Lost Memory

El día que te perdí

Abrí los ojos lentamente, el sol estaba iluminando la habitación, impidiendo que pudiera seguir durmiendo. Sin embargo, me gire en mi cama para así continuar con mi sueño profundo, pero alguien se adentró en mi cuarto evitando que continuara con mi descanso prolongado.

—Buenos Días, Señorita Carina. Es hora de levantarse —comento mi segundo padre. Abraham Wadi, le digo Ham de cariño.

Él se encamino hacia las ventanas y separo las cortinas de par en par, dejando entrar aún más luz a mi habitación y deslumbrándome en el proceso. Decidí esconderme entre mis sabanas, rehusándome a levantarme.

—¡No quiero! —proteste con disgusto.

Podía escuchar los pasos de Ham acercándose hacia mi cama, así que trate de sostener con fuerza las sabanas y así evitar que me las quitase de encima.

—Arriba, Señorita Carina. Hoy es un día especial ¿Recuerda?

Intente hacer memoria rápidamente, eso y la propia sofocación que estaba teniendo por el calor que se encontraba estando entre las sabanas me hicieron removerlas de encima mío con lentitud.

—¿Especial? —me frote los ojos, tratando de acostumbrarme a tanta luz.

—Así es. Hoy usted junto a su familia y el Joven Darío irán a la feria.

Abrí la boca incrédula de que realmente olvidara que era hoy. Estuve esperando esto desde que supe que lo harían. No me moví por un tiempo, asimilando de qué se trataba del día correcto.

—¿Señorita Carina? —lo mire, aun somnolienta.

—¿Por qué no me despertaste antes? ¿Qué hora es? —pregunte con prisa mientras me levantaba de la cama y me dirigía a mi armario.

—Aún es temprano, Señorita. No pasan de las nueve de la mañana.

Hice memoria nuevamente, aun me encontraba de vacaciones de la escuela, estábamos en enero. Así que por eso no tenía obligación de levantarme más temprano.

—Sin embargo, aún tenemos muchas cosas que hacer antes de que usted y su familia vayan a tal sitio.

Nuevamente lo escuche acercándose. Debía ayudarme a elegir mi vestuario para el día de hoy.

—Tiene un almuerzo a las diez de la mañana con sus padres y compañeros de trabajo del Señor Edgardo.

Solté un suspiro tras escucharlo decir eso.

—Está bien —intente sonreír.

Mientras me cambiaba y alistaba, no podía dejar de pensar en que, a pesar de nunca decir que no a cualquier cosa que me dijeran mis padres, realmente no era algo que deseaba hacer. Me abrumaba todo esto y anhelaba que pudiera tener un día en que mi agenda no estuviera llena.

Todo estaba programado, cada mínimo detalle de mi día ya estaba escrito y yo no podía hacer más que aceptarlo. Me gustaría genuinamente tener un día en que yo pudiera tomar mis propias decisiones sin presión social o sin tener que pensar todo el tiempo mis palabras.

—¿Algo le molesta Señorita? —la voz de Ham me saco de mis pensamientos. Voltee a verlo, parecía preocupado.

—¿Perdón? —creí haber escuchado que dijo algo antes de esa pregunta.

—La veo decaída ¿Acaso el vestido no le gusta?

Me admire en el espejo frente a mí, se trataba de un vestido con colores morados, violetas y lilas con un par de flores en mis hombros y con varias capas debajo de la misma falda para hacerlo más pomposo.

A decir verdad, me había perdido tanto en mis pensamientos que por poco olvido lo incómodo y la gran comezón que sentía alrededor de mi cintura.

Sacudí la cabeza, respondiendo a la pregunta que me hizo Ham.

—No, es lindo —sonreí, pero parecía que pudo leer mis ojos, ya que al mirarlo a él y luego mirarme a mí, me di cuenta de que tenía una mirada vacía.

—Vea el lado bueno. Hoy después de todo el itinerario, podrá salir a divertirse.

Sonreí, aunque formara parte de mi horario, era de los pocos días en los que podía ir a sitios informales y pasarla bien. Ser una verdadera niña de 10 años.

—Gracias —lo mire conmovida y me acerque a la puerta de mi habitación para reunirme al almuerzo de negocios.

Al llegar, un aperitivo de galletas con mantequilla, rollos de vainilla y un dulce té de rosas nos acompañaban en la conversación.

Deseaba enormemente no estar ahí, ya que no podía perderme en mis pensamientos como tanto quería. Frecuentemente me preguntaban cosas o pedían mi opinión, esperando que respondiera acorde a la situación o tema en cuestión.

Estudiar era lo que más consumía mi día. Me gustaba leer, pero cuando se trataba de libros sobre cosas que muy apenas lograba comprender, no me parecía divertido. Continuamente me debía concentrar el triple para estar al menos en un nivel más bajo que el de todos en este almuerzo.

Yo no debería vivir así, mi madre continuamente me lo recuerda, pero que por ahora debo obedecerlos. En sus propias palabras, ellos saben lo que es mejor para mí. Me aman y los amo, pero no puedo evitar sentirme tan cansada todos los días debido a esto.

Al almuerzo culmino, me fui a realizar el resto de mis actividades extracurriculares del día. Clase de música, caligrafía, lengua, estudios generales, pintura, deportes y etiqueta.




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