“A veces cuando cometemos un error, no lo notamos y por ello causa un acontecimiento inesperado, pero hay quienes hacen lo posible para remediarlo.”
—¿No es obvio? —Darío no tardó en responder—. Voy a ayudarla.
William miraba con rencor y enojo a Darío. Pensaba que era hipocresía.
—¿Y tú? ¿No piensas ayudarla? —Darío le pregunto con una mirada fría.
—Eso a ti no te incumbe —El enojo hacía que hablara sin pensar.
—Claro que me incumbe, estamos hablando de Rina —Darío le replico molesto.
—No mostraste interés en todo el tiempo que te conocí —William lo acusa.
—Mi historia con ella no te importa —Darío evade su comentario.
—¡¿Quién dijo que no?! —William se acerca amenazadoramente hacia él y ambos se miraban con odio mutuo.
El Doctor Daniel sale de la habitación y todos voltean a verlo.
—Doctor —Alina se levanta y se acerca—. ¿Cómo está Rina? — Pregunto con angustia.
—Está bien, solo está inconsciente. Lo más probable es que pueda darse de alta el día de mañana —Dice con una sonrisa.
—¿Está fuera de riesgo? —pregunta Abraham.
—Por ahora sí. Fue solo ataque de pánico —Explica.
—¿Cuándo despertará? —Pregunta Alina.
—No estoy seguro, de todas formas alguien deberá quedarse por si necesita algo —Sugiere el Doctor.
—¡Yo lo haré! —dijo Darío emocionado.
—¿Por qué tú? —William lo vuelve a cuestionar.
—¿Tienes algún problema con eso? —Darío lo provoca.
—Sí, tengo un gran problema contigo —William se acerca a él rápidamente mientras se remanga su camisa.
Sin embargo, Alina se pone en medio y los separa antes de que empiece una pelea.
—Creo que el más indicado para esto es Darío, ya que es el más maduro de los dos. Así que acostúmbrate —Le dice molesta mientras lo empuja un poco y se aleja de ellos.
—Tsk... Como sea —William se cruza de brazos y se va del lugar.
—De todos modos, Abraham y yo nos iremos —Alina toma sus cosas.
—Yo iré entrando —Darío se acerca a la puerta de la habitación de Carina.
—Darío —Alina le habla y él voltea a verla—. Cuídala — Él afirma y ella da media vuelta.
—Señor Harun —hablo Abraham—. Tenga esto —le da un libro decorado con brillos morados—. Es el diario de Carina.
Al decir eso, Darío lo mira asombrado.
—Creo que es necesario que sepa lo que paso —se lo entrega, da media vuelta y se retira.
Al irse, El Doctor Daniel se pone frente a él.
—He oído mucho de usted —Admite el Doctor.
—Me imagino —Baja la mirada apenado.
—No soy nadie para juzgarlo, pero creo que tomó las decisiones incorrectas —Confiesa el médico.
—Eso... losé —Le da la espalda.
—Es bueno que lo sepa —Se aleja de él para seguir atendiendo pacientes.
Darío lo miro sobre el hombro mientras se iba.
—Pero lo hice muy tarde —Suspira y entra en la habitación.
Carina se encontraba recostada en su cama. Darío se sienta en la silla que se encuentra al lado de ella.
—Hola —La mira con una sonrisa—. Me alegro de volver a verte... —Baja la mirada al recordar todo lo que le hizo—. Perdón... Perdón por todo. Yo... —Unas lágrimas comienzan a salir por sus ojos—. No quise que esto pasará... Lo siento —Cubre su rostro con ambas manos—. ¡Perdóname! —Dijo entre sollozos.
William había llegado a su apartamento, sin muchos ánimos se dirige a su cama para acostarse mientras miraba el techo.
Tras unos segundos de ansiedad, bufa. Se levanta y se coloca delante de su espejo. Suspira frustrado y vuelve a acostarse en su cama.
Sin poder evitarlo más, a su mente llega aquel día en que la vida de él y la de ella cambio para siempre, y nuevamente suspira.
—¿Por qué no pude hacer nada para protegerla? No fui lo suficientemente fuerte para ella... No la merezco —Se tortura a sí mismo—. Si ella... recordará lo que pasó, ¿volveríamos a ser amigos? —Trata de alentarse un poco.
William se incorpora en la cama.
—Voy... —Aprieta los puños—. Voy a hacer todo lo posible para que todo sea como antes y una vez hecho, no volveré a perderte —Se propone y nuevamente se tumba en la cama para lograr dormir un poco y pensar las cosas.
Alina se dispuso a visitar a Darío esa noche, para darle algo de comer, pero cuando entro, se encontraba dormido en una de las sillas al lado de la camilla.
Ella abre la puerta sigilosamente para impedir que este se despierte. Sin embargo, Darío se despertó alterado al escuchar el rechinido de la puerta.
—Tranquilo. Solo soy yo —Alina le sonríe.