(love &) Hate - Catradora

¿Mamá?

Estaba en el baño, bañando a la pequeña Bee, mientras mi cabeza divagaba en el sonido de las llaves en la puerta del departamento vecino. Catra estaba en Londres, ¿verdad? Podría ser Scorpia o Entrapta, o incluso podrían ser vecinos nuevos...

Lavando el cabello de Melsy, recordaba el momento en que Catra me había ido a buscar a un bar cuya dirección no conocía y me había traído a casa, ebria, para ayudarme con la jaqueca, a estar sobria y a bañarme.

—¿Mamá?—. Miré sorprendida a Bee, viendo sus ojitos con preocupación. Sonreí, aceptando el nuevo apodo. 

—Todo bien, pequeña. Sólo estoy perdida en mis pensamientos—. Melsy siguió jugando con su muñeca en el agua, mientras mi cabeza seguía divagando en recuerdos.

Lavando el rubio cabello de mi hija, comencé a pensar en cómo mis problemas se habían resuelto.

Con su simple entrada en mi vida, resolvió mis faltas de salud. Me obligaba a comer con ella las cuatro comidas del día, me distraía para jugar con Swiftie cuando mi cabeza pensaba en lo sucedido en Nueva York, me dejaba llorar con ella algunas noches, aunque ambas tengamos motivos diferentes para hacerlo.

Puede que yo la haya salvado de su padrastro, pero lo sentía como si ella me hubiese salvado de caer en un pozo negro sin fin.

—¿Puedo salir, mamá? Tengo frío...—. Bee me tomó de la mano.

—Claro, linda. Buscaré una toalla, ya vengo.

Luego de sacarla de la ducha, la cambié, sequé su cabello, y la acurruqué entre las mantas de su nueva habitación, la cual solía ser mía.

Nuestro departamento estaba compuesto por tres habitaciones, la cocina unida al comedor y un baño. Habían dos habitacione que estaban más unidas mientras que otra estaba más distanciada. Apenas compramos el departamento, habíamos decidido con Glimmer usar las habitaciones continuas y dejar la separada para Bow.

Luego de volver a Nueva York con Bee, Glimmer me propuso que me ubique en su habitación y dejarle la mía a Bee, ya que ella se mudaría a la habitación de Bow, su pareja. No estaba segura de cuántas veces le había agradecido por dejarme su habitación, además de las veces que les pedí perdón por salir de la nada con una niña y pedirles que me dejen mantenerla aquí. Al menos, fueron amigos comprensivos, y me dejaron, diciendo que no había necesidad de disculparme y que sería divertido tener una niña en la casa, puesto a que alegraría los días.

Luego de asearme, agotada por el viaje, quise acostarme a dormir, pero apenas lo hice un recuerdo me llegó. Los últimos días que estuve aquí dormí en esta habitación.

Un desconocido impulso se apoderó de mi cuerpo, logrando que me levante y me dirija al ropero de la habitación. Todo estaba allí, todo.

—Está aquí...—. Saqué el remerón blanco, sintiendo como las lágrimas comenzaban a caer a grifo abierto. Lo acerqué a mi rostro para sentir su fragancia. Parecía lavado, blanco cual papel.

Huele a ella.

No pude evitar recorrer las memorias que este remerón tenía consigo. Nuestra primera vez juntas, la primera nota de Catra en la tele, nuestra pijamada antes de saber los sentimientos por la otra...

Me quité el pijama, quedando en ropa interior. Me puse el remerón, tirándome en la cama y abrazando el inmenso oso que habíamos usado de almohada ese día. En medio de los recuerdos agridulces y de pensamientos, caí dormida.

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—¿Mamá?—. Abrí los ojos, encontrándome con unos bellos orbes color esmeralda.

—¿Qué pasa, amorcito?

—La tía Glimmer me dijo que te despierte para desayunar. Son las 7 de la mañana.

—Enseguida voy, hija. ¿Quieres adelantarte?—. Melsy salió de la habitación y yo fui directo al baño para salir luego de 20 minutos. Me cambié, maquillé y peiné mi cabello.

Quedé perdida en mi reflejo. ¿En qué momento cambié tanto mi manera de vestir? Pasé de la adolescente tomboy a... una ¿mujer adulta? No sabría describirlo, pero había comenzado a usar zapatos altos y jeans ajustados con blusas de colores tenues... Sacudí mi cabeza levemente, despejando mi cabeza. 

Salí de mi habitación acercándome al comedor. La comida estaba en la mesa. Melsy estaba comiendo cereales con yogurt mientras miraba dibujitos animados en la televisión. Sonreí, acercándome a la cocina para servirme un poco del café que Glimmer había preparado.

Comencé a chusmear mi celular, buscando las aceptaciones de trabajo cerca de casa. No tenía las agallas para aparecer en el café que solía trabajar. No sólo por ser el punto de encuentro de nuestro grupo, sino también por haber abandonado todo sin hacer o decir nada.

Fui a la habitación de Bee, acomodando sus útiles para su primer día en el segundo grado de primaria. Tomé su mochila y la llevé al comedor. Preparando todo para salir, agradecí a Glimmer por haber hecho el desayuno y me despedí.

—Vamos, linda. ¿Estás emocionada?—dije, cerrando la puerta con llave.

—¡Sí! Tendré nuevas maestras, nuevos amiguitos, nuevo pupitre...—. Giré mi rostro al escuchar las llaves del departamento vecino. Pasé saliva de manera disimulada. Era un día importante para Melsy y no quería que se quede en el colegio preocupada por su madre adoptiva.

Controlando mi respiración, pude ver una figura mucho más alta y... musculosa de lo que la recordaba. Su melena marrón era larga, pero no tanto como antes, y había comenzado a vestirse con prendas negras y masculinas.

Dejé de lado mis hormonas cuando giró en su eje. Nuestras miradas se chocaron. Para evitar problemas, cambié mi mirada a Melsy con una sonrisa, dirigiéndome hacia al ascensor.

—¿Almorzaré en la escuela? ¿Tienen cafetería?

—No lo sé, deberás averiguarlo con tu profesor, ¿no crees?—. Llamé al ascensor, mirando disimuladamente a Catra, quien estaba parada a mi lado mirando su celular.

—Tienes razón, mami—. Pasé saliva, nerviosa, sintiendo la mirada de reojo de Catra—. Aprenderé a sumar números muuy grandes y a muliticarlos...—. Reí levemente, entrando al ascensor al mismo paso que Catra.




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