BROOKE
Nos adentramos en el mes de mayo, el calor ha llegado al castillo y la gente se encuentra más alborotada. Yo en cambio, sigo encerrada en mí, sin dejar que nadie atraviese el muro que he ido forjando con los años. Bastantes personas se han colado ya desde el inicio del curso, poniendo todo mi mundo patas arriba, poniéndome en peligro, y lo más importante, poniéndolos a ellos en peligro, por el simple hecho de haberse acercado a mí más de lo que deberían.
Y no quiero, no quiero que les hagan daño y mucho menos hacérselo yo. No quiero y no puedo. Así que me limito a hablar de temas triviales con todos ellos, con Theo y Blaise, con Hermione, Ron y Harry. Implicarme más es hacerme daño porque no puedo ser totalmente sincera con ellos. Y luego está Draco…
Ambos seguimos en nuestra línea. Después de todo lo que pasó con West… Estuvo ahí para mí, sin pedir nada a cambio. Pero no podía tenerlo cerca. No porque cuando lo está un deje de temor me recorre por el cuerpo. Estoy segura de que él no me haría nada, pero el miedo sigue arraigado en mí y por eso me alejé, no quería hacerlo sentir incómodo. Aunque creo que lo sabía, por la manera en la que me miraba, como si estuviera sufriendo por mí, como si quisiera ayudarme a borrar todo lo que había pasado, pero no podía y la frustración lo invadía. Así que dejó que me alejara. Todo lo que habíamos avanzado, en un suspiro lo retrocedimos, pero era lo que tenía que pasar. Sin embargo no siempre era así, cuando estábamos solos o con los chicos, me miraba de otra forma, dejando de lado la indiferencia y el frío, mirándome con ese fuego que me abrasa y barre todo a mí alrededor.
Paso otra página del libro que estoy leyendo para hacer el trabajo de Pociones, sin éxito en lo que estoy buscando. Froto mis manos contra la cara frustrada, miro a mí alrededor y veo que no hay nadie a la vista. He escogido una mesa de la biblioteca que está apartada de todos, para que nadie me moleste y pueda hacer lo que quiera. Al final me recuesto sobre la mesa y apoyo mi cabeza sobre mis brazos. Suspiro con fuerza e intento pensar en todo lo que sé sobre la poción “Crecehuesos”, ya que la he dado hace unos años ya. Pero no consigo concentrarme, como me pasa desde hace unos meses.
De repente siento un cuerpo pegado al respaldo de mi silla y me yergo rápidamente, poniéndome tensa, en guardia. Unos brazos se ciernen a mí alrededor y ojean el libro que estoy leyendo. La respiración del intruso llega a mis oídos y su perfume a mis fosas nasales, haciendo que el olor a menta me tranquilice, sabiendo quién ha invadido mi espacio personal. Giro un poco la cara y veo sus mechones rubios.
Draco se separa de mí y se sienta en la silla que tengo justo al lado, mirándome con la ceja alzada. Lo miro fijamente y me doy cuenta de ha visto que he guardado la varita, poniéndome algo nerviosa al haber sido descubierta.
No soy capaz de contestarle, me quedo embobada mirando sus ojos, esos que hace mucho que no veo tan de cerca. Una de sus manos se alza en mi dirección y terminan en mi pelo, colocando tras mi oreja el mechón que se ha escapado de mi recogido improvisado. Después pasa su mano por mi mejilla, acariciándome, provocándome un escalofrío. Pero no es uno de esos en los que me encojo por el pánico, sino un escalofrío de los que me hacía sentir miles de mariposas en el estómago, uno de esos que no sentía desde antes de todo lo que pasó con West.
Él me mira fijamente buscando cualquier indicio de temor por mi parte, pero yo solo consigo sostener su mirada como puedo mientras un jadeo se me escapa, y siento como me muerdo el labio de forma inconsciente. Draco me sonríe ampliamente, deja de acariciarme, se sienta bien sobre su silla y saca sus cosas. Sin decir una sola palabra se pone a hacer los deberes, dejándome con el corazón latiendo a mil por hora con tan solo una simple caricia.
Aún sigo preguntándome cómo es capaz de hacerme sentir tantas cosas simplemente con una mirada, pero nunca sé la respuesta.
Las horas pasan y ninguno de los dos dice una sola palabra, pero no me importa, me gusta estar e su compañía, me siento bien y a gusto a su lado. Cuando la noche llega comienzo a recoger mis cosas para bajar al gran comedor a cenar. Miro a Draco pero veo que no se mueve, que sigo con las tareas. Lo miro extrañada y cuando guardo el último pergamino me acerco hasta él.