BROOKE
Abro los ojos después de pasar una noche movida. No he dejado de pensar en esos ojos grises y en las palabras que me dijo. Tampoco puedo evitar que mi corazón se acelere cada vez que pienso en lo cerca que lo tuve y en las ganas inmensas de querer besarlo.
Pero hoy es un nuevo día, el primero del curso y tengo muchas cosas que hacer como prefecta. Sé que las clases me van a resultar sencillas, pero los trabajos que me encomienden y mis tareas como prefecta, tengo que hacerlo y me llevará tiempo.
***
Termino de arreglarme y bajo a la sala común, que está llena. El bullicio del primer día está en auge tras las vueltas de las vacaciones. Intento pasar entre toda la gente hasta llegar al escalón de la entrada para poder hacer el anuncio que nos pidieron como prefectos.
Miro entre la gente buscando su pelo rubio y lo observo apoyado contra el respaldo del sofá hablando divertido con Blaise y Theo. Sus ojos se encuentran con los míos y me dedica esa sonrisa ladeada que tanto me gusta. Alzo las cejas para que haga su trabajo, pero él niega con la cabeza.
Suspiro con fuerza porque sé que todo el trabajo sucio voy a tener que hacerlo yo y me giro hacia los alumnos de primero que se encuentran arremolinados junto a mí, esperando mis instrucciones.
—Buenos días —saludo alzando un poco la voz para que todos me escuchen—, tengo un par de anuncios que haceros antes de que bajéis a desayunar —los niños comienzan a callarse y sus ojos se centran en mí—. Bien, primero de todo, recordaros que tenéis totalmente prohibido entrar al bosque prohibido. Si queréis vivir, es mejor que lo cumpláis —los niños me miran aterrados y se oyen de fondo las risas de los chicos que están atentos a lo que estoy diciendo—. La contraseña para entrar a nuestra sala común es secreta, por tanto, no podéis desvelársela a nadie. Creerme, no nos gusta los intrusos de otras casas, nuestra sala común es nuestro espacio seguro. Más os vale que esto siga siendo así, sino… Puede que a vuestros compañeros de casa no les haga mucha gracia —sigo hablando—. También me gustaría recordaros que podéis acudir al señor Malfoy y a mí ante cualquier duda o pregunta, o simplemente para pedirnos ayuda con cualquier cosa —mi mirada se alza hacia Draco y veo su cara de espanto ante mis palabras. Sé lo que quiere decirme, pero me da igual. Los dos somos prefectos y es trabajo de ambos. No va a escaquearse y dejarme a mí con todo el marrón—. Y, para terminar, os hago entrega de los horarios de clases para este curso. También os he puesto un mapa con las aulas para que no os perdáis —con mi varita les entrego los pergaminos y me aparto de la salida—. Podéis bajar a desayunar.
Los niños salen por la puerta de sala común y yo me acerco hasta los chicos, que me miran divertidos.
—Ha estado bien lo de que Draco va a estar ahí para ayudarlos —se ríe Blaise—. ¿Te lo has creído? —mira a Theo y ambos se ríen, sabiendo que eso no va a ocurrir.
—Va a hacerlo —digo seria y con decisión. No me va a dejar sola en esto.
—Ni lo sueñes, pequeña —suelta Draco mirándome y ante su apodo el color rojo inunda mis mejillas.
Lo miro mientras mi corazón se acelera, veo un pequeño rubor en sus mejillas y lo que iba a decir se me va de la cabeza.
—Yo… —se entrecorta mi voz.
—¿Bajamos a desayunar ya? —habla Draco saliendo de este momento incómodo que se ha formado y para desviar la atención de los chicos sobre mí.
Asiento y me giro hacia la puerta y de reojo veo como Theo y Blaise se miran divertidos por lo que acaba de pasar. Su intento por desviar la atención no ha surtido efecto, los dos se han dado cuenta de todo y yo solo quiero morirme de la vergüenza.
Escucho sus pasos siguiéndome y comienzan a hablar de Quidditch y de los entrenamientos y yo desconecto, no me interesa el deporte. Soy buena jugando y si fuera necesario que jugase lo haría por mi casa, pero disfruto más viéndolos jugar. Al entrar en el gran comedor y sentarme en la mesa comienzo a devorar todo lo que puedo, tengo mucha hambre, ya que anoche, por los nervios, no cené mucho.
Sus ojos grises no dejan de mirarme a cada rato y me gusta ver que le importo, pero a la vez me altera, él me pone muy nervioso.
—He oído que los exámenes del TIMO son super difíciles —comenta Theo algo preocupado.
—¿Por qué estás tan preocupado? —pregunta Blaise—. Sí siempre sacas Extraordinario en todo —se burla—. Yo me lo voy a tomar todo…
—¿Cómo si la cosa no fuera contigo? —le corta Draco.
—Para que voy a abrumarme y a ponerme taquicárdico, para eso ya tenemos a Theo —le saca la lengua y todos nos reímos porque tiene razón.
—Déjalo en paz —me meto en la conversación—, lo que pasa es que estás celoso de las buenas notas que tiene —le saco la lengua a Blaise.
—Bueno, celoso, celoso… Yo no soy como vosotros que sois unos empollones y os dedicáis todo el día a estudiar.
—Habla por ti, que yo no estoy todo el día estudiando —contraataca Draco—, y Brooke tampoco, aunque realmente no sé dónde se suele meter —los tres me miran y yo levanto la taza de mi chocolate para esquivar la pregunta.
—Y bueno… ¿Qué queréis hacer cuándo salgamos de aquí? —pregunta Blaise y yo me quedo mirando a la nada. Bloqueada ante su pregunta. ¿Qué es lo que voy a hacer dentro de tres años? Nunca he llegado a pensarlo, para qué hacerlo…
—Yo creo que trabajaré en el Ministerio de Magia —comenta Draco.
—Yo iré por la rama legal, las leyes son los mío —es Theo quien habla.
—Pues yo no lo sé —dice Blaise—, seguramente me gaste los millones de galeones que tengo en vivir la vida —se ríen los tres.
—¿Y tú? —la caricia de Draco en mi mejilla me saca de mi aturdimiento y centro mi mirada en sus ojos grises—. ¿Tú qué quieres hacer? —vuelve a preguntarme con dulzura.
—Nuca lo he pensado, la verdad —confieso y los tres me miran extrañados—, pero creo que me gustaría algo como medimaga —sonrío ante la idea que comienza a dibujarse en mi mente y veo como el rubio sonríe al ver mi expresión.