bien... Creo... —Dudo.

—Bueno... Una ambulancia te trajo hasta aquí, no pudimos contactar a tus padres, ¿sabes dónde están? —Pregunto mientras sostenía una tabla de madera con unas hojas sobre ellas.

William se desconcierta y bufa ligeramente.

—En casa —Desvía la mirada—. Pero están tan absorbidos en su trabajo que por eso no contestan el numero de la casa. Puedo darles sus números de celular, pero quizás tarden un poco en responder.

—Si, por favor —Le da una tabla con una hoja en ella—. Llena lo que puedas y pon sus números de contacto.

—Sí, gracias —La toma y comenzó a llenar los datos.

Cuando termino, la devolvió a la enfermera y es entonces que recordó porqué se encontraba en ese lugar.

—Gracias —Da media vuelta y se dispone a irse.

—¡E—Espere! —William le habla y ella voltea a verlo.

—¿Sí? —Pregunto.

—¿Qué paso con Rina? —sus ojos reflejaban preocupación.

—¿Rina? —Examina las hojas—. ¡Ah! La señorita Entoni. Lamentablemente su padre no acepto atenderla con nosotros y se la llevo de inmediato.

—P—Pero... ¿Está bien?

—Pues... Honestamente, no lose. Desconozco la gravedad de sus heridas. No puedo darle una respuesta concreta —Explico.

—Ya veo... Muchas Gracias —Agradeció y la enfermera se retiró.

William no pudo salir del hospital ese mismo día, debido a que necesitaba la autorización de los padres, así que, tras un dia, lo dieron de alta. Al hacerlo, decidió ir a la casa de Rina, pero esta no abrió la puerta, aunque esperara el día entero, ella no salía.

Tras mucho intentar, se enteró que ella se había mudado, pero no sabía a donde. No volvió a la escuela y no supo más de ella. Desapareció de la faz de la tierra, o al menos eso pensaba William.

Edgardo había llevado a un hospital privado a Carina. No quería que nadie se enterara de lo que pasaba, todo por el bien y la seguridad de su hija.

Tras un día de descanso en el hospital, después del incidente en la secundaria, Carina despertó, pero no como debería. Miro a su alrededor confundida y desorientada.

El Doctor al percatarse que despertó, decidió acercarse y ver como se sentía.

—Buenos Días, ¿cómo te sientes? —pregunto amable.

—B—Buenos días... Bien, supongo —dudo.

—¿Pasa algo?

—Si... —respondió con la mirada hacia abajo.

—¿Qué es?

—¿Dónde estoy?

—En el hospital, por supuesto

Carina alzo la mirada.

—¿Por qué? —le pregunto aterrada.

El doctor se espantó por un momento, pero pensó que quizás era porque estaba aún sedada.

—Carina...

—¿Carina? —pregunto asombrada—. ¿Así... me llamo?

—No... ¿No sabes quién eres? —pregunto preocupado.

Carina niega con la cabeza.

—Yo... No recuerdo... Nada —confeso mientras se abrazaba a sí misma.

Tras varios días, el Doctor se reunió con Edgardo, para informarle la situación.

—El golpe que sufrió cuando su cabeza cayó al suelo... Fue muy fuerte, daño su cráneo y parte del cerebro, lo cual provoco, pérdida de memoria —Explico—. Esperábamos que fuera amnesia temporal, pero a pesar de los estudios, medicamentos y terapias, parece que es permanente.

—¿Ya no puede hacer nada? —Mordía su labio.

—Lo lamento —Se disculpa.

—¿Cómo voy a vivir con alguien que ni siquiera me recuerda? —Lágrimas caen por sus ojos—. Primero mi esposa, y ahora mi preciada hija.

Volteo hacia una ventana grande donde mostraba a Carina mirando a su alrededor, curioseando.

—¿Por qué? —Se pega al vidrio.

—No se preocupe —Abraham, quien era su mayordomo le tomo el hombro—. Yo cuidare de ella —Lo mira.

—No, Abraham. No tienes que hacerlo, ella es mi hija —se negó.

—Sí, se cuánto la ama, y por eso mismo sé que cuanto le dolerá convivir con ella ahora —persuadió—. Por favor, déjeme hacerlo. Es lo menos que puedo hacer por ustedes, son como mi familia —le sonríe.

Tras pensarlo un poco, Edgardo acepta.




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