(love &) Hate - Catradora

LIX

Desperté de golpe, escuchando los tenues sollozos de Melsy. Adora parecía demasiado dormida, por lo que me levanté de la cama y me dirigí hacia la habitación de Scorpia.

Al entrar a la oscura habitación, pude ver a la pequeña sentada en posición fetal en el suelo, junto a la cama. Me acerqué despacio, recordando las palabras de Adora.

"Se despierta llorando en medio de la noche, no la puedo dejar sola..."

—¿Mami? ¿Eres tú?—. Respiré profundo, tranquilizando mi organismo para  poder calmarla a ella.

—Ven, linda. Soy yo-

—Mami—. No me dejó decir palabra alguna que saltó sobre mis brazos, sollozando cada vez más fuerte. No dije nada más, no era necesario, sólo la levanté entre mis brazos y la dejé llorar, sobando su espalda para que vuelva a dormir.

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—¿Catra?—. Abrí los ojos, encontrando dos enormes esmeraldas mirándome atentamente.

—Buenos días, abejita—. Sonrió con los ojitos dormidos, fue la imagen más tierna que podría recordar.

—Buenos días, mami Catra—. La miré a los ojos, pensando en si debería corregirla o no... Acaricié su cabello de manera suave, sonriendo levemente.

—¿Sabes? Puedes llamarme así cuando quieras, pero no frente a mami Adora porque se pondrá celosa—. Le guiñé un ojo, recibiendo una risa traviesa de su parte.

Ambas nos levantamos y fuimos al comedor a desayunar, encontrando a Adora preparando el uniforme y la mochila de Melsy.

—Buenos días...—se acercó y me regaló un beso en la mejilla, para agacharse y regalarle otro a la pequeña rubia—. Les preparé el desayuno, ¿vienen?

Ambas desayunamos unas tostadas con mermelada y café, mientras la niña comía cereales con leche chocolatada.

Luego de unos minutos, fui a bañarme, despidiéndome de Adora y Melsy, quienes iban al colegio.

Me duché, me cambié y preparé mis cosas para ir a la universidad, encontrando a mi cabeza reproduciendo las palabras de Bee en la mañana.

"Buenos días, mami Catra"

¿Qué fue eso? ¿Se enteró de mi relación con Adora? ¿Éramos demasiado obvias? 

Sacudí mi cabeza, tomando las llaves de mi moto y el casco, partiendo hacia la universidad.

Las primeras clases fueron llevaderas, pude prestar atención de manera correcta y tomar apuntes, pero la segunda hora no me cayó tan bien a la digestión.

—Señorita, llega tarde a las clases. ¿Sabe que tiene que esperar hasta el segundo bloque cuando no llega?—. Levanté la mirada de mis apuntes, encontrando algo que creí jamás me pasaría.

—Lo sé, lo lamento, el vuelo se atrasó y no pude llegar a tiempo—. Quise que la tierra me tragara allí mismo cuando sus ojos rojizos se posaron en mí, sonrientes. El profesor la dejó ingresar, presentándola a la clase.

—Señores, tenemos una nueva estudiante de intercambio. Señorita, ¿quiere presentarse?

—Hola a todos, soy Lix y vengo de Londres, Inglaterra. Un gusto en conocerlos—. La pelinegra se dirigió hacia los asientos, mientras yo rogaba en vano que no se siente a mi lado—. Hola, Catra. Tanto tiempo.

—Sí...—. Mordí mis labios. Esto no podía estar pasándome a mí.

—¿Qué tal has estado?

—Bien...—. No quería ser descortés, pero la frialdad era necesaria en estos casos. No sabía si era o no la razón por la que ella estaba aquí, y no tenía intenciones de que siquiera me importe, pero tenía miedo de que mi relación se arruine por segunda vez.

Pasaron las horas, llegando al bloque del almuerzo. Haciendo lo que pude, perdí a Lix en la multitud, saliendo hacia el jardín trasero en busca de mi rubia.

La encontré en el mismo lugar del otro día, con una pacífica sonrisa, comiendo un sandwich de pollo. Me acerqué, queriendo encontrar mi emoción interior.

—Hey, Adora.

—Catra... ¿Qué tal las clases?—. Sus ojos, Dios. Sentía que no había un fondo en el pozo del enamoramiento.

—Hoy el día fue más pesado de lo normal, pero seguro me ayudas a mejorarlo...—dije sonriente, sentándome a su lado. 

Conversamos un rato en la tranquilidad, aprovechando el momento a solas. Yo seguía jurando que podría escribir un libro de 6000 páginas sólo describiendo lo que amaba de la rubia a mi lado. 

Incluso aquellos pequeños detalles que ella no notaba. El movimiento de su cabello por sus hombros, sus pequeños bufidos al momento de reír, sus manos juguetonas cuando se pone nerviosa...

El timbre del inicio del segundo bloque interrumpió mis observaciones en la bella obra de arte frente a mí, callando mi cabeza, desafortunadamente.

—¿Nos vemos en el taller, hoy?—. Respiré profundamente, si seguía hablándome de esa manera no tendría agallas para irme.

—Sí, nos vemos allí...—. Estaba por caminar hacia mis clases, cuando me tomó del brazo y me giró, plantando un beso en mis labios. Quedé media perdida, mirando los suyos embelesada. Ella sólo rió, para despedirse de mí y dejarme allí.

Dios, me va a volver loca.

Con el día 100 veces mejorado, me dirigí hacia mis clases, olvidando por completo la presencia de Lix.

—¿Dónde estuviste durante el almuerzo?—. Vino corriendo hacia mí cuando crucé la puerta del salón, a lo que no pude evitar rodar los ojos.

—Lejos de los hipócritas curiosos que se abalanzaron sobre tí—. Respondí sincera, a pesar de que no era la única razón por la que me había alejado de ella.

Antes de que el día siquiera termine, pude ver pasar por la puerta de mi salón a una rubia desesperada, lo cual no iba a dejar pasar por alto.

—Profesor, ¿Puedo retirarme al sanitario?—. Lix me miró de reojo, queriendo preguntar qué estaba haciendo. Accedió, a lo que prácticamente corrí fuera del salón. Pude ver a Adora corriendo con el celular en el oído, a lo que supe que había sucedido algo importante. Seguí su paso, sin notar que una pelinegra también me seguía.

Frené a Adora, preguntando el porqué de la desesperación.




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