Lost Memory

Epilogo

“Llega un momento en nuestras vidas en las que miramos hacia atrás y dudamos sobre si lo que éramos en el pasado es nuestro verdadero yo o el que somos actualmente. Sin saber, que el ser con el que uno se siente con más libertad es él nuestra verdadera persona.”

Carina se levantó con un dolor de garganta, los ojos hinchados y un dolor muscular terrible, debido a todo lo ocurrido el día anterior. Al mirar alrededor se percata de que la habitación ahora se encuentra limpia y ordenada.

Un olor agradable la hace mirar hacia la mesita de al lado, unos deliciosos Hot Cakes con cubierta de chocolate y un café caliente. Al lado de todo esto se encontraba una nota la cual toma y la lee.

“Espero te sientas mejor. Estos últimos días han sido sumamente pesados, pero quiero que sepas que siempre estaré aquí sin importar que.

Atte: Abraham.”

Carina sonríe dulcemente y comienza a comer su desayuno, recordando que a la niña que solía ser le gustaban más los alimentos como Soufflé que el sabor del chocolate.

Ambas eran tan diferentes entre sí, tanto que ella imaginaba difícil que fueran la misma.

Al levantarse de la cama, logra ver las hojas de diarios vagamente acomodadas en la mesa de enfrente, lee la primera que encuentra, dejándola sorprendida, pues era una hoja que no había leído.

La misma decía lo siguiente:

“¿Sabes diario? A veces no tengo idea de quien soy. Es decir, se mi nombre y de dónde vengo, pero eso no quiere decir que eso me defina en su totalidad.

¿Qué nos define como personas? ¿Nuestras acciones? ¿Nuestros gustas? ¿Nuestras decisiones? ¿Nuestra personalidad?

Hay una película llamada “Shrek” en la misma se menciona que todos tenemos capaz y me puse a analizar eso.

No importa cuando tiempo pase, nunca terminamos de conocernos a nosotros mismos y colocamos una capa tras otra para evitar el daño hacia nuestra persona, una mascara encima de nuestro rostro.

Cuando me preguntan sobre algo que me gusta, respondo algo en automático, pero no se si de verdad me gusta, me atrevería a decir que no tengo personalidad, porque nunca pude hacer las cosas por gusto propio, sino por obligación.

No se si me gusta bailar, pero mi instructor dice que nací para ello, no se si me gusta estudiar, pero siempre saco buenas calificaciones, no se si soy buena en la música, pero mis padres siempre me aplauden cuando toco.

Sin embargo, veo como gente mala es recibida con elogias o aplausos, aunque hagan las cosas mal… Así tampoco se si hago las cosas bien o no, pero todos me dicen que siempre que decir, cuando en realidad no se lo que estoy diciendo la mayoría del tiempo.

Quiero creer que en el futuro seré mas centrada y podre saber lo que realmente me gusta y lo que no, podre decir abiertamente que odio o detesto algo sin miedo a la crítica o sermón.

¿Sabes que me gustaría ser de grande, diario? Alguien que pueda decir lo que realmente siente, porque a dia de hoy, no soy capaz ni de confesar mi amor por el chico que me gusta, porque no se si lo que siento es genuinamente amor.

Me gustaría iniciar de cero, ser una nueva persona, con nueva vida, una oportunidad de conocerme mejor y de saber quien soy, espero conseguirlo algún dia.

Mi mama siempre sabia que decir, espero nunca olvidarla, aunque me duela mirar atrás y desee no sufrir con su recuerdo, se que es importante tener cerca a los que realmente nos aman.

Carina ríe al leer la página.

—Tal pareciera que me escuchaste, Rina… Gracias —expresa con una última lágrima salir por su ojo.

Carina baja las escaleras y se topa con Abraham en el comedor.

—Oh, Rina. Ya te levantaste —dice orgulloso.

—Abraham… —lo llama.

—Sí. Dime, querida —la sujeta de las manos.

—Tú… ¿Tú me cuidas por ser la hija de tu jefe? O ¿Por qué te recuerdo a la Rina pequeña?

Abraham ríe.

—Te cuido, porque me nace. Eres como mi hija, te crie y te eduqué diferente a lo que eras, con mis propios principios. Nunca pensé en Carina Entoni como si fuera otra tú, sino como una vieja amiga —le acaricia la cara.

Carina llora levemente por sus palabras y lo abraza.

—Perdóname, no fue mi intención tratarte mal.

—Está bien. Debió ser difícil —le acaricia el pelo.

—Abraham…

—Sí, dime.

—Tengo un último favor —pide.

—Pídeme lo que quieras, hija mía.

Más tarde, William, Alina y Darío se encontraban trabajando en sus oficinas como cualquier otro día, pero ahora mucho más silencioso.

—¿Aún no saben nada de la Señorita Wadi? —pregunto Katia preocupada.

—No… —respondió Alina lentamente—. Creo que aún sigue enferma —miente.

—Ya veo… Espero se recupere pronto —declara animada y continua con su trabajo.




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