(love &) Hate - Catradora

Ni príncipe ni princeso

Okey, debo admitir que muchas cosas han pasado en estos últimos días.

Me encontré con mi amiga de la infancia, Adora. Y lo primero que hice fue mentirle. Mi 'madre' me recompensa por salir con un amigo, para que ellos ganen fama. Y mi 'novio' resulta ser gay y salir con otro de mis amigos. Para colmo, todo esto pasó en una sola semana.

Mi cabeza va a explotar.

Luego de hablar con Rogelio, tomamos caminos separados. Estaba anocheciendo, puesto que nos habíamos dejado llevar por la charla y yo todavía no había cenado. A unas cuadras del café, noté lo oscura que la zona podría ser, dándole un toque tan.. tétrico y peligroso. Decidí comenzar a caminar un poco más rápido, mientras maldecía a Rogelio por no ofrecerse a llevarme, y también a mi, por no preguntarle.

Caminando, mirando mis pies, pude notar una sombra detrás mío. Por sus leves pisadas no quise pensar otra cosa, pero mi instinto me dijo que caminase más rápido. Si caminaba a mi par, era una cosa, pero si aceleraba estando persiguiéndome, mi paranoia aumentaría.

Las pisadas comenzaron a acelerar a mi paso y mi corazón iba a salirse de mi pecho. Recuerdos fugaces de los abusos de mis 'padres' me hicieron alterarme el doble de lo que ya estaba. No quería pasar cosas peores que aquellas... ni siquiera similares. El miedo comenzó a correr mis venas.

Por instinto puro, comencé a correr. La persona detrás mío seguía mi paso, corriendo también. Desesperada, sabiendo que en medio de un ataque de pánico no podría correr más rápido, intenté perderle, entre calles, esquinas y callejones, la persona no se rendía y seguía detrás mío. Llegué a un callejón sin salida. 

Esto debe ser una puta broma.

Bien, si esta es una de esas escenas cliché donde el príncipe rescata a la damisela en apuros, MEJOR ME MATO, QUE PRÍNCIPE NI PRINCESO, NO SALGO DE ACÁ VIVA.

Estaba por tener un paro. Mi corazón no podía latir con tanta velocidad, un ataque me iba a dar. Vi una sombra asomándose desde la calle del frente. Venía corriendo. Juro que voy a morir de hipertensión antes de que llegue siquiera...

La persona simplemente me tomó de los brazos y me llevó a una abertura entre la pared izquierda del callejón. Tapó mi boca con una de sus manos y me hizo señas de que hiciera silencio. Una vez acostumbrada a la oscuridad, noté ojos azules llenos de miedo, podría compararlos con el miedo que yo sentía. Parecía preocupada. Raramente, el sólo mirarla me tranquilizó. Digo, por lo menos no estaba sola en esta...

Una sombra se asomó por el callejón. Adora tensó su mano sobre mi y pude notar cómo comenzaba a temblar. Yo seguía asustada, tanto que tomé el brazo de Adora (el cual no estaba usando) y lo usé como peluche. Lo estruje, rasguñé, clavé mis uñas  intentando regular mi respiración.

Adora no me miraba, observaba atentamente los movimientos de la sombra que acababa de entrar en el callejón. A los minutos de silencio, escuchamos murmullos quejándose de haber perdido a alguien de vista.

Mis lágrimas estaban empapando las manos de Adora quién, por primera vez luego de encontrarnos, me miró a los ojos. Pude ver la incertidumbre y la preocupación en sus ojos, reflejada también en sus gestos. O eso parecía ver, estaba todo oscuro así que mucho no veía. Al momento en que esa persona se fue, Adora quitó su mano de mi boca, y volvió a hacer el gesto de silencio, comenzando a susurrar.

—Nos iremos en un rato. Esperaremos por si las dudas, no quiero que salgamos y lo encontremos allí esperando...—. Asentí, sabiendo de que si llegaba a hablar, iba a reventar en llanto y no podría controlar mi voz. A los minutos, mi necesidad de ocultarme fue mayor. Los recuerdos del abuso que Weaber me causó comenzaron a reproducirse en mi cabeza, haciéndome vivir el sentimiento una y otra vez. Colapsé. Mi cuerpo no lo aguantó. Podía sentir la fricción del cinto en mis brazos y las bofetadas en mi rostro.

—¿Catra?

Mi cuerpo cayó sobre el de ella, intenté agarrarme, pero mis brazos quemaban. Ardían como fuego mismo, sintiendo la fricción, como si los moretones fuesen hechos en ese momento. Mi desesperación aumentó tanto que me empezó a causar claustrofobia. Salí sin pensar dos veces y me senté en un rincón del sucio callejón. Tapé mis oídos, mis brazos, no sabía qué más hacer para que se detenga. Adora vino hacia mi y me abrazó.

-¿Catra? Tranquila... sobrellévalo... tu puedes...—. Prácticamente, hizo que me siente sobre ella. Me acunó como si de un bebé se tratase. Mis lágrimas no dejaban de salir. Podía sentir como si la persona que me había perseguido había sido Weaber, queriendo castigarme por haberlos tratado mal frente a una prensa. Cerré mis ojos, queriendo centrarme en la respiración de Adora.

Uno, dos... Su corazón late muy fuerte... Se nota que es saludable.

Tres, cuatro... Sus ojos expresan todo, no sabe fingir mucho sus emociones de preocupación o miedo.

Cinco, seis... Sus brazos son fuertes. Estoy segura de que podría noquear a alguien de un sólo golpe, y no me asusta. Estaba segura de que nunca usaría esa clase de fuerza conmigo...

Siete, ocho... Su posición parece relajada, pero su rostro demuestra, grita, preocupación y desesperación.

Nueve, diez... sus labios están apretados. Los muerde y los frunce, está inquieta...

Luego de haberme recuperado, aunque no del todo, le avisé a Adora, golpeando levemente su brazo.

—¿Te encuentras mejor?

—Un poco... —contradiciéndome completamente, me aferre aún más a su camisa, la cual seguramente estaba empapada de mis lágrimas. Una sonristita de escapó de sus labios. Su cuerpo perdió la tensión que mantenía, en serio estaba preocupada.

Nos levantamos. Mi cuerpo se encontraba tan débil... la desesperación se había apoderado de mí en ese momento. Corrí más de lo que mi cuerpo permitía, causando que me quede sin aire, y mi ataque de pánico en el momento me causó un completo agobio. El aire había abandonado mi cuerpo completamente y mis lágrimas no dejaban de salir, como si me ahogara en ellas. Gracias a Dios, Adora estuvo allí. Había olvidado completamente que ella trabajaba allí, por lo que seguro al salir me vio y vio a quién me perseguía, llegando en el momento justo.




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