William había salido de su oficina hacia el baño de la empresa para lavarse la cara y seguir con el trabajo tan pesado que le tocaba a él y a su secretaria.
Él entra a su oficina algo estresado, agarrándose la frente. Abre la puerta y al entrar se encuentra con las luces apagadas y par de velas alrededor del lugar.
Unos pétalos de rosa en el suelo dirigiéndose hacia su silla, en donde se encuentra Estela en una pose provocativa.
A pesar de la poca iluminación, ella se encontraba con una minifalda y solamente un saco semi abierto que dejaba ver su sostén con encaje.
—¿Qué es lo que estás haciendo? —pregunto disgustado.
Estela se levanta lentamente y se acerca a él. Al estar frente a frente lo rodea con una cinta roja.
—Hemos trabajado toda la noche —se acerca a su oído—. Nos merecemos un descanso, ¿no crees? —ella estaba por morder su oreja.
William la aparta rápidamente y enciende la luz. Toma las velas y poco a poco las apaga y las guarda en su respectivo lugar.
—Oh, por favor. No puedes despreciarme eso —reprimió molesta—. No hay nadie en el edificio, tenemos todo el lugar para nosotros solos —explico cruzándose de brazos.
William no le dirigió su mirada, se sienta en su escritorio y continúa su trabajo.
Ante esto, Estela se acerca rápidamente y golpea el escritorio, llamado su atención.
—No quieres salir conmigo. No quieres ir a mi casa y tampoco quieres estar conmigo en el trabajo. Perdóname, pero de verdad nunca espere que fueras tan orgulloso —reclama alzando su voz.
William suspira y deja de trabajar para mirarla.
—¿Aún no entiendes que de verdad no me interesas? —pregunta sínicamente.
Estela se queda en silencio un par de segundos.
—¿Quién es ella? —pregunta rápidamente.
William la mira confundido.
—Si no quieres estar conmigo, eso quiere decir que debe haber otra chica, hay otra chica ¿no? —pregunta para cerciorarse.
William se sorprende por sus palabras.
—Si —responde frío.
—¿Quién es? —pregunta ansiosa.
William no responde.
—¡¿Quién es?! —exige.
William suspira fastidiado.
Tras un par de segundos sin una respuesta, ella misma lo deduce.
—¿La gerente Carina Wadi? —pregunto dudosa.
William la mira sin emoción alguna. Asiente lentamente.
—¿Y qué es lo que ella tiene que yo no? —reclama—. Soy bonita, soy inteligente y definitivamente muy sociable y agradable —refuta.
William se levanta en seco. Estela lo mira asombrada, pero no piensa dejar que él tenga la última palabra.
—Ella ni siquiera es amable contigo. No está atenta a lo que haces o lo que te gusta. Realmente dudo mucho que haya sido tu novia en la secundaria, ¿Por qué no eres capaz de superarla? —grito desesperada.
William se sorprendió ante sus palabras.
—¿Cómo…? ¿Cómo sabes que la conozco desde antes? —pregunto intrigado.
—¿Qué cómo lo sé? —sonríe sínica—. ¿Ahora si te interesa saber algo de mí? —unas lágrimas brotan de sus ojos.
—Así es. Ahora dime ¿Quién te lo dijo? —ordeno en un tono autoritario.
Aturdida ante su agresividad. Ella accede de mala gana.
—Alina me lo confesó —revelo mirando hacia el suelo.
Asombrado, poco a poco la furia lo consume, pero aprieta los puños tratando de calmarse.
Preocupada por su acción, Estela intenta acercarse a él para apoyarlo, pero él no se lo permite.
—¿Por qué actúas así? —Pregunto afligida—. Aquella noche… Fuiste tan caballeroso y tierno —relata con ensueño.
William arruga un poco su nariz con su mano.
—Lo pasado quedo en el pasado. Si hubiera sido otra chica, hubiera hecho exactamente lo mismo. Solo buscaba una noche —confiesa.
—Pero… Tú me dejaste el desayuno en la mesa de noche —recuerda.
—¿Desayuno? —se cuestiona—. Ah, sí. La habitación incluía desayuno, yo me fui inmediatamente me desperté —aclara.
Estela finalmente entiende la situación, con todas sus esperanzas destruidas, avergonzada y denigrada, toma sus cosas y sale de la oficina.
William se sienta de golpe en su silla soltando un largo suspiro tras la retirada de su asistente.
Al finalizar sus deberes, William sale del edificio rumbo a su casa. La idea de que Carina haya pasado toda la noche en aquel lugar junto a Darío lo consumía.
Deseaba con todas sus fuerzas saber que paso aquella noche, pero en el fondo, él sabía perfectamente que quizás nunca lo sabría.
A la mañana siguiente, el ambiente en la oficina era demasiado bajo. Todos, sin excepción había tenido una mala noche, pero lo que no se esperaban es que las cosas iban a hacer de todo, menos mejorar.