Estando en el orfanato, nunca pude apreciar el amor que esta niña me daba. Era tan puro e inocente, tan hermoso, que a mis 5 y 6 años, cuando empecé a cobrar conciencia de mi entorno, no lo conseguía apreciar como debía. Solamente lo aprecié una vez apartada de ella. Una vez, última vez, que recordé su dorado cabello y sus ojos cielo..
Lo único que alguna vez odie y sigo odiando es el usar personas, que las personas utilicen a otras a su antojo para su propio beneficio y el de nadie más, el egoísmo, la hipocresía. Son de las cosas que noté desde que cumplí los 7 años.
Comencé a notar como beneficiaba a mis padres el hecho de tenerme, y la diferencia del trato que ambos tenían conmigo frente a las personas y cuando estábamos solos.
Comencé a notar la fama que mis padres poseían, y el como yo les beneficiaba estando en una posición..
—Señorita Weaber— cuestionó una periodista—. ¿Qué la impulsó a adoptar una niña en esta etapa de su relación?
—Absolutamente nada, el señor Hordak y yo decidimos que era momento de formar una familia, y ¿qué mejor forma de hacerlo que brindándole una a un niño que la merezca?
Mentira, es mentira. Ya quisieron tener un hijo y no pudieron, Weaber es estéril..
La relación de mis padres sucedió debido a su pérdida de fama ante los medios. No sé cuantas veces "volvieron" y se "separaron" en un año. Al ver que las personas se habían agotado de ellos, por ser mayores y no tener más ideas, decidieron tener un hijo, pero no pudieron.
De toda esa mierda, salgo yo, Catra. Por lo menos, tengo el nombre que mi verdadera madre me colocó, sino correría a cambiarlo apenas mis 18 estén en camino. Toda esta farsa de estas dos hipócritas personas se podía notar en la trata conmigo. Nunca me hablaban, algún abrazo, muestra de afecto o cariño (porque amor no sentían ninguno más que por ellos mismos), sólo sucedía si habían personas o una cámara delante.
Siempre había deseado una madre desde que tengo memoria, una madre cariñosa, amorosa, que me preguntase como iban mis estudios, cómo estaba, poder contarle de mis sentimientos hacia alguien y que ella me diera su opinión, que cocinemos juntas, que salgamos de compras..
La falta de maternidad y paternidad en mi vida se hizo evidente conforme los años pasaban. Los modales y valores nunca fueron enseñados en esa mansión (porque no habían), la ayuda nunca fue brindada, siempre aprendí por mi misma y gracias a mis maestros.
Mi única salida a esto era el colegio, un ambiente al que podría llamar un hogar, con unos buenos profesores, que te trataban con paciencia y cariño. Esos que poseían ganas de enseñar y se empeñaban en ello. Una directora más amable y resplandeciente de lo que cualquier humano podría llegar a ser (aunque un poco estricta, pero es normal, ningún ser humano es perfecto) y unas amigas, un poco locas, pero leales.
Todo comenzó a cambiar cuando el colegio comenzó a dificultarse. Si bien los años pasaban y yo estaba conforme con mis notas, mis padres no.
Mi pequeño refugio donde resguardarme en esa fría mansión, que de casa u hogar no poseía absolutamente nada, fue destruido por esos vil seres llamados "padres", porque ni progenitores ni padres eran, pero era obligada a llamarlos así.
Todo iba bien a mi parecer, pero al bajar mis notas, no sólo destruyeron mi pequeño nido de cosas que amaba hacer y tener; como cartas de mis amigas, libros, alguna que otra lana para tejer y elementos para pintar, también comenzaron los golpes.
Fue una de las etapas más dolorosas de mi vida. Me marcó como persona, aunque no quisiera. Mis actitudes comenzaron a cambiar y mis amigos lo notaron. Sólo Entrapta y Scorpia quedaron a mi lado, pero porque conocían mi situación. Y juro por mi madre biológica que nunca deseé tratar mal a mis mejores amigas, pero mi mal genio a las mañanas por no dormir lo suficiente, consciente del dolor de mis moretones de la noche anterior y el desvelo obligado de estudiar, no me permitían pensar o actuar con claridad
¡Vamos! ¿Porqué obligas a una niña de 11 años a desvelarse porque sus notas, en lugar de ser 10, son 8? Me iba bien, no era necesaria la exigencia excesiva...
Así pasé mi vida, por unos buenos años que me parecieron eternos, pero mis 18 llegaron y con ellos mi graduación de la secundaria.
Creo que no hubo mejor decisión en mi vida de mudarme a vivir en otro país con mis mejores amigas..
Y, desde entonces, he estado intentando mejorar mi ingenio, mi conducta y mis acciones para con las demás personas. Mis amigas habían ayudado, aunque mi orgullo era fuerte, debía aprender a aceptar mis errores, más cuando las personas me los inculcaban para que mejore en la vida.
Fui mejorando con el paso de los años, pero habían algunas actitudes que todavía me cuestan corregirlas. Mi desconfianza y odio hacia algunas personas o tipos de personas nunca iba a cambiar, y eso lo tenía más que claro.
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Al llegar a Nueva York, me instalé en un edificio cercano a la universidad que asistiría con mis amigas.
Salimos un rato, pues Scorpia y Entrapta deseaban buscar trabajo. Charlando en el camino junto a Scorpia sobre nuestros ideales de trabajo, perdimos de vista a Trapta. ¿Dónde se había metido?
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No entendía el porqué Catra, mi mejor amiga, había dejado nuestra casa. Me sentí muy sola por unos años...
Creo que fueron exactamente dos años.
Mis comidas eran solitarias, las otras niñas no me entendían. Decían que era muy infantil el depender de una niña mayor a mi, pero era inevitable. No me fue fácil nunca el estar con otros, no siendo mi verdadero yo. La verdad, es que me trataban de la peor manera.
Apenas Catra se fue, quise hacer amigas, pero me fue imposible. Todas me trataban de cerebrito, de nerd, tragalibros. Decidí ignorarlos hasta que fueron a por algo más... Los golpes se hicieron presentes. Mi preciado y tan cuidado largo cabello fue cortado cruelmente mientras dormía. Ese acto tan vil me llevó a estar hundida en mi misma, al no tener donde esconderme.