Lost Memory

Capítulo 5: Desenlace

“Aunque una amistad sea fuerte, siempre habrá personas que quieran sabotearla, pero... ¿Eso quiere decir que no era tan fuerte como se decía?”

Al día siguiente, William se encontraba dormido en la silla con el diario abierto en su pecho.

Alina abre la puerta sigilosamente, con la intención de no despertarlo.

—¿William? —Lo llama en un susurro.

Sin embargo, Darío abrió lo que quedaba de la puerta de un portazo mientras gritaba que se despertara. Esto provoco que su rival despertara de golpe.

—¡¿Qué?! ¡¿Cuándo!? ¡¿Dónde?! —William miro alrededor mientras sostiene el diario para evitar que este se cayera.

—Ya es de día, bello durmiente —hablo con sarcasmo a su contraparte.

William bufo.

—Gracias por decírmelo. No me había percatado —Le responde de igual forma.

—De nada —responde arrogante.

Alina suspira.

—Bueno, dejen sus payasadas para después. El Doctor revisará a Carina otra vez, así que necesitamos salir los tres —Alina mira a William—. ¿No despertó en todo el día?

—No, pero creo haber escuchado jadeos —Explica.

—Ya veo... —Alina baja su mirada, estaba realmente preocupada.

—Tranquila estará bien —Darío la toma del hombro para animarla, ella le dedica una sonrisa y ambos salen de la habitación.

William en cambio los miro salir y tras unos segundos sale del lugar con el diario en su mano.

El Doctor llega y más temprano que tarde sale del cuarto.

—¿Cómo está Doctor? —Pregunta Alina sumamente inquieta.

El Doctor le da una sonrisa.

—Ella está bien, solo ha estado descansado —Todos se muestran aliviados—. Si bien ha despertado en leves momentos, no tarda en recobrar el sueño. Por ende, no tardará en despertar —Aclaro—. Cuando eso pase la daremos de alta.

—Me alegra —Se podía ver la tranquilidad en los ojos de Alina.

—Bien, cuando despierte llamen a una enfermera, para hacer el papeleo —Dice eso y se retira de su vista.

Alina dirige su mirada hacia sus dos compañeros de trabajo.

—Debo de ir a avisarle a su padre, así que—

—Yo me quedaré —interrumpió William.

—¡¿Eh?! —Darío se sobresalta—. ¡¿Quién te dio esa autorización?!

—Yo mismo —Responde con arrogancia.

—¿De verdad? Entonces—Alina lo interrumpe.

—¡Basta! —Se posiciona en medio de ambos para evitar que empiecen a pelear—. Tiene razón. Él se quedará —Finaliza mirando a Darío.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

—Porque yo lo digo —Ordena—. Ya cuidaste a Rina todo un día, date un descanso, por favor —Alina suplica.

Ante sus palabras Darío suspira.

—Bien —Acepta insatisfecho.

—Bueno, William —Llamo—. Cuidarás a Rina hasta la tarde. No tardaremos, ¿está bien?

—Está bien, tú tranquila.

—Bien, nosotros nos vamos. Darío no tardes —Aclara mientras se adelanta un poco.

Darío se acerca a William y se coloca al lado de él.

—Cuídala bien —Acto seguido se aleja.

Por su parte, William solo hace una mueca y entra a la habitación de nuevo.

Él ya había terminado de leer su parte en el diario de Carina, pero no se iba a quedar así. Se fue a las primeras páginas y comenzó a leer lo más rápido que pudo, tenía poco tiempo así que estaba algo inquieto.

Darío regresó momentáneamente a su casa, solo iba a recoger unas cosas, pero al subir las escaleras, él recordó algo que hizo que se detuviera a mitad del camino.

—Señor, ¿está bien? —Su mayordomo le habla preocupado.

—Sí, solo... recordé algo.

—¡Oh! Entiendo, permiso —Se retira con mucho sigilo.

Tras unos segundos de soñar despierto, Darío subió a su cuarto y se tiró en la cama recordando las palabras escritas en el diario.

“Querido Diario: ¡Hoy es mi primer día de escuela! ¡Estoy tan emocionada! Rio ira a la misma secundaria que yo, así no me sentiré tan sola. Espero hacer muchos amigos y llevarme bien con ellos.”

Al instante, Darío recordó ese mismo día.

El día era soleado, el chico se estaba preparando para ir a la escuela, cuando el timbre de su casa no paraba de sonar una y otra vez.

—Ya voy, ya voy —Repetía Darío en voz alta mientras caminaba hacia la puerta para abrirla.

—¿Por qué tardas tanto? —Rina le pregunta impaciente—. ¡Vámonos! —Sujeta su mano y lo arrastra junto a ella.

—¡Oye! ¡Espera! ¡Rina! ¿Por qué la prisa?

—Es el primer día de clases, no quiero llegar tarde.




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