(love &) Hate - Catradora

Malentendidos y arrepentimientos

—Adora—. Giré en mi eje, mirando de frente a Mara, quien tenía un aura inmensa de seriedad. Cuando Mara se ponía en modo serio podía resolver todos tus problemas como si colocara esmalte en sus uñas.

—Dime.

—¿Quién era esa niña morena con heterocromía?—. Levantó una de sus cejas, inquisitiva. Los nervios me recorrieron.

—¿Por qué lo preguntas?

—Sólo me pareció haberla visto en otro lado...—. Una alarma comenzó a sonar en mi cabeza, recordando las noticias del programa de esta mañana.

—Debe ser tu imaginación, es imposible que la hayas visto en algún lugar...

—¡Ya lo tengo!—. La alarma frenó de golpe—. La vi en uno de los cuadros que dejaste en casa. Eran pequeñas, pero siguen idénticas a ese entonces, las dos—. Sonríe, contenta. Yo suspiré en mis adentros, rogando porque ella no descubra el fondo de mi cabeza.

Caminando a casa, comenzó la tan conocida terapéutica charla de parte de mi hermana mayor.

—Te gusta, ¿cierto?—. La miré, completamente sorprendida—. Ella te gusta pero está con su novio... Aunque por la manera en la que te mira pareciera que también le gustas. Luego de reencontrarse volvieron a ser amigas, ¿verdad?—. Asentí, incapaz de soltar palabra alguna sin acompañarla de lágrimas—. Entonces, se gustan pero por alguna razón no pueden estar juntas—. Reí levemente.

—No creo gustarle tanto como ella me gusta a mí—. Mi voz había salido ronca de las cuerdas vocales. Aclaré mi garganta antes de seguir hablando—. Ella declara que él no es su novio sino un amigo a quien ayuda por.. sus razones. Me dice que, una vez no la necesite más, la relación supuestamente falsa se terminará y podremos estar juntas... Pero se ven tan unidos, tan cercanos que...—. Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos sin siquiera avisarme. Tapé mi rostro, avergonzada—. No creo poder aguantarlo. Quiero alejarme, aunque sea un poco, para que no duela tanto, pero...

—Lo sé, peque...—. Me tomó de los hombros para acercarme a su pecho, abrazándome. Solté todo lo que tenía. A pesar de haber llorado los últimos días, esto era distinto. Mara no era mi madre, pero era mi hermana, y sentía que en sus brazos podría bajar todas mis defensas sin sentirme desprotegida. Lloré, en medio de la calle, escondida en ella, sin importar absolutamente nada ni nadie más. Ni las miradas curiosas o juzgadoras, ni las noticias indeseadas o deseadas, ni los amigos presentes o ausentes.

Alrededor de 20 minutos después, saqué mi desastroso rostro de su pecho. Cruzando mi mirada con sus ojos, esos que, a pesar de ser de el color de las nubes que traen lluvia, eran más cálidos que el sol. Sonreí, sintiéndome 100 veces mejor de lo que venía. 

—Creo que deberías hablar con ella... Aunque te duela mucho, una vez que lo hagas, dejará de doler o dolerá menos, confía en mí—dijo, caminando hacia el departamento con la bolsa de cupcakes. 

—Gracias... Siempre tiendes a aparecer en los momentos adecuados.

—Será mi instinto maternal, tal vez.

—¿Maternal?—. La miré sorprendida.

—Querida, puede que recién hayas empezado tu juventud, pero tengo 28 años. Te dije que venía con noticias, ¿o no?—. Mis ojos estaban abiertos de par en par.

—¿Qué tantas noticias?

—Una te la acabo de anunciar. Otra te la diré mañana y la última te la diré antes de irme—dijo, aunque no sonó muy convencida.

—¡Felicidades! ¿De cuánto estás?

—No mucho, tengo 2 meses de embarazo. Todavía no sabemos el sexo, pero quiero que sea una niña.

—¿Cómo la llamarías?—. La noticia me había caído como un balde de agua fría, en el buen sentido. Mara sabía qué decir y cuándo decirlo. Había cambiado el tema, para que no tengamos que hablar sobre lo mío. Y no sólo eso, sino que también me hizo tía, alegrándome el día mucho más.

—Flutterina.

—Bellísimo nombre, Mara.

—Lo sé, ¿verdad? En fin, mi novio dijo que quería una niña y yo también, aunque esperaremos para saber. Si Dios quiere que sea un niño, pues que así sea. Lo trataremos de la misma forma.

Volvimos al departamento, conversando en el camino sobre cómo trataríamos al bebé, sobre la ropa que le comprarían, de qué color sería la habitación, entre otras.

Una vez llegamos, Mara quiso ducharse. En ese lapso, tocaron el timbre. Completamente ida de la realidad de mi vida, fui a abrir la puerta.

—¿Podemos hablar un momento?—preguntó Catra. La pequeña burbuja que había creado se había roto con su simple aparición.

—¿D-De qué quieres hablar?—solté entrecortada. Mi sistema estaba desde la punta de los pies hasta mi cabello, completamente nervioso. Respiré profundamente, queriendo calmarme, fallando en el intento.

—P-Pues... Vienes muy distante, últimamente—. Pasé saliva. No sabía cuál había sido exactamente el problema entre nosotras. De repente me había distanciado de ella, comenzando a sufrir. Tal vez la ambigüedad de nuestra relación, tal vez su cercanía con Rogelio, tal vez el lastimar a las personas que me rodean... Tal vez todas las anteriores.

—Lo sé—. Catra comenzó a rascar su brazo.

—¿Puedo pasar?—. La alarma en mi cabeza se encendió por segunda vez en el día.

—No creo que sea buena idea... Ven, sentémonos aquí en el sillón—desistí en dejarla pasar, rogando porque no cuestione la presencia de Mara.

—Entonces... ¿Quieres decirme por qué la repentina distancia entre nosotras?—. Un sentimiento de enojo comenzó a crecer en mi sistema, sin dejarme pensar con claridad.

—¿Acaso somos algo para que deba darte explicaciones sobre todo lo que hago?—solté impulsivamente. Por el rostro de Catra supe que había dolido el que haya dicho eso, pero esperaba una respuesta afirmativa de su parte, no esto.

—Es cierto... Lo lamento—. El sentimiento que recién había crecido, desapareció como si nunca hubiera estado, dejándome ese sentimiento de culpabilidad que tanto odio pero no puedo evitar sentir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.