(love &) Hate - Catradora

Juntas

Desperté gracias a la luz que se colaba entre las cortinas. Me levanté, sintiendo el aire fresco recorrer mi cuerpo.

¿Por qué estoy desnuda?

Luego caí en la cuenta al ver a Catra dormida a mi lado, y nuestras ropas en el suelo. Me coloqué mi ropa interior y mi remera, para chusmear por la puerta de la habitación.

Pude ver algunos abrigos y bolsos desparramados en el sillón, lo que me decía que las amigas de Catra habían vuelto a la casa. Corrí en puntas de pie hacia el sillón, buscando mis tacos y mi camisa, para correr otra vez hacia la habitación de Catra.

—¿Qué haces?—. Giré en mi eje, con el corazón a mil por la sorpresa. Tiré mis cosas donde estaba el resto. Me reí de mí misma, saltando en la cama cerca de Catra. Ambas reímos como idiotas, mientras me escondía otra vez entre las sábanas, dejando la mitad de mi rostro a la vista, ganando una sonrisa de Catra en respuesta.

—Sólo recuperé mi ropa del comedor, lamento si te desperté—. Ella negó con la cabeza, haciendo un espacio en su lugar.

—Ven aquí—. Me acerqué hacia ella, sintiendo sus brazos rodeándome. El calor corporal que emanaba era tan hogareño que quería quedarme allí por siempre. Con mi nariz, escarbé en su cuello, buscando por su olor tan característico.

—Te extrañé mucho... Me costaba dormir sin tu presencia cerca o tu olor...—confesé. Miré sus ojos, encontrándome brillos en ellos.

—No sabes cuánto me alegra escuchar que tenemos los mismos sentimientos la una por la otra —declaró, acariciando mi cabello con una de sus manos. 

Nos fundimos en un bello beso de buenos días, de esos lentos y llenos de amor. No podía estar más contenta y más agradecida de que todo haya vuelto a la normalidad.

Estuvimos jugueteando en la cama un buen rato, sin saber la hora y sin la necesidad de saberla.

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—Hola, ¿todo bien? Adora, ¿cierto?—. Estreché manos con la madre de la amiga de Bee.

—Sí, todo bien. ¿La pasaron lindo?—. Sonriente, miró a las niñas jugando en el patio de su casa.

—Estoy segura de que si, ¿quieres pasar un rato?—. Entré a la casa, sentándome en la mesa del comedor, observando la pequeña pero acogedora casa—. ¿Deseas algo de té?—. Asentí, pensando en lo amable que era la mujer.

—¿Vives con tu marido?—pregunté, recibiendo la taza con un leve gracias. Ella se sentó frente a mí, mientras mirábamos a las niñas jugar por la ventana.

—Sí, tenemos dos niños. La pequeña Teela y su hermano menor, Imp. Por el momento, como Imp es tan pequeño duerme con nosotros, pero estamos ahorrando para mudarnos a otra casa cerca de aquí que tiene tres habitaciones—. Sonreí, asintiendo. Me parecía tierno escuchar a la mujer tan feliz, hablando sobre su familia. Me comencé a preguntar si me veía así cuando hablaba de mi pequeña Bee—. ¿Y tú?

—Yo vivo en un departamento con ella, cada una tiene su propia habitación—conté. Ella sonrió, manteniendo la conversación.

—¿Viven cerca de tu universidad?

—Sí, también estamos cerca del colegio y de mi trabajo, así que tengo todo allí—. Le di un sorbo a la taza de té.

—Ahh, genial entonces—. Seguimos conversando un buen rato sobre cosas no triviales, conociéndonos un poco más. No era mucho más grande que yo, tenía la edad de mi hermana mayor y había tenido a Teela a los 20, por lo que tenía empatía conmigo respecto a Bee. Le agradecí mucho por los ánimos sobre criar a Melsy y le conté cómo la había conocido.

Las horas se habían pasado sin que nos diéramos cuenta, llegando la hora de la merienda. Teela y Bee merendaron juntas, mirando caricaturas en la televisión, mientras yo juntaba sus cosas de la habitación con la ayuda de Dosti, la madre de Teela.

Volví con Melsy en el auto a casa, encontrando una sorpresa allí. 

—¡Adora!¡Tanto tiempo!—. La mujer alta me abrazó con cariño y una gran sonrisa.

—¡Directora Angella!

—Oh, linda, no tienes que decirme directora. Sólo Angella está bien—. Se giró hacia Bee, agachándose a su altura—. Hola pequeña, ¿cuál es tu nombre?

—Soy Melsy, un gusto —dijo sonriente, entregando su mano para que la estreche, lo que sacó una risa en Angella.

Comenzaron a entablar una pequeña charla donde Angella le preguntaba su edad y demás cosas, por lo que me dirigí hacia Glimmer y Bow.

—¿Cuando llegó?

—Hace una hora. Llegó sin avisar, tocando el timbre del edificio. No sabía nada Adora, sino te hubiera avisado —respondió Glimmer, rascando su brazo en señal de estrés. 

—Adora, ¿te molestaría dormir con Bee estos días?—dijo Bow, con notable rostro de sorpresa, rogando con la mirada—. Disculpa si es molesto, pero Angella dijo que se quedaría aquí unos días y no tenemos de otra...

Antes de que siquiera pueda abrir la boca, tocaron la puerta del departamento. Glimmer fue a atender, tardando unos segundos para luego entrar sonriente con una fuente de galletas horneadas.

—¡Galletaaaas!—saltó Melsy, sentándose en la mesa y tambaleando sus piernas en señal de emoción. Sonreí, pensando en lo tierna que se veía.

—¿Y esto?—pregunté hacia Glimmer.

—Era Scorpia. Me dijo que se iría de viaje unos días con el grupo, así que nos había hecho estas como despedida. ¿No es un amor?—. Asentí, tomando una con la mano y probándola, sonriendo al instante. El amor de Scorpia era tan grande y tan distribuido que hasta su comida lo reflejaba.

Volvieron a tocar la puerta, pero esta vez fui yo a atender.

—Catra —dije sorprendida. Cerré la puerta detrás de mí, quedando frente a ella—. ¿Qué cuentas?

—Cuento que estaré sola estos días y que quiero que te quedes conmigo, ¿se puede?—declaró, tomando mi cintura. Reí levemente, pensando en lo obvio que el destino podía ser.

—No puedo dejar a Bee sola. Además, no creo que sea adecuado...

—¿Por qué? La pequeña puede quedarse en la habitación de Scorpia—. Me soltó, mirándome a los ojos y apoyándose en la pared.




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